Herminio Morales

Para Herminio Morales Fernández, director general de Asuntos Consulares, las seis evacuaciones aéreas de españoles residentes en Oriente Próximo han sido "pan comido" si se las compara con anteriores repatriaciories mucho más peliagudas, como la de Liberia, en el verano del pasado año, o la de Panamá, en las navidades de 1989, que también le tocó planear.Poco después de que el 2 de agosto Sadam Husein invadiese Kuwait, el Ministerio de Asuntos Exteriores costeó el regreso a casa en vuelos regulares de unos 250 españoles afincados principalmente en Irak y en el emirato. Ya en vísperas o recién iniciada la ofensiva aliada contra Bagdad, la drástica disminución del tráfico aéreo civil incitó al Estado a organizar seis vuelos en aviones Boeing 707 y Hércules C-130 de la Fuerza Aérea, fletados por Exteriores, desde otras tantas ciudades de Oriente Próximo, con 381 españoles a bordo, amén de otros ciudadanos de la Comunidad Europea y de países latinoamericanos.

Manifiestamente orgulloso de que España haya sido el primer país europeo que rescató a sus ciudadanos, Morales, de 49 años de edad, reconoce, no obstante, que se ha llevado alguna sorpresa. La primera es que en países "como Arabia Saudí, y sobre todo en Jordania, han aparecido españoles desconocidos de sus embajadas" porque omitieron registrarse.

Otro sobresalto consistió en que, de los que se apuntaban en la lista para ser evacuados, la mayoría se arrepentía a la hora de marcharse -en Abu Dabi sólo se embarcaron 10- porque "se resistían a creer que fue se a estallar la guerra o esperaban que España pusiese a última hora a su disposición un segundo avión". A los rezagado de la primera repatriación de Ammán se les dio una segunda. oportunidad enviándoles un avión a Damasco. "Comprendo", dice Morales, "que a gentes que han hecho su vida allí les cueste abandonar aquello".

Al director de Asuntos Consulares le extrañó, por último, que buena parte de los retornados, especialmente los procedentes de Jordania, no culpasen a Sadam Husein de su exilio forzoso y se quejasen, en cambio, de que "Occidente demuestra con su despliegue en el Golfo que no comprende al mundo árabe".

A pesar de estas sorpresas, esta serie de evacuaciones se desarrolló sin problemas, comparada con las primeras que le tocó vivir a este murciano, profesor de Derecho Internacional, que en 1967 cambió deparecer y se apuntó a la carrera diplomática. Había dejado hace año y medio la Embajada de España en Jartum (Sudán) para hacerse cargo de la dirección de Asuntos Consulares cuando en diciembre de 1989 sacó a cientos de ciudadanos españoles de un Panamá asolado por los marines norteamericanos en busca del general Manuel Antonio Noriega.

"No sólo tardamos 23 horas en llegar hasta Panamá", recuerda, "sino que a pesar de poseer una autorización de aterrizaje en el aeropuerto Omar Torrijos, tramitada en Washington, el Comando Sur norteamericano no nos dejaba tomar tierra. Tuvimos que contarles, para convencerlos, que nos quedábamos sin queroseno, y una vez en tierra nos prohibieron salir de la terminal. Después hicimos seis viajes entre Panamá y Costa Rica. Eso sí que fue una aventura".