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Reportaje:

Mucho sexo y poca droga

Personas vinculadas a la época azulgrana de Maradona niegan que el argentino se drogue

El último escándalo napolitano de Diego Armando Maradona, el más grande futbolista de la última década, el jugador que más dinero ha ganado de todos los tiempos, el as de Argentinos Juniors, Boca Juniors, FC Barcelona y Nápoles, la estrella de la selección argentina campeona del mundo en 1986, ha hecho reflexionar a cuantos conocieron, trabajaron, convivieron e intimaron con el Pelusa, considerado por todos ellos como "una maravillosa persona, noble y sencilla" a la que Ias malas compañías, el clan, sus amigos, sus apoderados [Jorge Cyterszpiler y Guillermo Coppola] y todo su entorno han llevado por caminos equivocados". EL PAÍS ha hablado con personas próximas a Maradona durante sus años barcelonistas (1982-1984). "Sexo, sí; drogas, no", es la conclusión de todos los entrevistados, que prefieren mantenerse en el anonimato.

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Todo en la vida barcelonesa de Maradona estaba revuelto: el fútbol y la juerga, la familia y los amigos, la noche y el día, la casa y la calle."Yo siempre lo recordaré como un excelente muchacho con un entorno demencial", señala una de las personas que más en contacto estuvo con Maradona en Barcelona. "Se trataba de un chico sencillo, el mejor jugador del mundo, al que muy pronto se pegaron una serie de parásitos que lo volvieron loco. Aquí sólo hay un culpable de todo lo que le pasa a Diego: Jorge Cyterszpiler".

El apoderado de Maradona, que terminó siendo sustituido por Guillermo Coppola -protagonista en las noches de Buenos Aires, recientemente despedido por la estrella y sustituido por Juan Marcos Franchi, más administrador que otra cosa-, es definido por todos los consultados como el "gran provocador y cultivador" del ambiente que rodeaba al jugador.

El entorno de Diego -"su casa era lo más parecido al camarote de los hermanos Marx", señaló otro de los entrevistados- estaba compuesto por su familia (su novia Claudia, sus padres, sus hermanos Lalo y el Turco, y su cuñado el Morsa) y sus amigos argentinos, entre los que se encontraban los hermanos Cyterszpiler, Jorge y Silvio. También Jorge el chino, Néstor el Ladilla -con quien llegó a querellarse un cliente de la discoteca barcelonesa Up & Down, tras haber sido maltratado por el clan-, Oswaldo y otros."En la casa", señaló una de las fuentes, "había dos bandos. Los de Claudia, mucho más prudentes, algo más sensatos, y los de Jorge. Es más, se espiaban unos a otros. Jorge, por ejemplo, le pagaba 5.000 pesetas a la semana al cuñado de Diego, el Morsa, para que le contase lo que sucedía en la casa cuando él no estaba". La misma fuente asegura que "Jorge estaba convencido de que Claudia quería despedirle y poner a su padre en su puesto". Tal vez por ello, Jorge se ganó la confianza del padre del jugador que, según esa misma fuente, llegó a participar en más de una juerga organizada por el apoderado de su hijo.

Carolina de Mónaco

"Yo creo que a Diego le tenía que costar muchísimo diferenciarse de Dios cada mañana cuando se miraba en el espejo", señaló a este periódico una de las personas estrechamente vinculada a Maradona entonces. "Cuando llegó a Barcelona tenía 21 años y, de pronto, se dio cuenta de que todo el mundo, de Jordi Pujol al último intelectual catalán, le rendía pleitesía. Si a eso añadimos que desde que se levantaba hasta que se acostaba oía frases como 'eres el más grande' 'no te pueden negar esto' 'te lo mereces todo', pronunciadas por los que decían ser sus amigos, se comprenderá su desequilibrio final".Cuando pedía la luna se la traían. Y, si no, la compraba. Esa fue su desesperación: creer que todo podía comprarse. Jamás entendió, según cuenta uno de los consultados, que no pudiera acostarse con Carolina de Mónaco, su gran pasión. "Maradona llegó a proponerle, casi a exigirle, a Cyterszpiler que convenciera a Núñez para que el Barça aceptase jugar un partido amistoso en Mónaco y así poder entablar contacto con la princesa". Que se sepa, Maradona jamás pudo consumar ese sueño.

Quienes sí lograron consumar algo más que el sueño durante su estancia barcelonesa fueron sus amigos, que, en colaboración con una persona muy vinculada a la agencia de viajes con la que entonces trabajaba el Barcelona y a un cámara llamado Carlos, preparaban viajes de chicas de alterne de Madrid a Barcelona. "Todas las muchachas procedían de Madrid", señala uno de los consultados. "Decían que se las traían para Diego, que era quien corría con los gastos, pero en realidad eran para ellos".

Cuentan que las juergas se acentuaron cuando Cesar Luis Menotti se hizo cargo del equipo azulgrana. "Lógico: la primera decisión que tomó Menotti fue trasladar los entrenamientos a la tarde, lo que permitía al clan disfrutar de fructíferas noches". En esos meses, el clan se relajó mucho más, hubo más permisividad y sus miembros llegaron a pasearse por el vestuario, algo inconcebible en can Barça. No deja de ser curioso que, años después (1986) fuera Menotti quien denunciase en la revista alemana Der Spiegel que "para el escurridizo Maradona, el día no empieza hasta las diez de la noche".La casa de la avenida Nuestra Señora de Lourdes. 21-23, estaba en continua efervescencia. "Fueras a la hora que fueras siempre había alguien comiendo en la gran mesa. Siempre había comida preparada. Siempre había alguien en las habite.ciones. Siempre había posibilidades de figar", indicó otro de los entrevistados.

Una popularidad efímera

Durante los últimos años, uno de los vicepresidentes barcelonistas no se ha cansado de- relatar el día que, poco después de conocerse que Maradona sufría hepatitis del tipo B -adquirida, según todos los indicios, por vía sexual al estar todos convencidos de que Diego no se pinchaba-, decidió visitarle en su casa. "Me abrió la puerta uno de sus amigos y me hizo pasar", explicaba el directivo, "y, como nadie me hacía caso, pregunté cual era la habitación de Diego en la que esperaba encontrarle descansando. Cual no fue mi sorpresa cuando abrí la puerta y lo encontré desnudo en la cama, junto a Claudia y su perrito chiuaua, viendo una película pornográfica".Le encantaban los vídeos, la pasta, la carne, vivir con gente, derrochar dinero, disfrutar de la popularidad, la fama y ser idolatrado. "El culto al futbolista", escribió Marlo Vargas Llosa en 1982, "dura lo que su talento futbolístico y se desvanece con éste. Es efímero, pues las estrellas de fútbol se queman pronto en el fuego verde de los estadios: en la tribuna nada está más cerca de la ovación que los silbidos".

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