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El día en que Núñez estuvo a punto de sorprenderlos

Diego Armando Maradona sufrió dos graves contratiempos durante su corta estancia en el Fútbol Club Barcelona: la lesión provocada por Andoni Goikoetxea y una hepatitis del tipo B. Pese a estos dos serios y graves contratiempos, Maradona no dejó de ser uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos, pues contrariamente a lo que muchos pueden creer, el futbolista argentino trabajó denodadamente durante los periodos de recuperación para volver a ser el de antes, según han señalado tres personas vinculadas al Barça en aquellos años."Yo no he visto trabajar a ningún otro jugador como a Diego a la hora de recuperar la forma perdida", indica una persona que ya está fuera del club. "Hacía cuanto le decías y se sacrificaba como el que más". Esa misma fuente, pese a todo, insiste que lo peor de Maradona fueron siempre Ias compañías".Para recuperarse totalmente de su hepatitis, Maradona aceptó la invitación de un amigo suyo, propietario de una esplendida casa en la urbanización Ribiera Catalana, situada entre Lloret de Mar y Tosa, justo en cala Canyelles. Hasta allí se fue con sus amigos y hasta allí llegaron las chicas fletadas al efecto por su agencia particular y, como era habitual, seleccionadas en Madrid.Llaman a la puertaUn día, a las ocho de la tarde, sonó el timbre de la puerta y alguien fue a abrir. Se trataba de Josep Lluís Núñez y María Luisa Navarro, a los que se les había ocurrido hacer una visita a la estrella argentina. Quien abrió la puerta puso cara de póquer y, al instante, fue en busca de Diego, mientras se encargaba con disimulo de que las muchachas fueran inmediatamente metidas en dos coches del clan y trasladadas a una loma próxima donde tuvieron que esperar, durante horas, la partida del matrimonio presidencial.

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Mucho sexo y poca droga

Maradona y sus acompañantes permanecieron en Lloret por espacio de 15 días y quienes allí estuvieron aseguran que el jugador solía rechazar "casi siempre" las múltiples tentaciones que le ofrecían sus amigos. Quienes no sabían qué hacer eran el cocinero, que nunca sabía para cuántos tenía que cocinar, y la mujer de la limpieza, que tenía serios problemas para encontrar las habitaciones desocupadas y realizar su trabajo.

Una de las personas que intervino en el traspaso de Maradona al Nápoles cuenta que, el 1 de julio de 1984, el día después de la firma del traspaso, Antonio Giuliano, apoderado del equipo italiano y artífice de la operación, se reunión con Jorge Cyterszpiler y Maradona en el hall del hotel Princesa Sofía para planear su viaje a Nápoles. "Sólo os puedo decir una cosa", les dijo Giuliano, "habéis estado en una ciudad encantadora, con una afición maravillosa; en Nápoles, todo será distinto. Allí, todo será una locura. Os lo aviso".

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