Musulmanes en el laberinto español
Junto al islam de los inmigrantes ilegales se levanta el de grandes mezquitas y subvenciones
Rostros magrebíes en los andamios de edificios en construcción, oratorios y carnicerías halal comienzan a ser signos externos de la existencia de una creciente comunidad musulmana en España, integrada por unas 200.000 personas, a las que, en su mayoría, la ley de extranjería sitúa en la ilegalidad. Es el islam autoorganizado, junto al que se mueve otro legal: el de las asociacione, religiosas, la influencia doctrinal de los Hermanos Musulmanes, las grandes mezquitas o las subvenclones de embajadas, como Arabla Saudí y el rico Kuwalt. Ese islam legal -15.000 personas-, integrado por profesionales, se debate por vivir en un país laico que en sus leyes separa religión y Estado.
El jeque Abdul Qadir al Murabitum, con motivo de la II Conferencia de Juristas Malequíes celebrada en 1983 en Granada, afirmaba que los musulmán es españoles debían obedecer las leyes del anfitrión, en este caso la Constitución española. "Ningún musulmán rebatirá eso, pero no es propio de la naturaleza del islam el ser servidor de los kufar (Infieles). Islam es un sistema real únicamente si islam es soberano. Islam debe gobernar porque es el Gobierno de Alá y de su profeta", decía el jeque."El islam es una alternativa que hay que crear en el mundo de hoy: hay mucha gente en la ignorancia, en el alcohol, en la pornografía, la gente pasa de los partidos", explica Saleh Paladini, secretario general de la Comunidad Islámica de Sevilla y converso. Esa opinión es compartida por la mayor parte del islamismo organizado español, dentro del cual tienen un peso notable los Hermanos Musulmanes, según diversos especia listas. El movimiento, fundado en 1929 por el maestro de escuela Hassan al Banna, tiene entre sus fundamentos el, wahhabismo, de tintes puritanos, adopta do en 1744 por la familia real saudí, el elemento ascético zund del sufismo, y la doctrina isla mista de Mawdudi, en su proyecto de Estado verdaderamente islámico, según explica el especialista Emilio Galindo en la revista especializada Encuentro Islamo-Cristiano
Estar en minoría
Los Hermanos Musulmanes han llegado a tener brazo militar en algunos países norteafricanos. En este sentido, hay que recordar el atentado mortal contra el presidente de Egipto, Anuar El Sadat. Están presentes en el Parlamento de Jordania, en el Movimiento de Tendencia Islámica de Túnez y en Siria, donde el laico partido Baas, en el poder, desencadenó una represión, que a principios de los ochenta arrojó un saldo de 10.000 muertos.
El programa del movimiento se basa en la aplicación de la ley islámica -charía-, el rechazo a la lucha de clases -opuesto a la takaful o solidaridad islámica-; el reparto de bienes, que, en caso de necesidad, autoriza al pobre a robar al rico; la negativa al préstamo con interés, y la igualdad entre hombre y mujer, aunque en nombre del Corán se justifique la poligamia y el repudio unilateral de esposas.
La islamóloga Emilia Alonso afirma que este movimiento fundamentalista "mantiene una actitud tremendamente crítica y condenatoria de la civilización occidental", "están desconsolados por no poder, aquí también, aplicar al pie de la letra las exigencias de la charía".
"Los islámicos españoles saben perfectamente que están en minoría, conocen sus derechos para formar partidos políticos y respetan la separación entre los tres poderes, propia de los países occidentales", dice Riay Tatari, presidente de la Asociación Musulmana de España.
A la pregunta de la influencia de los Hermanos Musulmanes, Tatarl afirma que él no ve un gran peso de este movimiento, al que respeta. Según este dirigente islámico su asociación ha optado por alejarse de cualquier dependencia. "En la mezquita del madrileño barrio de Tetuán [la de Abu Baker] viene gente de la base de Torrejón [estadounidenses musulmanes], filipinos, magrebíes y una mayoría de españoles", agrega Tatari.
No es fácil sustraerse a mecenazgos y controles en el mundo de las asociaciones. Arabia Saudí, Kuwait y Marruecos son canales de financiación de raezquitas y colectivos. La monarquía saudí -el rey Fahd se autotitula guardián de los santos lugares- ha abastecido de coranes a la práctica totalidad de centros islámicos y mezquitas de Furopa. Marruecos, por su parte, cuyo monarca se autotítula príncipe de los creyentes, intenta controlar a los inmigrantes a través de la Widadiya o Amical. Todo ello hace afirmar a Abbas, de la comunidad shií de Granada Umma, que "en España hay colectivos muy influidos por sus financiadores, lo que no les permíte expresarse libremente".
Musulmanes de periferia
Por el momento el Islam de la periferia, el de los andamios, los vendedores ambulantes y la recolección agrícola, se sustrae a esas influencias. "Es un islam autoorganizado", explica Teresa Losada, fundadora de Bayt Al-Thaqafa de Barcelona, centro que facilita la inserción de trabajadores arábigo-islámicos. La situación de ilegalidad margina a los inmigrantes de esas asociaciones musulmanas, "que abarcan a un colectivo mejor situado profesional y socialmente", añade Losada. Algunos conversos consideran a ese islam de mano de obra barata, más sociológico y cultural que militante. El alejamiento de sus países de origen les convierte en más permeables a la cultura occidental.
Sin embargo, el islam tranquilo, en palabras de Losada, el constituido por personas de entre 35 o 40 años, persiste en la idea de formar a los hijos en la tradición.
Por ello los colectivos inmigrantes crean oratorios "generalmente sostenidos por aportaciones de ellos mismos; los países de origen no suelen intervenir en su gerencia: intentan dar ayudas puntuales con el fin de dominar política e ideológicamente al grupo, pero raras veces lo consiguen; sólo una [mezquita] recientemente fundada en Vic (Barcelona) tiene el apoyo del Consejo Continental para las Mezquitas en Europa", según la fundadora de Bayt Al-Thaclafa, lo que significa, a juicio de expertos, dinero saudí.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.