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Las legiones celestiales

Fernando Savater

Uno de los rasgos más espectaculares de esta guerra es el afán con el que todo el mundo quiere ponerse "on the side of the angels;", como dicen los ingleses. Para empezar, y según es bastante obvio, los contendientes más directos: del lado de los ángeles están Sadam Husein en su lucha contra los satanes infieles e irriperialisas, y del lado delos ángeles están los aliados, capitaneados por Estados Unielos, paladines del derecho internacional conculcado y flagelo de tiranos. Las últimas apariciones públicas de los dos líderes están marcadas por este seguro angelical, lo que explica el nuevo aire a lo muecín castrense del dictador iraquí -bastante laico hasta hace poco- y el creciente look televangélico de Bush, buen pastor que sabe enseñar los dientes a los lobos para no aburrir a las ovejas. Pero también están del lado de los ángeles los palestinos, víctimas habituales de los trastornos de Oriente Próximo, y por supuesto los judíos, víctírnas por antonomasia en todas partes desde comienzos de nuestra era. Las tres grandes religiones del Libro reducen por exigencías del guión bélico sus edificanles maravillas a catecismos rabiosos: no es, desde luego, la prirricra vez que pasa...La nómina querubínica es mucho más amplia. Cuenta también con quienes abominan de esta guerra porque es la delos ricos contra los pobres- estos angelitos, que por lo visto no son ni pobres ni ricos, sino todo lo contrario (como en la comedia de Mihura), se unen a quienes sentencian la identidad esencial entre Sadam Husein y Bush (aunque la culpa mayor la tenga Bush por no ser perfecto, no Sadam execrable) y a los que rechazan cambiar sangre por petróleo, seguros de que cualquier tirano tolerado se lo venderá más barato y la sangre ya la pondrán luego otros, como siempre. Puestos a rechazar, los hay que rechazan en cambio las blandenguerías humanitarias que estorban Armagedón y el advenimiento victorioso del reíno de los justos dernocrático, mientras otros, masoquislas de boquilla, exigen soportar a Sadam como castigo por no haberlo detestado antes y prefieren rechazar la cultura tecnológica en bloque y aun la condición humana de arriba abajo, por rapaz, feroz, atroz y falaz. Cada cual dice lo necesario para salvar su alma. y carga el resto de las pérdidas a la cuenta de quien no le imita con la debida prontitud. Más cerca de los ángeles que nadie por cuestiones profesionales, el patriarca católico de Bagdad, tras asegurar que ninguna razón justifica un genocidio (declaración que los fantasmas de los 20.000 kurdos exterminados por Sadam le agradecerán desde el otro rriundo), admite que su amigo el líder iraquí puede ser un tirano pero "como los demás": no sé si se refiere a los demás tiranos apoyados por prelados como él o a que todo gobernante es tiránico, por lo que ninguno es digno de arrojar la primera bomba...

En fin, el edificante debate se centra en la cuestión de si una guerra puede ser alguna vezjusta (¡No! ¡Sí!) y si en caso afirmativo ésta lo es (¡Sí! ¡No!). Sería obsceno por mi parte restarle importancia a tan venerable polémica, pero confieso añorar algo de pensamiento político sobre el tema, entre tantas disquisiciones teológicas, morales y jurídicas. Lo que caracteriza al pensamiento político serio es precisamente su renuncia a ponerse del lado de los ángeles y con ello salvar el alma de toda culpa. No se trata de la cínica beatificación de la razón de Estado (que casi nunca es otra cosa que mera justificación, de gobierno), sino de la indagación en torno a los intereses.conflictivos y expectativas concretas -históricas- de la instfitución social. Por culpa tanto del. marxismo economicista como de sus fieros adversarios neoliberales, la reflexión política -en lo que tiene de realista- ha sido abandonada por el mero cálculo de costes y beneficios o por la disputa de títulos de propiedad entre lo individual y lo colectivo. Mal asunto. Pensar la política es asumir que ningún ideal social puede ser mejor que los hombres destinados a llevarlo a cabo, aunque su realización debe facilitar que sus hijos o nietos se porten mejor con más soltura. Es decir, que todo lo bueno suele salir de motivos regulares, cuancio no francamente turbios, Y del espanto ante las consecuencias de los vacíos más que de la limpia aplicación de los principios. El pensador político no espera que brote espontáneamente el bien frente al mal, ni siquiera pretende obtener por destilación el bien del mal; se contenta con señalar los requisitos de posibilidad de lo preferible, a sabiendas de que también lo preferible tiene mucho de insoportable y con el tiempo acabará por serlo del todo. En una palabra, ya que no somos ni ángeles ni bestias, se esforzará por razonar cómo quienes no se tienen por ángeles van aprendiendo a no, hacer demasiado el bestia.

Por ejemplo, una de las ideas políticas más interesantes de la modernidad es el antimilitarimo. En cuanto política, se distingue de la religión pacifista en que el pacifista considera abominable que los hombres se hagan violencia física unos a otros, y el antimiloitaristas que hay modo de obligarles a que la practiquen en menor escala que hasta la fecha. El pacifista rechaza toda coacción violenta en nombre de la concordia civilizada, y el antimilitarista se pregunta cómo civilizar la concordia por medio de la menor violencia instituida. El pacifista considera que todo valor socialmente impuesto deja de serlo, y el antimilitarista supone que los valores sociales deben imponer se, pero no a tal precio que e. le jen de merecer la pena. Es decír, el pacifista rechaza la contra dicción entre el n y los medios, mientras que el antimilitarista pretende dolorosamente mitigarla. A este respecto es Ilustrativa la trayectoria de Bertrand Russell, quien se denominaba pacifista relativo -encarcelado por oponerse a la I Guerra Mundial, apoyó la necesidad de la segunda (se indignaba contra quienes decían que toda guerra es injusta); convencido de que el arma nuclear 'en un solo país impediría toda guerra futura, llegó a proponer que EE UU empleara preventivamente la Pasa a la página siguiente

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es catedrático de Ética de la Universidad del País Vasco.

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