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La "paz justa" del Papa desata la polémica en Italia

Juan Arias

Tras haber hablado 42 veces en poco más de un mes contra la guerra, afirmando que no es un instrumento apto para resolver los conflictos internacionales, Juan Pablo II ha levantado en este país un avispero con su frase pronunciada el domingo ante jóvenes romanos: "Nosotros no somos pacifistas ni queremos una paz a cualquier precio".

"Queremos una paz justa", añadió, antes de concluir que que la paz es también fruto del amor: "Paz, justicia, amor".Bastaron esas palabras para que los comentaristas religiosos y políticos se lanzaran ayer a un sinfín de interpretaciones, desde los que afirman que el papa Wojtyla "ha recibido presiones y amenazas de muerte" para que cambiara de idea (lo que significa no conocer al Papa polaco, que se crece ante el peligro) hasta quienes afirman que a Juan Pablo II le han explicado, en los ambientes democristianos de la Curia, que sus palabras contra la guerra del Golfo estaban siendo instrumental izadas por la izquierda.

Otra explicación es que en el Papa, al final, han podido pesar las declaraciones del episcopado italiano -más blando que él para salvar la decisión de entrar en el conflícto adoptada por el Gobierno italiano que encabeza el católico Glullo Andreotti- y de algunos importantes cardenales norteamericanos, como James Hickey, de Washington, y Bernard Law, de Boston, seguídores acérrirnos de Bush, y sobre ,todo de los, cardenales franceses de Lyón y de París. Este último, Jean Marle Lustiger, es judío y amigo del papa Wojtyla y acaba (le justificar la guerra.Falta de aliento

Algunas fuentes vaticanas han interpretado que las palabras del Papa "riosotros no somos pacifistas" -después de que desde hace un mes afirmaciones suyas como "la guerra es una aventura sin retorno" habían sido paseadas en pancartas en

las manifestaciones pacifistas- no cambian la idea de fondo del Papa de que "no se puede separar la paz de la Justicia", y que él siempre había condenado, "como una ínjusticia", la invasión de Kuwalt.

Pero lo que más impresionó es que, justamente cuando el mundo tenía puestos los ojos en el encuentro de Moscú entre Mijaíl Gorbachov y el emisario de Sadam Husein, Juan Pablo II no diera el domingo el más míniino aliento al éxito de tan decisiva negociación.Lo cierto es que muchos se olvidan de que, anteriormente a este conflicto, Juan Pablo II hahía justificado la guerra en muchas ocasiones. Por ejemplo, durante su viaje a Viena para conrnemorar la victoria de Sobleski de 1683 contra los turcos, dijo: "Existen casos en los que la lucha armada es un mal inevitable a cuyas trágicas consecuencias no pueden sustraerse ni siquiera los cristianos". Y, no hace mucho, dirigiéndose a los soldados del cuartel de la Cecehignola de Roma, comentó: "Una guerra puede ser justificada si es para defender la patria agredida".

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En otras ocasiones, sin embargo, Juan Pablo II se contradijo a sí mismo al afirmar que hoy, con las nuevas arinas nucleares y quírnicas, la guerra no puede ser nunca Justa. Pero lo cierto es que Juan Pablo II, por cultura y tradición, nunca ha sido un "pacifista" en el sentido más hondo de la palabra. Más de un observador subraya que, si en esta ocasión sus tonos contra la guerra han sido espectacularmente apocalípticos, ha sido por algunos motivos muy concretos: porque el conflicto podría acabarsiendo una guerra de religión contra el islam, en un momento en que el Vaticano teme la expansión del integrismo islámico, una religión que está superando por vez primera en el mundo al cristianismo. También porque en Irak es donde existe una comunidad cristiana más segura; porque le duele que la ONU nunca se ha preocupado excesivamente por Líbano y los palestinos, y porque Israel nunca ha escuchado su propuesta de hacer de Jerusalén la ciudad santa de las tres religiones monoteístas y no sólo la capital de Israel.

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