Verano en la nieve
La primera actuación de Juan Luis Guerra y 4.40 en Madrid tuvo carácter de verdadera apoteosis. En un pabellón a rebosar y con un ambiente más cercano a un acontecimiento pop que a un recital de música latina, este dominicano de 33 años demostró las razones que pueden llevarle a jugar un papel fundamental en la música de los próximos años, al ser capaz de atraer, concentrar, dirigir e impulsar un movimiento que estaba latente, pero falto de un detonante capaz de convertir lo en fenómeno de masas. Juan Luis Guerra ha convertido definitivamente la salsa en moda.En primer lugar, engancha por sus enormes cualidades como compositor de melodías. La construcción de sus canciones es impecable, y tiene el raro donde fundir el rigor artístico con una comercialidad fuera de toda duda.
Juan Luís Guerra y 4
40Pabellón de Deportes del Real Madrid. Aforo: 5.000 personas. Precio: 2.500 pesetas. Madrid, 16 de febrero.
Por si esto fuera poco, barniza su música -canciones, interpretación, arreglos, espectáculo- con un espíritu cercano al pop, lo que hace su planteamiento fácil, atractivo, asequible y comprensible. Afortunadamente, Juan Luis Guerra no se contenta con esto.
Desde que el recital comenzó con Visa para un sueño, recibida con una aceptación inusual en un espectáculo de música latina, el asunto quedó claro. El público estaba entregado de antemano -a unas canciones conocidas y coreadas, y a un ritmo, el merengue.
Por debajo, en un segundo plano, se desarrollaba una música de muchísimos kilates porque, además de un excelente compositor, Juan Luis Guerra es un magnífico arreglista.
Preciosismo
Junto a los tres cantantes que forman 4.40 y 12 músicos admirables, su recital fue un modelo de preciosismo, precisión y energía. Los arreglos de Guerra, como los de todos los buenos músicos latinos, son auténtico encaje de bolillos, donde las percusiones, los vientos y los teclados se mueven con la eficacia del mejor mecanismo de relojería y con la naturalidad y falta de rigidez que caracteriza a la música popular.Atender al trabajo individual de la güira, de la tambora o de las tres líneas de vientos en una canción, significa asistir a un ejercicio de enorme variedad rítmica, con regularidad y claridad en la interpretación.
Si esto lo multiplicamos por 12 músicos, la atención puede convertirse en locura por la cantidad de elementos que concurren en cada canción. Este es el verdadero carácter de la música de Juan Luis Guerra y 4.40, al margen de modas y triunfos.
Mientras, entre el público, algunos coreaban un merengue de la dificultad y riqueza musical de Reina mía como si de Its on1y rock and rol(lse tratase, otros encendían significativos mecheros en la bachata Estrellitas y duendes. Ojalá que llueva café marcó el cénit, aparecieron paraguas abiertos y su repetición cerró un recital magnífico desde el punto de vista musical y curioso por su significado: Juan Luis Guerra triunfó en toda regla y los salseros de toda la vida despotricaban por la falta de espacio para bailar. Hasta ahora la salsa significaba espacios abiertos.
El éxito que representa el acercamiento al pop lleva al hacinamiento. Quizá sea el precio que hay que pagar. El mismo que pasar el verano en la nieve.
Babelia
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