Especulación inmobiliaria y 'bonos basura'
El terremoto llegó después de los años del reaganomics, el quinquenio 1983-1988, en el que la economía de EEUU tuvo una tasa de crecimiento tan fuerte como descontrolada. Y en esos años de Gobierno de Ronald Reagan, con rápida liquidez bancaria, especulación bursátil y alta rentabilidad -los años y el ambiente magistralmente descritos por Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades- los bancos compitieron entre ellos para dar créditos "a la americana", fáciles de conseguir en contraste con la severidad y las garantías exigidas en Europa.Fueron los años de los bonos basura, que ofrecían altos intereses con alto riesgo, utilizados por el financiero inmobiliario Donald Trump, para construir los enormes rascacielos ahora sernivacacios de Nueva York, o el complejo de casinos y hoteles de Taj-Majal, en Atlantic City (cuando Trump tuvo que renegociar sus deudas con los bancos se comprobó que sus imperio inmobiliario sólo valía el 37% de lo reflejado en libros, el resto era papel basura).
Fueron los años de los tiburones financieros que acabaron haciendo operaciones tan espectaculares como la OPA de la Nabisco (20.000 millones de dólares), utilizando todas las artimañas y posibilidades que ofrecian los laverage buy-out (compras de empresas con hipotecas apalancadas) y la financiación a través de bonos que ofrecían altísimas rentabilidades con alto riesgo. "Y los bancos financiándolo todo, prestando alegremente a todo el mundo. Fue un gran castillo de naípes que acabó derrumbándose según se empezó a enfriar la economía", dice un analista financiero de Nueva York, que lo califica de "auténtico desmadre bancario", del que son un buen ejemplo los 200.000 millones de dólares generados por los bonos basura. Fueron los mejores momentos del expansionismo de la era Reagan, en los que el dólar se cotizaba al doble que su actual paridad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.