El Mediterráneo, un día después
En Ammán, hace unos días, un joven palestino se expresaba así de patéticamente ante los medios de comunicación: "Hemos sido comunistas y hemos perdido. Hemos sido demócratas, ¿y qué hemos ganado? Sólo nos queda un arma: el islam".Quien así se manifiesta no hace sino mostrar la profunda frustración histórica, social y económica no sólo de los palestinos, sino de numerosas poblaciones árabes. Éstos -como ha dicho Taher Ben Jellun- se en cuentran mortificados por la su cesión de derrotas y humillacio nes que desde 1948 sufre el mun do árabe... A Israel "se le permite no aplicar las resoluciones de la ONU. A Irak se le han dado menos de seis meses de plazo".
Arabes, palestinos e israelíes han entrado en un círculo infemal Muchos de los primeros, hundi dos psicohistóricamente, abrazan la causa de Sadam, desengañados de no haber logrado nada durante décadas por otros medios. Por su parte, el presidente iraquí ha jugado sus cartas de diversa manera. El 22 de septiembre de 1980, mien tras su ejército comenzaba la inva sión de Irán, lanzaba una procla ma a la nación árabe, consciente mente exenta de tono religioso al guno, coherente con su calidad de jefe de un Estado y de un partido laico. Diez años después, a los pocos días de engullir Kuwait, se sir ve del recurso del yihad, la guerra santa.
Durante los últimos tiempos del conflicto Irán-Irak, y habida cuenta de la numerosa población shií de su país, sobre la que Jomeini pretendió ejercer sus influencias, Sadam Husein introdujo ya en sus alocuciones un importante contenido religioso, pero nunca en los extremos actuales. Hoy día, el dirigente iraquí es rehén del islam, en el sentido de que él nunca creyó en la utilización directa del mismo con fines político-militares.
La guerra ha producido ya fracasos y víctimas. El gran fracaso es el de la razón, puesto que la mera existencia de la guerra equivale al fracaso de aquélla. ¿Hay una misma racionalidad para Oriente que para Occidente?. El segundo fracaso es el del entendimiento entre culturas diversas. El tercero puede ser el de la paz, el de la organización de la paz después de esta guerra, si no se hace, desde ya, lo máximo para evitarlo.
Paz no sólo en el Golfo y en Oriente Próximo, sino en la vasta área del mundo donde el islam es la cultura predominante, y muy concretamente en el Mediterráneo, en nuestro Mediterráneo. De nosotros y de ellos, los del otro lado, los que tienen al islam como fuente de cultura, de organización social y -creciente y militantemente- como forma de expresión política.
Ya va a ser difícil organizar la paz en torno a Palestina. Porque a los estados de ánimo radicalizados de árabes y palestinos hay que añadir el de muchos israelíes de posición moderada, impactados por el alineamiento sin matices de Arafat con Sadam. El profesor israelí Yaron Ezrahi lo describía así: "Los misiles de Sadam y la respuesta palestina han deshecho todo lo positivo conseguido en los tres últimos años de contactos palestino-israelíes. De nuevo el conflicto se refiere a la existencia, y no a por dónde debe pasar la frontera entre nosotros. Estar sentado en mi casa, en una habitación sellada, contemplando a mi anciano padre, a mi mujer y a mis hijos, a través de una máscara antigás y sabiendo que los palestinos aplauden, me dice que no hay futuro aquí para la coexistencia".
Y del Mediterráneo, ¿qué? Los medios de comunicación reflejan estos días la satisfacción popular por la cruzada de Sadam Husein. Acostumbrados a ver a los ejércitos árabes enarbolar bandera blanca frente a Israel, califican al Ejército iraquí de triunfal, en cuanto que resiste. Por otro lado, Israel ha sido bombardeado por los árabes por primera vez desde 1948. Ya se sabe, el propio Hassan II dice que su corazón está con el pueblo iraquí y, según algunos medios, el ministro sirlo de Defensa habtía sentido una enorme alegría ante los ataques iraquíes con misiles contra la Palestina ocupada. Por su parte, el diario argelino El Moujahid afirmaba en enero que, gane o pierda Sadam, los árabes habrán vencido, porque habrán aprendido que es posible hacer frente al Occidente omnipotente.
Cambio de actitud
En cualquier caso, ha habido un cambio de actitud en las poblaciones árabes -y en algunos de sus Gobiernos- desde el momento en que se ha pasado de la crisis del Golfo a la guerra del Golfo. Y, en concreto, ha sidó posiblemente la convicción de que los aliados occicientales se proponen no tanto liberar Kuwait como aplastar a Irak, lo que en el Magreb ha movilizado a las masas islámicas. Ello ha producido que la guerra en curso, aun siendo físicamente regional, se elté convirtiendo en emocionalmente global. En el norte de África está originando una cohesión temperamentalmente colectiva mucho más articulada que la institucional que hasta ahora, a duras penas, han sabido o querido desarrollar los Gobiernos de la Unión del Magreb Árabe.
La cuestión estriba en saber si -debido a la prolongación de la guerra y/o a causa de una mala voluntad política para la organización de la paz el día después- el yihad encontrará un caldo de cultivo todavía más favorable para la consolidación de una cruzada contra Occidente.
Nosotros, como españoles, mediterráneos y europeos, debemos planteamos qué hacer y cómo hacer para evitar en las próximas décadas un enfrentamiento entre el islam y Europa, que es, en este asunto, sobre todo, la Europa del Sur. No hay más alternativas que coordinar esfuerzos y lanzarse a la organización racional de la convivencia, económica, social y política. Corresponsabilidad y codesarrollo serían los principios. Ayudar al Mediterráneo para ayudarnos a nosotros mismos, el eslogan. La creación de una red de intereses comunes, acometida paulatina, funcionalmente sería el esquema práctico. Intereses y valores en los que una gran mayoría, del sur y del norte del Mediterráneo, creyera siempre. Al final del proceso, podrían llegar a evitarse los conflictos graves entre los integrantes del sistema. El instrumento político-institucional se llama Conferencia para la Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo (CSCM).
Emilio Menéndez del Valle es embajador de España en Roma.
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