Cómo salir de la guerra y no morir en el intento
El autor de este texto considera que, incluso cuando la guerra impone su lógica radical, los esfuerzos diplomáticos por conseguir una paz en Oriente Próximo no deben cejar. En su opinión, Europa debe enmendarse y tomar iniciativas de paz en el ámbito de sus posibilidades, que no son pocas, para prefigurar un orden de paz duradero para el Golfo, el Mediterraneo oriental y las relaciones euro-árabes
Probablemente quienes se empeñan en creer que es mejor una buena guerra que una mala paz son discípulos del prusiano Clausevitz, quien señalaba que la guerra es la continuación de la política, pero por otros medios. La diplomacia no ceja nunca, ni en tiempo de tensión ni en tiempo de guerra, para buscar y mantener la paz. Por eso mismo al diplomático esencia¡ la condenada máxima de] prusiano antibonapartista no le parece nada útil para buscar los elementos de la paz. Incluso cuando la guerra impone su lógica radical. Guardar la calma y analizar con frialdad y sentido del humor todos los escenarios es igualmente una regla de trabajo de embajadores y mensajeros para ganar la dificil concordia.De cualquiera de los escenarios imaginables para avizorar el fin de] conflicto en el Golfo puede salir un plan de paz. Por lo pronto, el primer escenario, la guerra relámpago para devolver a Kuwait la soberanía perdida con la ocupación militar del pasado agosto, no pudo realizarse en la primera semana de despliegue y confrontaciones en el espacio. El segundo escenario, varias semanas, aunque pocos meses, de resistencia, sin extensión del conflicto salvo para las fuerzas de intervención inicial, despliegue terrestre, implica no sólo la liberación de Kuwait, sino también la ocupación estratégica y militar de Irak. Las condiciones para la ocupación no están perfiladas, ni siquiera en el plan Ross, asistente del presidente americano, pero pudieran desarrollarse de modo semejante al plan de la ocupación de Alemania en la II Guerra Mundial, con atribución de zonas de control de diversos grados a los países de cada fuerza militar actuante. En ese caso, Kuwait e Irak no retornarían a la situación anterior, sino que madurarían un proceso de transición interna hacia un mayor grado de pluralismo político y la consecución de un sistema político-constitucional respetuoso de los derechos humanos, del pluralismo religioso y de la división de poderes, asegurados por un Estado de derecho. Tal proceso sólo sería perturbado por la resistencia religiosa islámica frente al imperio de la ley y del derecho, que no es una creación occidental, sino que pertenece al patrimonio espiritual de la humanidad.
Comoquiera que los escenarios de los conflicto,1. en Oriente Próximo son precisamente orientales, esto es, que no se resuelven aunque parezca haber vencedores y vencidos, no parece útil seguir la pendiente exploratoria de todos los tipos imaginarios, que incluso para algunos exagerados observadores les llevan hasta la tercera guerra mundial. Imaginar, como hacía Carlos de Montesquieu, el contexto de una situación compleja e inabarcable, oriental, puede llevar en definitiva a una estimación en la que no puede percibirse otra salida duradera de paz para la región que por medio de la ardua negociación y mediante reglas de derecho internacional y justicia distributiva para todas las partes en conflicto, incluido el propio orden internacional perturbado y los intereses mundiales a los que afecta el bien industrial del siglo, el petróleo.
Un ordén superior
Irak y Kuwait deben respetar sus fronteras, pero esta premisa no es fácil cuando entre ambos pueden sumar más del 15% de las reservas mundiales de petróleo, lo que origina la necesidad de imponer un orden superior que les evite el cainismo permanente y envilezca sus relaciones, deteriorando la región y la zona, como ha sido el caso antes de agosto, llevando a las Naciones Unidas a sus resoluciones que culminan en la 678, determinante (del uso de la fuerza para restaurar las fronteras y derechos violados. No existe una doctrina elaborada sobre el orden internacional más que la que se desprende de su Carta Fundacional y de la declaración de la Asamblea formulada en 1974 sobre el nuevo orden económico internacional. La prerrogativa para su interpretación que proviene de la declaración de intervención del 17 de enero de 1991 por parte del presIdente de Estados Unidos tampoco se contiene en otros textosque no sean los que han sido aprobados por los órganos de Naciones Unidas. Y tampoco sirven las valoraciones de gendarme mundial para la posición hegemón-ica. norteamericana en el despliegue de la fuerza aliada, como sustitutiva del pretendido sistema de condominio mundial que han ejercido la URSS y EE UU desde 1945, aunque exista en los debates de los especialistas en el campo de las relaciones internacionales.
Mientras tanto no se conozcan, la opinión públilca mundial no puede valorar esos elementos para configurar la paz en Oriente Próximo y tampoco conoce cómo y quién ha de tomar la iniciativa de la conferencia de paz, sobre todo mientras no exista otro norte que la ocupación militar. Es, por tanto, evidente que no debe salirse de un caos conflictivo para dejarse conducir a un infierno de imprevisiones cuyo único objetivo se anclase en garantizar la producción y los precios estables del petróleo.
Europa
Muchas son las manifestaciones que tienden a exculpar la pasividad de los países y órganossupranacionales de Europa en la promoción de planes de paz para Oriente Próximo. Es cierto que no han faltado y que el diálogo euro-árabe ha sido un eje permanente de entendimiento, al menos por parte de la Europa comunitaria. Pero es igualmente un hecho comprobable que desde 1945 la actuación nacional o aliada de los europeos en el complicado ajedrez de Oriente Próximo no se ha visto coronado por el éxito, y de ahí el escaso respeto que los países de la zona muestran a las naciones europeas y su relación especial con Estados Unidos, superpotencia real para la región. Casi todo tiene arreglo salvo lo inevitable, reza un dicho popular. Europa puede y debe enmendarse y tomar iniciativas de paz en el ámbito de sus posibilidades, que no son pocas ni menores, para prefigurar un orden de paz duradero para el Golfo, el Mediterráneo oriental y las relaciones euro-árabes. Por lo pronto, un país, Suiza, neutral por excelencia, y una ciudad, Ginebra, han servido para posibilitar una esperanza de paz antes de la guerra. De Ginebra salió el plan de paz de 1973, que bien o mal ha regido precariamente hasta 1990. De las organizaciones internacionales de Naciones Unidas, o de las privadas, con sede en la ciudad, puede salir la conferencla de paz para el próximo periodo. Entre otras organizaciones internacionales, el Consejo de Ministros de la Comunidad Europea puede seguir pronunciándose por varias opciones, o combinando aspectos de seguridad, cooperación y foros estables de control y diálogo. Aceptando, por tanto, los debates y acuerdos del Parlamento Europeo y de otros Parlamentos nacionales, como el español, que se pronunció por un amplio plan de paz el pasado 18 de enero.
Un plan duradero sólo puede aspirar a consolidarse si la garantía de seguridad en las fronteras, en los derechos ciudadanos y iel respeto a las creencias de los demás logran abrirse paso frente al fundamental ismo, la intolerancia y el estado de agresividad permanente que se genera no sólo de puertas adentro, también entre quienes se encuentran detrás de la función. Desnuclearizar mediante la firma del tratado de no proliferación, imponer condiciones económicas justas y equilibradas, desarme militar y desarme del radicalismo en los espíritus, no serán empresas fáciles, pero sí deben serlo para árabes, europeos y americanos, que cofijuntamente han de construir un futuro diferente al de la guerra actual.
es catedrático de Derecho Político. Fue ponente de política general de la Asamblea del Consejo de Europa en 1989-1990.
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