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Enfriamiento entre Washington y Moscú

El parón sufrido por el proceso reformista en la Unión Soviética y la represión en las repúblicas bálticas han provocado un enfriamiento gradual en las relaciones entre Washington y Moscú que pone en peligro no sólo la conclusión de las conversaciones sobre reducción de armas estratégicas, sino la ratificación por parte del Senado norteamericano del acuerdo sobre armas convencionales en Europa firmado en París el pasado 19 de noviembre.Los síntomas de este enfriamiento son evidentes. El pasado miércoles, en un discurso ante el Club Económico de Nueva York, el presidente George Bush calificó de inquietantes los últimos acontecimientos registrados en la URSS, aunque, en su línea habitual, rindió tributo a las reformas emprendidas por Mijaíl Gorbachov.

Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, James Baker, fue más explícito en una intervención ante el comité de relaciones exteriores de la Cámara de Representantes, en la que criticó duramente el uso de la violencia en los países bálticos, las nuevas restricciones impuestas a la libertad de información y la ampliación de poderes a la policía y a los militares con la contundente frase: "La perestroika no puede imponerse a punta de pistola".

Durante su testimonio ante la Cámara, Baker anunció que no recomendaría la ratificación por el Senado del acuerdo sobre reducción de armas convencionales en Europa hasta que se resolvieran las controversias" surgidas sobre la interpretación del tratado.

Washington ha acusado a Moscú de intentar sustraerse a las restricciones sobre tropas y material fijadas en el acuerdo sobre fuerzas convencionales en Europa reconvirtiendo tres divisiones de Infantería mecanizada en "unidades de defensa costera", no incluidas en el Acuerdo de París.

Por su parte, el secretario de Defensa de EE UU, Dick Cheney, en una declaración ante el comité de servicios armados de la Cámara, hecha horas antes de emprender viaje a Arabia Saudí, manifestó que la difícil situación que atraviesa la Unión Soviética "podría hacernos reconsiderar y dar marcha atrás" en las reducciones del presupuesto militar sometido por la Casa Blanca al Congreso.

Cheney manifestó que "la mayor amenaza futura para los vecinos de la Unión Soviética puede provenir de la incapacidad de Moscú para controlar los acontecimientos dentro de sus propias fronteras, más que de una improbable expansión militar". Con esta declaración, Cheney se hacía eco de los temores expresados por varios sovietólogos sobre la posibilidad de que el armamento nuclear soviético cayera en "manos irresponsables" en caso de que los enfrentamientos actuales entre las repúblicas separatistas y el poder central degenerasen en una guerra civil.

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