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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán y la guerra

LA PROPUESTA de paz lanzada recientemente por el presidente de Irán, Hachemí Rafsanyani, no parece ser muy distinta de otras ofertas que prevén una solución regional a la crisis del Golfo: alto el fuego, retirada de Kuwait de las tropas iraquíes, retirada del Ejército aliado y sustitución del mismo por un contingente de la Liga Árabe o cuando menos regional, mediación por parte de las potencias de la zona, etcétera. Es probable que tenga el mismo fin que los planes anteriores -y a juzgar por la negativa reacción del Gobierno de Washington, eso es precisamente lo que va a pasar, pese a la alabanza con que la ha acogido el secretario general de la ONU-, pero al menos tiene una nueva virtud: el número de políticos de varios países que han intervenido en su discusión y elaboración.Destaca la presencia del viceprimer ministro iraquí., Saadun Hamadi, muy próximo a Sadam Husein. Suponer que Irak no está lejos de la formulación de un plan de esta naturaleza no sólo es bueno por cuanto significa de aproximación a la paz, sino porque nos aceirca al verdadero objetivo de la guerra: el cumplimiento de las resoluciones de la ONU. En las reuniones que han precedido a la formulación de la propuesta también han estado involucradas personalidades como el líder argelino Ben Bella; Abdel Jalim Hadam, vicepresidente de una Siria que acaba de sumarse a las operaciones bélicas contra Irak, y François Scheer, secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores galo. Francia, país comunitario plenamente involucrado en la guerra, pero que ha padecido la erosión de la débil postura adoptada por la CE, mantiene una intensa actividad diplomática en el Golfo.

Irán es uno de los enigmas del actual escenario de la guerra del Golfo. Tras ocho años de cruel guerra con su vecino Irak, las autoridades de Teherán declararon el 1 de febrero jornada oficial de solidaridad con el pueblo hermano de Irak. El 22 de enero, pocos días después de iniciada la guerra, se producía en la capital iraní una gigantesca manifestación encabezada por el hijo del ayatolá Jomeini, Ahmad, junto a varios ministros y numerosos parlamentarios. Su objetivo era denunciar "el compló colonial para cambiar el mapa político del mundo".

La razón de la llegada a Irán de más de 100 aviones iraquíes constituye un misterio militar y político que no es fácil de descifrar. Las dudas surgieron inmediatamente: ¿fuerza aérea de repuesto, aviación para la guerra desde trampolines neutrales o medida de conservación para un futuro en paz? Considerando la posición de Irán parecería que lo más natural es esta última posibilidad.

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Con 1.200 kilómetros de frontera con Irak y una economía muy resentida por la imposibilidad de exportar petróleo por el golfo Pérsico, el deseo de equidistancia iraní ante la guerra del Golfo se ve igualmente en peligro por la evolución del conflicto: para el sector más pragmático del régimen que encabeza el presidente Rafsanyani, el mantenimiento de la neutralidad es un objetivo fundamental. Las dimensiones del contingente militar de EE UU y sus coligados a escasas millas de Irán tienen envergadura suficiente como para disuadirles de cualquier veleidad proiraquí. Sin embargo, no puede desdeñarse el atractivo que encierra el hecho de que Sadam Husein ofrezca ahora a Irán buena parte de las reivindicaciones mantenidas durante la guerra que libraron ambos, principalmente la soberanía sobre el disputado estuario de Chat el Arab. Es razonable, por tanto, que la salida intermedia que tienta al Gobierno de Irán sea la posibilidad de una mediación en el conflicto.

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