No hay noticia sin información
Después de más una semana de cobertura televisiva en directo y de un seguimiento atento por parte de la prensa, el hecho que más llama la atención en la Operación Tormenta del Desierto es lo poco que sabe el público norteamericano sobre los acontecimientos que tienen lugar en el golfo Pérsico. Debido a las restricciones impuestas por el Pentágono, rara vez tantas personas han trabajado tanto para transmitir tan poco.Estas restricciones se presentan como necesarias para proteger los intereses nacionales, y pocos se atreverían a pedir una información que pusiera en peligro a las tropas. Sin embargo, las restricciones perjudican la seguridad nacional de una forma igualmente crítica, al impedir que una información completa llegue al público.
Los periodistas destacados en el Golfo han informado de poco más de lo que les han dicho las autoridades. El resultado es una ampliación de declaraciones oficiales que no pueden verificarse independientemente ( ... ).
Pero el vacío informativo ha tenido otro resultado inesperado. Los propios medios se han convertido en el sujeto de la noticia. Los televidentes ven el drama de unos informadores que se ponen las máscaras antigás y que corren hacia los refugios, y de los reporteros de la CNN tirándose debajo de las mesas en medio del estruendo de las explosiones. Y es que, aunque se ha mostrado el proceso de recogida de la información, la propia labor periodística ha sufrido un cortocircuito y los espectadores no han recibido como resultado sino el rumor sin desbastar ni procesar. Las informaciones de la NBC y de la ABC sobre ataques de armas químicas contra Israel y las de la CBS sobre una represalia israelí apuntan las preocupantes consecuencias de este proceso. Mientras las cadenas luchan por la primicia informativa, el público y las esferas de decisión se ven Innecesariamente sometidos a vaivenes desconcertantes que empañan su criterio tanto a corto como a largo plazo.
Credibilidad en entredicho
La credibilidad de los medios de comunicación y del Gobierno no puede dejar de resentirse. Aun así, la televisión no puede ser culpada de presentar las noticias de esa forma, en ausencia del interés de los militares de EE UU por confirmar o desmentir tales rumores. En lo que se refiere a la prensa, ésta ha podido eludir la nebulosa de guerra por ser un proceso más lento, pero a causa de las restricciones del Pentágono no ha podido ni obtener una información veraz (como declaraba The Washington Post la semana pasada) ni eludir lo que había de erróneo en ella.
Las restricciones informativas han servido para desviar la atención sobre las cuestiones esenciales del debate -tales como la posición que ocupará EE UU en el mundo árabe cuando hayan regresado a casa las tropas- hacia la admiración por, la tecnología de EE UU. El conocimiento detallado del misil Patriot no puede sustituir a la información sobre el desarrollo político y militar de la guerra. Como ha señalado Deborab Amos, de la National Public Radio, "lo que se está viendo es demasiado de la guerra, y lo que no se ve es el contexto de la guerra".
Las piezas del rompecabezas no encajan todavía; el público ha tenido que evaluar por sí solo una historia inconexa, entretejida de adjetivos triunfalistas. Por cada imagen de una bomba que acierta en el objetivo, y cuya difusión permite el Pentágono, ¿cuántas otras han fallado su objetivo? ¿Qué significa una tasa de aciertos del 80%? Aunque la Guardia Republicana Iraquí pueda no haber sido "diezmada", como informó en un principio Wolf Blitzer, de la CNN, ¿qué ha ocurrido con ella9 Y, teniendo en cuenta la tradición de la política de EE UU a favor de la guerra justa, 6cuál ha sido el precio en vidas humanas del ataque sobre Irak?
Las cadenas han cubierto el vacío (le noticias con expertos, mapas e información de apoyo. Pero esto sólo ha servido para crear un simulacro de información donde sólo existe especulación. (...)
Antecedentes en EE UU
El Gobierno de EE UU tiene una larga tradición en la imposición de restricciones informativas a la prensa en tiempo de guerra. Andrew Jackson suprimió los permisos a los peirodistas para ir al frente en la guerra de 1812.
Unos cien años más tarde, William L. Laurence, de] diario The New York Times, fue escogido por el Manhaltan Pro¡ect para informar sobre el desarrollo de la bomba atómica, pero le fue prohibido informar hasta después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. Hasta la guerra de Vietnam la prensa no había reclamado un mayor derecho a la información, pero el periodismo más dinámico pronto se enfrentó a la enemistad del Pentágono, que le acusaba de ofrecer una visión distorsionada de la guerra. El resultado fue las nuevas restricciones a la prensa en Granada y Panamá (...), y todavía carecemos de una historia completa de lo que ocurrió en esas dos invasiones militares.
Hoy, en Arabia Saudí, los periodistas se ven obligados a trabajar bajo la supervisión de los funcionarios de prensa de] Pentágono, y deben presentar sus crónicas para "revisar si contienen información reservada", según se recoge en sus Directrices para los medios de comunicación. Pueden llamarlo como quieran, pero tales prácticas equivalen a una censura previa.
La guerra es la expresión de un país, en la medida en que revela los valores por los que está dispuesto a sacrificar su hacienda y la vida de sus jóvenes.
Para que la democracia goce de buena salud se hace necesaria la existencia de un discurso público bien informado, completo y libre, sobre la guerra. En su lugar, las restricciones de] Pentágono están produciendo una imagen distorsionada de los sucesos que imposibilita la existencia de esa ciudadanía informada, que como escribió Jefferson es la mejor defensa de la democracia.
M. Schiffer y M. F. Rinzler pertenecen al Centro para la Guerra, la Paz y los Medios de Comunicación de la Universidad de Nueva York.
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