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La Administración se encuentra semiparalizada, a la espera del cambio de Gobierno

Luis R. Aizpeolea

Los altos cargos de la Administración están pendientes de la solución de una crisis de gobierno que no termina de producirse. Salvo los departamentos de Exteriores, Defensa, Interior y el equipo de apoyo al presidente del Gobierno, cuyos dispositivos permanecen en un alto grado de tensión a causa de la crisis internacional y sus consecuencias para España, en el resto de los ministerios se advierte una clara sensación de compás de espera. Los ministerios políticos han reducido al mínimo su actividad, mientras que los departamentos inversores prosiguen sus tareas.

Las relaciones del Estado con las administraciones autonómicas y municipales. algunos proyectos de ley y los nombramientos pendientes de altos cargos padecen la situación de provisionalidad de la vida política, creada tras la dimisión del vicepresidente del Gobierno y la expectativa de una inminente remodelación del Gabinete.La Comisión de Subsecretarios celebró ayer Una breve reunión para preparar el Consejo de Ministros de mañana, en un clima presidido por la ausencia de cuestiones importantes, que prolonga el existente en las dos semanas precedentes. Algunos ministros que despachaban con Alfonso Guerra se muestran especialmente desorientados como se encarga de recordar con frecuencia la titular de Asuntos Sociales, Matilde Fernández.

La menor actividad en la toma de decisiones importantes es algo que ya se venía registrando desde hace bastantes meses. Durante este período ha sido muy reducido el número de cuestiones importantes que han pasado al debate del Consejo de Ministros.

Pendientes de fecha

La maquinaria administrativa funciona en lo que se refiere al despacho de asuntos corrientes, pero la situación es diferente al máximo nivel de la estructura. Los ministros han contenido toda iniciativa que no sea de corto plazo, dada la incertidumbre de su continuidad en el Gobierno. También se mantienen, "pendientes de fijación de fecha", las reuniones que implican compro-nisos internacionales del Gobierno español (al margen del seguimiento de la guerra del Golfo), o de la Administración central con las autonómicas y los municipios, hasta que se cierre la remodelación del Gabinete.Esta situación afecta a las negociaciones de carácter social, que en estos momentos se limitan a abordar conflictos en carne viva, como el del Plan de Empleo Rural (PER). No hay, nuevas aportaciones para concretar el pacto de competitividad de la economía española, reiterado por el ministro de Economía, Carlos Soclchaga, durante los últimos tres meses. Algunos aspectos de los preparativos del 92 o la puesta en práctica del polémico aicuerdo sobre la construcción ce la autopista catalana del Nlaresme se hallan afectados por la provisionalidad del Gobierno.

No obstante, la diferencia es importante entre los ministerios políticos y los departamentos inversores. Estos, que cuentan con el aval presupuestarlo, prosiguen su actividad. Pero los ministerios políticos se ven afectados en sus proyectos legislativos. Asuntos tan importantes como el nuevo Código Penal, la ley de seguridad ciudadana y la reforma fiscal esperan a que el presidente del Gobierno decida cuál va a ser su nuevo equipo.

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La evolución de la guerra

La mayoría de los ministros carece de datos firmes sobre su propio futuro, y sólo los miembros del minigabinete de crisis -Narcís Serra, Francisco Fernández Ordóñez y Rosa Conde- se mantienen en diario contacto con el presidente del Gobierno, Felipe González.El planteamiento de los cambios no ha variado respecto al existente en las fechas inmediatamente posteriores a la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente. Una vez más, se invoca la evolución de la guerra en el Golfo para explicar el aplazamierito de ás re s puestas a las muchas incógnitas que ha abierto la salida del Gobierno de Alfonso Guerra, quien, sin embargo, abandonó el Ejecutivo en vísperas del estallido de la guerra.

Desde la perspectiva de la organización del PSOE, se mantienen las sugerencias y peticiones ya expresadas -no de modo oficial- en las fechas posteriores a la dimisión de Guerra. Los dirigentes socialistas son partidarios de un cierto equilibrio de tal manera que si la política económica queda confiada a Carlos Solchaga, y Narcís Serra o Javier Solana ocupan puestos relevantes en el nuevo Ejecutivo, no se produzca la marginación de las personas más caracterizadas de la ejecutiva del PSOE en el equipo futuro de Felipe González.

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