De hombre de la calle a lider de guerra
Major recibe un apoyo similar al que tuvo Thatcher durante la guerra de las Malvinas
El estallido de la guerra ha volatilizado la prevención que mostraban los británicos días antes, y cuatro de cada cinco están ahora a favor de la intervención del Reino Unido en el Golfo. El porcentaje asciende hasta el 84% cuando se trata de medir el apoyo que suscita la contenida firmeza de John Major, sucesor inexperto de una primera ministra que ascendió al Olimpo internacional por su agresiva dirección de la guerra de las Malvinas. Major ha tenido que transformarse, cuando aún no ha cumplido dos meses en el 10 de Downing Street, en líder de guerra.
La inevitabilidad del conflicto armado ya estaba en el aire a finales de noviembre, y una de las muchas incógnitas que planteaba el nuevo premier era la de cómo iba a llenar con su apariencia de hombre de la calle el vacío dejado por una Margaret Thatcher cuya imagen se había convertido en prototipo de amazona.El contraste entre ambos no puede ser más llamativo. La visceral agresividad de Thatcher -puesta de manifiesto el mismo día en que estalló la guerra, cuando hizo una declaración cuyo tono traicionaba su sentimiento de león enjaulado- se ha visto sucedida por un temperamento contenido, nada estridente y ajeno a la épica shakespearíana que era connatural en la dama de hierro.
Todas sus intervenciones públicas -lo mismo en debates parlamentarios, ante la prensa o en su mensaje a la nacion- han venido transidas de un aire de frustración por tener que ir a la guerra y, al tiempo, de determinación de llegar hasta el final sin pestañear en una tarea que, no deja de repetir, será larga y difícil.
Matices
A un Major falto de carisma le ha favorecido la subsidiaridad de las fuerzas británicas a las norteamericanas y su propia dependencia de lo que decida Washington, delatada cuando, al interrogársele en los Comunes sobre si la guerra terminará cuando Sadam Husein sea expulsado de Kuwait, respondió: "Supongo que terminaremos el actual conflicto cuando eso ocurra". Es imposible imaginarse a Thatcher, cuyos allegados le atribuyen el poner acero en la determinación político-militar de George Bush al comienzo de la presente crisis, matizando sus asertos y asumiendo mansamente el segundo plano que ocupa Major. El norteamericano y el británico hablan tres veces por semana.
La campaña en el Golfo cuenta con el 80% del apoyo popular, según un sondeo pulicado el pasado domingo, apoyo muy ligeramente inferior al que suscitaron los estadios iniciales de la guerra de las Malvinas, pero las calles no vibran ahora con el patrioterismo de entonces.
Es una sorprendente situación, dado que el 60% de los británicos cree que merece la pena el sacrifico humano de sus soldados por la liberación de Kuwait y sólo el 44% opinaba lo mismo con respecto a las islas australes.
El sondeo indica que el 84% de los ciudadanos está satisfecho con el modo en que Major se desenvuelve en esta crisis, lo que lleva a concluir que la relativa austeridad y ausencia de triunfálismo del primer ministro ha calado en el sentir popular.
"Es un gran alivio que sea él y no la señora Thacher" quien dirija ahora al país, confesaba la pasada semana un ex ministro a The Independent. El político venía a felicitarse por que Major estuviera más a tono con el sentir de la nación de lo que hubiese estado predecesora. El espectáculo político es mucho más gris, y Major ya está sacándole partido, personal y para su partido.
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