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La auténtica tragedia del pueblo palestino

Sami Naïr

A la vista de la actual política del Gobierno israelí, la única cuestión que puede plantearse es la siguiente: ¿qué hacer con el pueblo palestino? ¿Sería procedente, como ya hizo el imperio romano cristianizado con los judíos, dispersarlo e incluso intentar destruirlo, o bien, como creen algunos, "encontrarle" una patria de recambio, Jordania valga por caso, tratando de destruir así un Estado vecino y soberano con tal de desembarazarse de esta lacerante cuestión? El pueblo palestino vive una verdadera tragedia que tiene lugar, terrible ironía de la historia, en un contexto psicológico que el pueblo judío conoce con creces, puesto que lo ha vivido durante muchos siglos en el pasado. Los palestinos de los territorios ocupados se hallan hoy escindidos del mundo: Gaza, Cisjordania e incluso Jerusalén se han convertido en un amplio campo sitiado por el Ejército israelí donde todos los días niños, mujeres y hombres son asesinados. Sobre la trama sangrienta de esta situación es donde se tejen todos los conflictos de Oriente Próximo.Ya no es un secreto para nadie que el pueblo palestino, en su mayor parte, ha sido arrancado de su patria multisecular, expulsado, despreciado y hoy constantemente reprimido por Israel. Peor aún, no solamente ha sido durante muchos años el juguete de su propia dirección política, irrealista y a veces irresponsable, que no quería comprender la naturaleza de la reivindicación nacional israelí, sino también la víctima de la demagogia de los Estados árabes que se servían de la causa palestina como de un mito salvador que enmascaraba la más prosaica realidad de sus dictaduras.

Hoy las cosas han cambiado; avezados por la experiencia, analizando mejor la naturaleza de los regímenes de la región, de sus intereses y de las relaciones de fuerza existentes, los palestinos han definido una estrategia basada en una idea fuerte, puesto que es justa, la de que la paz es posible sobre la base del mutuo reconocimiento de los derechos de cada uno. Los palestinos han llegado a esta idea no porque hayan sido vencidos en el terreno, sino porque la revuelta de su pueblo, la Intifada, ha mostrado y muestra diariamente su rechazo a la dominación israelí sobre los territorios ocupados desde 1967, su apoyo a la OLP y la irreductibilidad de su voluntad de independencia, aunque tengan que enterrar todos los días a los hijos caídos bajo las balas del ocupante.

Ahora bien, Israel nunca ha estado tan ciego. He ahí un Estado que lleva en sí mismo la memoria de un sufrimiento milenario y de una dramática dispersión, pero ¿cuántos muertos serán necesarios para que a su vez deje de sembrar el sufrimiento y la dispersión? Inténtese, por ejemplo, comprender algo a propósito del comportamiento de los actuales dirigentes de Israel: dicen que la OLP, que "no es representativa" de los palestinos, nunca aceptaría la organización de unas elecciones libres, preconizadas por el señor Shamir, en los territorios ocupados. Para su gran sorpresa, la OLP ha aceptado el principio de estas elecciones, pero ahora es el señor Shamir quien no las quiere. El Gobierno de Israel decía que se negaba a negociar con la OLP porque esta organización quería, de hecho, destruir a Israel -argumento aberrante vista la relación real de fuerzas-, que practicaba el terrorismo y que no reconocía la existencia de Israel; ahora bien, ante los representantes de] planeta entero, la OLP ha declarado oficialmente en la ONU que reconocía al Estado de Israel, que renunciaba al terrorismo y que quería crear un Estado separado de Israel, pero Shamir, obstinadamente, sigue negándose a negociar.

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Consecuencia de todo ello ha sido que, durante el año 1989 y hasta el 2 de agosto de 1990, es decir, hasta la entrada en escena de Sadam Husein, la OLP ha estado condenada al ostracismo, sufriendo, además del rechazo israelí, los caprichos de la diplomacia americana, que un día sí y al siguiente no decide ejercer presiones sobre su aliado israelí.

¿Cómo interpretar la intransigencia israelí? ¿Cómo explicar esta estrategia que busca, el reconocimiento, pero que lo rechaza cuando lo obtiene? Para todo ello no hay más que una respuesta de fondo: la política de la coalición gubernamental de derecha y de extrema derecha que gobierna en Israel está basada en la idea de que "no existe" problema nacional palestino, sino simplemente una confrontación entre Israel y los árabes, confrontación centrada en un problema de fronteras a sabiendas de que Israel, pese a que por necesidades de la causa ha rebautizado Cisjordania como "Judea y Samaria", no ha dejado en claro. de qué fronteras se trata, si de las de 1948, las de 1967, las de 1973 o las imaginarias de Eretz-Israel.

Muy claramente se ve la operación mental inducida por esta visión de las cosas, pues elimina en sus discursos la palabra "Palestina" para mejor aplastar en la realidad la contestación nacional palestina. Pretende sustituir esta cuestión nacional por una guerra de etnias, de confesiones, es decir, y en pocas palabras, un asunto entre judíos" y "musulmanes". Y el drama radica en que esta operación encuentra evidentemente un eco, al menos en el aspecto confesional, con la emergencia y después con el desarrollo de un movimiento religioso musulmán -Hammas- que amenaza, además de a los judíos en tanto que judíos, a la OLP en tanto que movimiento político laico y modernista.

Esta situación es insostenible. La Intifada ha alterado todos los esquemas; un pueblo se ha alzado con las manos llenas de piedras desafiando abiertamente la ocupación militar. Este pueblo existe como nación, igual que los israelíes, y su representación, la OLP, no puede ser contestada por nadie, por Israel menos que por ningún otro. Ante los territorios ocupados, Israel se halla en una situación colonial clásica; igual que Francia hubo de negociar con el FLN argelino, EE UU con el FLN vietnamita, África del Sur con los namiblos, de igual manera Israel debe dialogar con la OLP. Creer lo contrario es instalarse en una lógica de guerra y de destrucción del pueblo palestino con efectos devastadores para el mundo entero. En este contexto de rechazo absoluto es donde los dirigentes árabes más contestados pueden revestirse con la santa túnica de "salvadores"; ¿cómo explicar de otra manera que Sadam Husein pueda aparecer a las poblaciones árabes y palestinas como una esperanza? La cuestión de las "conexiones" entre los conflictos de Oriente Próximo no es un asunto de lógica o de geografía; es, para la mayoría de la opinión pública árabe, una cuestión de contexto histórico y de justicia. Es inaceptable que el derecho internacional caiga con el rigor de la espada cuando se trata de Irak y que se diluya en murmullos cuando se trata de Israel. Sadam Husein ha comprendido muy bien el partido que podía sacar de esta situación. Al hacer de la cuestión palestina la clave de cualquier evolución de la posición iraquí sobre Kuwait, sabe bien que está realizando una triple operación: camufla, ante todo, los intereses estatales de Irak, pone en evidencia la impunidad mundial de la que se beneficia Israel y desestabiliza la posición de los Estados árabes que van a remolque de Estados Unidos.

Esta estrategia, por rebuscada que parezca, pone, sin embargo, el acento sobre un problema central de este fin del siglo XX: no habrá paz en el sistema regional de Oriente Próximo hasta que la cuestión palestina no se haya resuelto, no habrá Estado de Israel seguro hasta que no haya un Estado palestino, de igual manera que éste, a su vez, no será posible más que si la OLP es capaz, luchando contra las actitudes irracionales y el integrismo, de seguir explorando todas las vías posibles para el diálogo y para la paz. Israel tiene derecho a existir. Palestina también. ¿Qué hacer con el pueblo palestino? La respuesta es simple y es la única que tiene visos de triunfar: reconocer el derecho a la libre autodeterminación de este pueblo. Y conseguir que la razón se imponga al odio.

es profesor de Ciencia Política en la Universidad de París VIII.Traducción: J. M. Revuelta.

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Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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