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El Golfo y la cuestion palestina

La llamada cuestión palestina, que durante largos años ha constituIdo la clave del desarrollo de los procesos en Oriente Próximo, está resultando igualmente decisiva en la última y más importante crisis originada en la región, la crisis del golfo. Desde los primeros momentos de la crisis, iniciael 2 de Agosto, hasta los últimos intentos por evitar un Final sangriento, el último de los cuales tuvo lugar ayer en la ciudad suiza de Ginebra.No entro en consideración sobre el descaro con que Sadam Husein ha intentado relacionar su agresión al emirato con la defensa de la causa palestina. Pero no se puede esconder el hecho de que el que debería haber sido el primer instrumento para abordar la crisis (la ONU revitalizada en su función dentro del nuevo clima de relaciones internacionales) ha estado desde el inicio expuesto a la crítica de la confrontación entre la energía con que se exigía el cumplimiento de las resoluciones sobre Kuwait y la falta de decisión que, en cambio, ha existido en el pasado para la puesta en acción de las resoluciones sobre el conflicto palestinoisraelí.

En relaci ón a esta cuestión, es necesario, sin embargo, hacer algunas precisiones. Aparte el argumento de quienes rehúsan establécer un paralelismo exacto entre la agresión a Kuwait por parte de Irak y la ocupación de territorios ajenos por Israel tras la guerra árabe- israelí de 1967, es importante recordar que la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque adoptada en el año 1967, no se encontraba en condiciones de ser realistamente aplicada hasta época reciente y, en todo caso, a través de procedimientos más complicados que los relacionados con la retirada de las tropas de Irak de Kuwait.

Resoluciones de la ONU

Conviene tener presente a este respecto, que el consentimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), indispensable para la aplicación de la Resolución 242, no se produce hasta finales de 1988, cuando el Consejo Nacional Palestino adopta la decisión histórica de aceptar dicha resolución, junto con todas las restantes relativas a Palestina, reconociendo implícitamente el derecho a la existencia del Estado de Israel.

Por otra parte, la Resolución 242 del organismo multinacional, que llama no sólo a la retirada de los territorios ocupados por Israel, sino también al reconocimiento del derecho de los Estados de la región a existir dentro de fronteras seguras, no puede ser puesta en práctica si no es a través de un proceso cuyo ámbito lógico de desarrollo es el de una conferencia internacional bajo el impulso de la ONU. Ésta es la línea que ha fundamentado la doctrina de la Comunidad Europea en relación a la cuestión de la conferencia internacional, expresada desde la Declaración de Venecia (1980), repetida de forma aún más clara en la cumbre de Madrid (1989) y evocada igualmente a raíz de la actual erlsis del golfo Pérsico. Como es sabido, esta doctrina no es aún de manera oficial la de la ONU, a causa fundamentalmente de la oposición de Estados Unidos puesto que la misma recibe el consenso de la casi totalidad de la comunidad internacional, comprendida la URSS y los No Alineados.

¿Qué es lo que ha cambiado en este panorama desde la crisis del Golfo? Fundamentalmente, una cosa: la manera en que es vista la ONU como ámbito de cooperación y no de enfrentamiento entre las grandes potencias y el desafio para la propia ONU de mostrar su capacidad -a partir de este nuevo clima de cooperación- de abordar de manera adecuada todos los conflictos, y no sólo el de Kuwait. Este es el auténtico linkage político entre la cuestión kuwaití y la palestina, que, por lo demás, no tiene nada que ver.

Doble reflexión

Desde una perspectiva europea, las anteriores consideraciones conducen a una doble reflexión. La primera de carácter crítico, por la falta de decisión para plantear con fuerza estos argumentos a lo largo del desarrollo de la crisis. El temor de aparentar debilidad ante Irak ha impedido impulsar una línea de actuación que hubiera reforzado notoriamente la autoridad de la ONU. A este respecto produce sonrojo que los intentos de promover una resolución del Consejo de Seguridad contemplando la doctrina de la conferencia internacional hayan quedado a cargo de países como Colombia o Malaisia, con los Estados europeos manteniendo un perfil discretísimo.

Pero, aparte de esta crítica por la actitud mantenida en el inmediato pasado -que ha determinado, además, que EE UU haya ido sustituyendo progresivamente su protagonismo al de la comunidad internacional-, es necesario decir que en el momento presente, en vísperas de la fecha límite del ultimátum a Irak, una iniciativa europea -de la Comunidad en cuanto tal o de algunos de sus Estados-, puede ser la última opgrtunidad de evitar el conflicto. Este es el valor de la posición apuntada por el presidente Mitterrand, apoyada por las cancillerías de otros países europeos.

En esta deseable iniciativa europea es evidente que un punto clave debe ser precisamente la insistencia en la solución de la cuestión palestina en la conferencia internacional sobre Oriente Próximo. La CE no debe tener reparos en insistir en los momentos actuales sobre algo que constituye su posición tradicional desde hace tiempo. Especialmente, si con ello se contribuye, además, a la causa de la paz.

es diputado europeo en el grupo parlamentario Izquierda Unitaria Europea.

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