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"Perderlo todo es muy bestia"

La explosión de gas natural registrada en el número 111 de la calle de Comte Borrell cogió a Manuel Barrios y Lidia Larrigola, una joven pareja sin hijos, fuera de casa por pocos minutos. Él es ayudante de realización en TV-3 (canal autonómico) y ella, profesora de institu to. Como el resto de afectados, se alojan en el hotel Aragón.Desde hace cinco años vivían en un piso de alquiler, con contrato indefinido, y todavía están pagando un crédito que solicitaron para hacer algunas reformas en la vivienda. El siniestro les dejó prácticamente sin nada. "Lo que recuperamos cabía en un coche", afirma Ma nuel. Se han quedado en la calle y sin ningún amparo legal.

"Esta situación es insopor table. Perderlo todo es muy bestia, es una situación irreal" señalan. La mayor pérdida es la biblioteca, que consideran "un trabajo irrecuperable". El estudio donde estaba situada se sal vó de la explosión, pero fue de rribado por los bomberos durante la búsqueda del cuerpo de uno de los tres muertos.

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"Ni pasándote a ti te haces cargo del todo", dicen. Las navidades han sido un paréntesis que les ha permitido olvidar su situación durante algunas horas. "Lo peor viene ahora, el día a día...", señala Lidia.

Ambos consideran que la respuesta del Ayuntamiento "ha sido muy buena" en cuanto a la ayuda inmediata, pero quieren comprobar hasta dónde llegará esta voluntad cuando se trate de buscarles una vivienda.

Rosa Sals Domingo vivía con su hija en el número 109 de la misma calle, en el edificio contiguo al siniestrado. Rosa Sals, viuda y con casi 80 años, estaba en su casa en el momento de la explosión. Su piso se derrumbó parcialmente y ella fue rescatada por los bomberos. "Fue horroroso", recuerda, "pero en ningún momento pensé que tenía que morir".

Su semblante es, pese a todo, risueño. "Estoy más afectada de lo que aparento", aclara señalando que siempre ha tenido un carácter "duro" y poco dado a lamentaciones. Ha perdido la casa, también de alquiler -"se me hace extraño que no tenga que volver", reconoce-, y gran parte de sus enseres y de los de su hija.

No soporta llorar y sólo lo hace, inevitablemente, de emoción cuando la "ablandan con agasajos". Por esta razón evita cada año, "con pretextos", ir a casa de sus familiares con motivo de las fiestas de Navidad. Este año, sin embargo, "no ha habido pretexto para no ir".

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