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El papa Juan Pablo I no murió en la cama, según han revelado ahora sus familiares

Juan Arias

Albino Lucían¡, el papa Juan Pablo I, apodado El Meteorito porque su pontificado, uno de los más breves de la Iglesia, duró sólo 33 días, no murió en la cama leyendo el Kempis, como había sostenido el Vaticano hasta ahora, sino sentado en su mesa de trabajo mientras examinaba un documento secreto que le había pasado la Secretaría de Estado. El hermano y una sobrina del Papa aseguran también que el testamento de Juan Pablo I ha desaparecido.

La revelación, llamada a remover de nuevo una muerte que siempre fue considerada misteriosa, la acaban de hacer al periodista Flavio Corazza, de La Stampa, el hermano del papa difunto, Eduardo, presidente de la Cámara de Comercio de Belluno y militante de la Democracia Cristiana, y su sobrina Pía Basso, profesora de literatura y viuda desde hace dos años, quienes han añadido que también el testamento que Juan Pablo I había escrito en el Vaticano ha desaparecido.El Vaticano, por su parte, ha señalado que para ellos sigue siendo válido el comunicado oficial emitido en la misma mañana de su muerte. Los dos familiares del papa difunto, católicos fervorosos ambos, habían conservado el secreto porque les habían convencido de que lo sucedido pertenecía "a un designio inescrutable de la Providencia".

Sentado en su mesa

La sobrina Pía ha afirmado ahora: "Aquella misma mañana, antes de las siete, me telefoneó don Diego Lorenzi, su secretario, y me dijo: 'Su tío ha muerto. Estaba trabajando sentado en su mesa de despacho. Lo encontró muerto la madre Vincenza, pero vamos a decir a todos que estaba en la cama y que lo encontró cadáver John Magee", explica la sobrina del Papa.

"Mi tío, cuando era papa, iba a dormir muy tarde. Se encerraba en su habitación después de cenar y leía hasta media noche. Leía los informes supersecretos que le enviaban de la Secretaría de Estado. En aquel momento seguía lo que pasaba en Panamá y en Nicaragua...".

"La tarde de aquel jueves 28 de septiembre de 1978 estaba leyendo aquellos informes. La luz estaba encendida y lo encontró muerto la madre Vincenza, la monjita que lo atendía. Se decidió decir que lo había encontrado el sacerdote irlandés porque no parecía bien que se supiese que una monja entraba en su habitación". La sobrina del papa Lucíani ha explicado que el cuerpo de su tío estaba aún en el sillón, con los brazos apoyados sobre él y la cabeza reclinada hacia el suelo.

El hermano del Papa, Eduardo, de 74 años, cuenta que tres días antes de su muerte fue a visitarlo antes de marcharse a Australia. "Nosotros nunca nos habíamos besado ni abrazado, pero aquella tarde él quiso besarme, y me abrazó con fuerza. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Pero yo me fui con un misterioso presentimiento dentro".

En sus otros encuentros con el Papa éste nunca le había hablado del caso Marcinkus, el presidente del IOR, el banco del Papa, con quien el futuro Juan Pablo I había tenido roces muy duros cuando era aún patriarca de Venecia. Pero antes de ser elegido papa le confió: "Por desgracia, hasta los bancos fundados por los católicos y que deberían disponer de gente de confianza se apoyan en personas que de católicas no tienen ni el nombre".

Eduardo desmiente categóricamente la visión de un papa "frágil, incapaz de llevar sobre sus hombros el peso que le había caído". Y como último misterio, el de su testamento. Según la sobrina Pía, al ser elegido papa, su tío pidió a un sacerdote que recogiera el testamento que había escrito de puño y letra cuando estaba en Venecia y que lo rompiera.

El sacerdote no se atreví¿> a hacerlo y se lo llevó lacrado a Roma. Allí, delante de él, Juan Pablo I lo rompió y lo echó a la papelera. Y la familia sabe que escribió enseguida uno nuevo. "Pero aquel nuevo testamento,", dice la sobrina, "nunca se ha podido encontrar".

En realidad, el papa Luciani, afirma la familia, no tenía propiedades. Había regalado antes lo poco que tenía. Al parecer, una de las cosas que decía en el testamento era que quería ser enterrado "bajo tierra", como Pablo VI, y no en un mausoleo. Sin embargo, su cuerpo descansa hoy, como el de muchos de sus predecesores levantado del suelo en una urna.

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