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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuerza de la libertad

TIENE EL rey Juan Carlos el don de sintonizar con el español común. Por ello, precisamente, se ha ganado con creces la popularidad de que disfruta entre sus conciudadanos. Quince años de reinado han consagrado a la Monarquía de una forma que era impredecible cuando el Rey juró su cargo ante las Cortes. Han hecho de él una figura esencial en los graves momentos de la restauración democrática, han constatado su olfato político y le han llevado, paradójicamente, a intervenir menos en la vida política y más en la estructura social de la España cotidiana.El discurso que pronunció en Nochebuena es muy significativo de esta circunstancia personal. Don Juan Carlos ha aprovechado cada oportunidad navideña de los pasados 15 años para referirse a los problemas que preocupan a sus conciudadanos en ese momento. Por eso empezó su alocución con una larga referencia a la situación internacional. La provocó, sin duda, el deseo de propagar la idea de que el futuro nos exige salir del encierro egocéntrico que nos ha sido propio, de la obsesión con nuestra política y, a la vez, el compartir los problemas y esperanzas de toda la humanidad. Si España forma irremediablemente parte de una Europa que se construye aceleradamente en este final de siglo, es imperativo que participemos de los acontecimientos que conforman el proceso: la acelerada caída de los muros; la aparición, en el centro y este de Europa, de sociedades pluralistas estructuradas a partir de valores democráticos" es, según el Rey, "un sueño" que hubiera parecido imposible meses atrás. Ello se debe a la fuerza incontenible con que emergen los deseos de libertad de los hombres". Esa misma fuerza de convicción es la que con toda probabilidad ha propiciado la unánime reacción de la comunidad internacional ante la crisis del Golfo.

Don Juan Carlos ha valorado el cambio en la estimación e importancia de una institución que parecía dormida: la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se ha convertido, según el Monarca, en la más sólida garantía de equilibrio para el futuro, de respeto al derecho internacional y de justicia en las relaciones entre Estados. Por todo ello es el marco indicado para resolver la anexión de Kuwait por parte de Irak. La paz fue el eje de todo el mensaje del Rey; asegura don Juan Carlos que su esfuerzo de 15 años ha estado centrado en la paz y, ciertamente, no cabe negarle esta su definición del propio reinado. Por eso es razonable su invocación a la sensatez de todos ahora que la violencia va reduciéndose a la actuación de unos cuantos asesinos.

Por último, no debe desdeñarse su llamamiento al rigor en la labor de los medios de comunicación, a la búsqueda del justo término entre la capacidad de aceptar las críticas" y la responsabilidad de los media "en el ejercicio de su tarea" , en tiempos en los que con frecuencia se confunde la información con la burda defensa de ambiciones e intereses poco edificantes. Don Juan Carlos entiende que si hay que pedir comprensión ante las críticas a quienes las reciben, es legítimo demandar, también, mesura y respeto a la verdad a quienes las hacen. Es decir, lo contrario del amarillismo rampante.

"El siglo XX se despide con un decenio cargado de promesas y esperanzas". Es bueno que sea el Rey quien nos lo recuerde.

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