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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La credibilidad de la ONU

HAN SIDO necesarias tres semanas de negociaciones y ocho aplazamientos para que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobase por unanimidad una resolución criticando el trato dado por Israel a los palestinos de los territorios ocupados. En pocas ocasiones la elaboración de un texto ha sido tan dificil, y no por desacuerdos entre los miembros del Consejo sobre la necesidad de condenar la represión israelí -y de apoyar una conferencia internacional sobre Oriente Próximo para abrir nuevos cauces a la negociación del problema palestíno-, sino por las reticencias de Estados Unidos. Lo que estaba en juego era la decisión del Gobierno norteamericano de modificar su tradicional política de apoyo a Israel, encubridora de las numerosas violaciones de la Carta de la ONU que éste ha cometido. Estados Unidos se negaba a votar un texto que le comprometiese en una actitud excesivamente crítica hacia Israel, pero tampoco deseaba abrir, con su veto a la resolución, una brecha en la decisiva alianza con los países árabes que participan en la acción mundial contra la agresión iraquí.El resultado ha sido un texto inevitablemente arnbiguo. Hay un avance serio -si se compara con anteriores resoluciones del Consejo- en orden a comprometer a la ONU en una vigilancia de la conducta israelí en los territorios ocupados. Se propugnan medidas para presionar a Israel a que respete la IV Convención de Ginebra de 1928 sobre protección de las poblaciones en los territorios ocupados militarmente. El punto más novedoso es la aprobación de la conferencia sobre Oriente Próximo, aunque no se fijó la fecha para su celebración. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha considerado insuficiente la resolución, si bien ve en ella un paso positivo. El Gobierno israelí la descalificó tajantemente, sefialando que sólo servirá para aumentar la lista de las resoluciones inaplicables.

En realidad, la resolución, a pesar de su excesiva timidez, puede abrir el camino hacia una nueva conducta de la ONU en el problema palestino. Aunque se consideren los problemas de Kuwait y de los territorios ocupados como casos distintos -y hay razones históricas para hacerlo-, no cabe duda de que la firmeza de la ONU frente a la agresión iraquí contrasta con su blandura con respecto a Israel, a pesar de que éste ha violado, y sigue violando, diversas resoluciones de la ONU. Lo que la organización está arriesgando con estas contradicciones es su propia credibilidad internacional, riesgoque se incrementa cuando el conflicto del Golfo exige un reforzamiento de su autoridad moral y práctica. Para lograrlo -por mucho que le resulte incómodo al presidente Bush- es esencial que la ONU demuestre una voluntad neta de solucionar, mediante la negociación, los legítimos derechos palestinos.

En ese marco, el aspecto más importante de la resolución que el Consejo de Seguridad aprobó hace dos días es la dinámica que con ella se puede abrir. Al votarla, EE UU ha dado un paso positivo, pero insuficiente. Sólo Washington puede ejercer sobre Israel una presión susceptible de hacer comprender a Shamir que su cerrilismo es suicida para la propia seguridad de Israel. En pocas circunstancias como en las actuales resulta más nítidamente imprescindible evitar cualquier fisura en los conceptos de respeto al derecho internacional, sólidamente aceptados hasta ahora por una heterógena -y, por tanto, frágil- comunidad de países.

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