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El comunismo francés deposita en el régimen cubano su última esperanza

Cuba es el único país de régimen todavía comunista que suscita unánimes y calurosas simpatías en el seno del Partido Comunista Francés (PCF), que ayer celebró en un suburbio parisiense la segunda jornada de su 270 congreso. Enfadado con la URSS a causa del apoyo de Mijail Gorbachov a las posiciones norteamericanas en el conflicto del Golfo y con China por la represión de la revuelta democrática del pasado año, el PCF deposita en el país caribeño sus últimas esperanzas en el "internacionalismo proletario".

Las dos primeras jornadas del cónclave comunista francés transcurrieron sin que los minoritarios disidentes encabezados por Charles Fiterman osaran plantear una batalla frontal al "camarada secretario general" Georges Marchais.El pasado martes, la alusión de Marchais, secretario general del PCF, a la necesidad de que "las fuerzas revolucionarias del mundo entero" hagan un esfuerzo para levantar la cabeza" y "socorrer" a Cuba fue una de las pocas frases de su interminable discurso inaugural que recogieron el aplauso de los 1.600 delegados. Ese mismo día, tras elogiar sin demasiado entusiasmo la perestroika, Marchais dijo que la situación en la URSS "no es nada atractiva" y criticó abiertamente a Gorbachov por dar luz verde a una intervención militar norteamericana contra Irak. La referencia de Marchais a China tampoco fue plenamente optimista. El incombustible secretario general de- los comunistas franceses reconoció que el PCF "cometió un error" al romper con los comunistas chinos. Luego, sin embargo, condenó los "procesos políticos" en el país asiático, momento en que los tres invitados del Partido Comunista Chino se levantaron y abandonaron la sala.

"Fidel es un gran tipo", y "Castro es el último internacionalista", afirmaban ayer los delegados comunistas franceses reunidos para almorzar en los garajes del centro deportivo de Saint-Ouen donde se celebra su congreso. En ese sombrío espacio, que olía a los anisados con que los delegados habían precedido el almuerzo, todo el mundo estaba de acuerdo en la necesidad de "no abandonar" a Cuba.

Alrededor del gran refectorio comunista, los puestecillos de venta del congreso exhibían platos y pañuelos con motivos de Pablo Picasso, muñecas rusas matrioshka, medallas de Lenin y numerosas publicaciones sobre la Comuna de París, la guerra civil española y la resistencia francesa contra el nazismo. Otras casetas vendían suscripciones a LHumanité o anunciaban los programas de vacaciones y las actividades sociales, culturales y deportivas promovidas por-el el PCF.

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