Shevardnadze, víctima de los conservadores
Gorbachov se queda solo, y sus cambios únicamente satisfacen a los inmovilistas
, La dimisión del ministro de Exteriores de la URSS, Edvard Shevardnadze, priva a Mijaíl Gorbachov de uno de los tres puntales que aseguraban la intención democrática de su política a los ojos del mundo. El Congreso de los Diputados Populares de la URSS, una criatura de Gorbachov, fue el marco elegido por el ministro para seguir los pasos de Borís Yeltsin, que tiró la toalla ostentosamente en el pleno del Comité Central del PCUS de octubre de 1987, y de Alexandr Yákovlev, que se ha retirado discretamente a labores intelectuales y académicas.En lo que a prominentes personajes de talante democrático se refiere, Gorbachov se ha quedado solo. Los cambios constitucionales, que ha diseñado como un traje a su medida para fortalecer su poder, satisfacen a los sectores conservadores representados por el grupo Soyuz, donde, sin embargo, se duda de la capacidad personal del presidente para ejercer la mano dura que militares como los coroneles Víktor Alksnis y Nikolái Petrushenko piden a gritos.
Al dimitir, Shevardnadze advirtió del peligro de dictadura, pero los sucesos concretos que "llenaron el vaso" de su paciencia, como él mismo dijo, quedaron detrás de sus palabras cargadas de emoción y pronunciadas con acento georgiano creciente a medida que el ministro se iba acalorando. Conviene, sin embargo, llamar la atención sobre dos puntos tan sólo esbozados por el ministro. El primero fue un reproche a Anatoli Lukianov, el presidente del Sóviet Supremo de la URSS, por haber puesto sobre la mesa de este Parlamento el Tratado de Amistad con la República Democrática Alemana los días 2 y 3 de octubre, cuando Shevardnadze se hallaba en Berlín.
Aquel tema, que parecía no tener mayor importancia, ya que desaparecía uno de los sujetos de aquel tratado de 1975, se convirtió en un pretexto para cuestionar la política exterior de la URSS. El diputado Petrushenko y otros como él se negaban a reconocer las nuevas realidades. La cosa, sin embargo, no quedó aquí y Lukianov coló un punto que por entonces pasó inadvertido en la resolución que cancelaba el tratado. Se trataba de encargar a los comités de Asuntos Internacionales y Defensa del Sóviet Supremo que interpelaran al Ministerio de Exteriores sobre su política, tanto en lo que se refería a Alemania como a las relaciones con el Parlamento, sobre el conflicto del golfo Pérsico y "todo el conjunto de cuestiones que el Sóviet Supremo de la URSS debe mantener bajo su control". Había que "llamar la atención del Ministerio de Exteriores de la URSS sobre la necesidad de eliminar serios errores en la entrega de documentos y materiales en el Sóviet Supremo de la URSS".
El segundo punto es la alusión de Shevardnadze a dos diputados, "dos chicos", dos "coroneles con galones" que comentaban su éxito, porque lograron "eliminar" al ministro del Interior y llegó la hora de ajustar las cuentas con el ministro del Exterior. Soyuz había manifestado su deseo de que Vadim Bakatin, un ministro de talante democrático, fuera jubilado, y no había ocultado su animadversión por Shevardnadze.
Cuando el grupo Soyuz, que tiene medio millar de diputados, celebró su congreso constituyente los días 24 y 25 de noviembre en Moscú, Anatoli Lukianov pasó un largo rato con sus integrantes en lo que se interpretó como un intento de convencerles para que no la emprendieran directamente con Gorbachov. En el fondo de la actitud de Lukianov, compañero de estudios de Gorbachov, estaba el temor de que Soyuz se hiciera eco del ultimátum de un mes que Víktor Alksnis había dado al presidente el 17 de noviembre. Las resoluciones de Soyuz no recogieron el ultimátum, pero de repente algunos de sus deseos se convirtieron en realidad.
De la escena política desapareció Vadim Bakatin, quien el 19 de noviembre dirigió a Lukianov una carta denunciando la corrupción en todos los niveles del poder, advirtiendo que en la URSS no se ha respetado la ley en 73 años y que "el poder escupe sobre la ley". Para Bakatin el cese fue una sorpresa que el Parlamento no llegó a ratificar por falta de quórum. Lukianov lo ignoró olímpicamente, limitándose a decir a los diputados que, hicieran lo que hicieran, la decisión estaba tomada.
Con estos ejemplos no es de extrañar que el mecanismo parlamentario impulsado por Gorbachóv esté en profunda crisis. Los demócratas se quejan, pero sus organizaciones son débiles y sus decisiones carecen de coherencia, porque los demócratas, asustados por el ejemplo del PCUS y atraídos por el ejemplo de Europa del Este, quieren movimientos de masas y no estructuras rígidas, y por ello Nikolái Travkin,, el principal defensor de una estructura de oposición disciplinada, no goza de simpatías.
Gorbachov no da más de sí, dicen hoy los demócratas. Su etapa histórica está agotada. "El presidente no tolera a un consejero con opiniones propias", señalaba un diputado influyente que prefería permanecer en el incógnito. En verano, uno de los tres puntales de la perestroika había dicho que el presidente no sabe elegir a sus consejeros. Los hombres que le rodean, como Gueorgui Shajnazarov o Anatoli Cherniaiev, son un producto de los años sesenta, teóricos del socialismo con rostro humano, pero no pragmáticos que puedan llevar a cabo la transición hacia el mercado con todas sus implicaciones. "Gorbachov necesita un nuevo equipo de gente que venga de otros medios, que no proceda de la nomenklatura del partido comunista", decía un alto funcionario soviético que había decidido marginarse de la vida política.
Desintegración
A esta situación se superpone el proceso de desintegración de la URSS. Gorbachov, empeñado en mantener el Estado único, se niega a reconocer las tendencias que vienen de las repúblicas periféricas y de la misma Rusia y piensa en la dirección presidencial y el estado de emergencia para imponer el orden que ha de llevar un día, siguiendo su razonamiento, a una convivencia feliz. Tal vez esto haya contribuido al conflicto que se ha producido entre Shevardnadze y Gorbachov, un conflicto grave, dado que Shevardnadze obró sin consultar, se marchó del Kremlin después de su intervención y sólo habló telefónicamente con Gorbachov a lo largo de la jornada de sesiones.
Queda por determinar si las diferencias con Gorbachov afectaban. a alguna región concreta, como pueda ser Georgia, la tierra natal de Shevardnadze, o si eran de índole general, y también el papel que ha podido jugar Evgueni Primakov en todo el proceso. Primakov es un ruso originario de Tbilisi que ha hecho carrera a la sombra de Shevardnadze, pero que se diferencia de él en estilo y concepciones. El pensamiento de Primakov, gran conocedor de los países árabes, es más oriental. ¿Será Primakov el nuevo ministro de Exteriores? Ambiciones no le faltan, aseguran quienes le conocen bien.
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