El cura que derroto al duvalierismo
Un místico carismático ha hecho inútiles los millones de sus rivales
Los haitianos tienen que remontarse hoy al general Jean-Jacques Dessalines, el hombre que ganó la última batalla contra los franceses y les dio la independencia en 1804, para encontrar un personaje tan significativo en la historia de este país como el cura Jean-Bertrand Aristide, que ayer ganó la última batalla contra el duvalierismo. Con un físico insignificante, un cerebro de intelectual profundo y una oratoria de místico carismático, Aristide, de 37 años de edad, ha conseguido en poco más de mes y medio de campaña electoral ganarse la confianza de la gran mayoría de los haitianos.
Ha convertido en inútiles las millonarias inversiones y los grandes apoyos internacionales de sus rivales.Con sólo 400.000 dólares gastados en su campaña electoral, Aristide ha conseguido más credibilidad y respaldo que su contricante Mare Bazin, al que sostenían millones de dólares y las embajadas y grandes potencias del mundo occidental.
Pero no es un éxito casual. Aristide ha venido labrando a lo largo de una vida entera dedicada a la lucha contra la dictadura y la defensa de los pobres.
El pueblo haitiano y los propios enemigos de Aristide están convencidos de que el cura está tocado por la paloma del Espíritu Santo. Ha sobrevivido a tres atentados directos contra su vida y a otros tantos contra su Iglesia y sus oficinas.
En 1988 la parroquia de San Juan Bosco, en la que Aristide predicaba, fue incendiada por los tonton macoutes, quienes acabaron con la vida de diez personas en aquel lugar. Otros siete seguidores del sacerdote murieron cuando desconocidos arrojaron una granada contra un mitin de Arístide una semana antes de las elecciones del domingo.
Todo esto no ha convertido a Aristide en un mártir de la Iglesia católica haitiana. Por el contrario, el sacerdote fue expulsado en 1988 de la orden de los Salesianos, se quedó sin, púlpito, se le abrió un proceso en el Vatícano que seguramente acabará con su suspensión a El motivo fue su negativa a trasladarse a Canadá a donde quería enviarle el Vaticano por considerar que su prédica en Haití alteraba demasiado los espíritus.
En repuesta a la jerarquía, Aristide decía que "Jesús no era un sacerdote, era un laico al que llamaron Cristo porque lucho tanto".
Contra Aristide no han valido hasta ahora las balas ni las difamaciones. Su conducta personal es intachable y nadie ha censeguido hacer dudar a los haitianos sobre su honradez y entrega desinteresada.'Teología de la liberación'
Más popular que cualquier otro defensor de la teología de la liberación en otros países de América Latina, la victoria de Aristide pone de nuevo de actualidad esa corriente de la Iglesia católica precisamente cuando parecía ya en franco declive. Más radical y auténtico que otros sacerdotes políticos latinoamericanos, la victoria de Aristide pone en duda la creencia de que la izquierda estaba definitivamente derrotada en América.
Firme y prudente al mismo tiempo, Aristide ha mantenido ya contactos internacionales para darle viabilidad a su gestión. Una semana antes de las elecciones se reunió con el embajador de Estados Unidos en Haití y viajó hasta Caracas para reunirse con el presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, quien le prometió buscar el consenso suficiente para que ningún país intente contra el próximo Gobierno haitiano un bloqueo económico de hecho.Arístide no cuenta con un partido fuerte a sus espaldas. Tendrá que buscar alianzas y formar un Gobierno de amplio espectro en el que la tendencia dominante será, probablemente, la socialdemocracia.
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