Papeles
Abro el cajetín del correo, que en estas fechas prenavideñas está hinchado como un sapo ventrudo, y salen disparadas cinco lujosísimas revistas y una cartita mísera. Las revistas son en realidad elegantes catálogos publicitarios: de grandes almacenes, de tarjetas de crédito, de una cadena de supermercados... Las cinco tienen tanto color, son tan satinadas y relucientes, que el ojo lagrimea al contemplarlas. Las cubiertas, plastificadas, son más gruesas, espejeantes y resbaladizas que la costra de hielo de una pista de patinaje. Todas juntas, las cinco revistas vienen a pesar lo que un lechón bien alimentado y grasosillo. Quiero decir que es un peso que entumece los brazos. Medio bosque hecho trizas y convertido en propaganda.La cartita, en cambio, son tres hojas grisáceas y minúsculas. La envía Simón Reyes, capellán jesuita de la isla-leprosería de Culión, en Filipinas. Estamos en una situación desesperada, explica el hombre con un lenguaje sobrio y riguroso. Allí, en la isla-infierno de Culión, carecen de electricidad, no tienen ni anestesia, la mortalidad infantil alcanza el 80%... Hay 14.000 leprosos, y muchos de, ellos mueren simplemente de hambre, en el más absoluto y aterrador olvido. Sólo los misioneros jesuitas, establecidos heroicamente allí desde 1906, se han preocupado de ellos.
Cuenta el capellán que curar un leproso (porque se curan) cuesta 18.000 pesetas; y alimentar a un niño de la isla durante todo un mes, sólo 2.000. Y pide el jesuita que no tires la carta, porque el coste de imprenta y envío de este papelucho ínfimo representa la comida de un día de un leproso. Contemplo las pesadas revistas centelleantes, atiborradas de anuncios de vídeos y de despertadores electrónicos que susurran el Vals de las olas. Las hojeo breve y aburridamente y luego las tiro: llenan por sí solas el cubo de basura hasta los bordes. Feliz Navidad. Qué asco de vida.
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