Kuwait y Palestina
Sobre el futuro de Kuwait y, por extensión, de Oriente Próximo pueden adelantarse muchas hipótesis, pero escasas certezas. Entre estas últimas se van abriendo camino dos: Sadam Husein actuará de ahora en adelante como un líder derrotado, incluso antes de que su ejército haya recibido la menor agresión directa, y suceda lo que suceda en el golfo Pérsico -es decir, se cumpla cualquiera de las hipótesis en juego- el futuro de Kuwait va a parecerse muy poco a su pasado. Dicho de otra manera: Sadam Husein ya no podrá convertirse ni en el líder del extremismo árabe-palestino ni en el caudillo del fundamentalismo belicista; ha perdido. Y las 10 grandes familias de Kuwait, beneficiarlas de una plutocracia representada en las grandes multinacionales del planeta, desde la Daimler Benz hasta el Deutsche Bank, recuperarán su territorio, pero con una titularidad jurídica disminuida. Kuwait no volverá a ser el feudo de 10 familias, sino una pieza a negociar en el ajedrez político de Oriente Próximo. La partida acaba de empezar.Basta que no se relacione oficialmente la crisis del golfo Pérsico con el problema palestino para que esa relación se haga visible a la luz de los desmentidos oficiales. Las raíces kuwaitíes de Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), son tan notorias como la ayuda financiera de Kuwait desde 1967 al movimiento palestino. Y si a esto se añade que la infraestructura administrativa de Kuwait está en manos de la población palestina, encargada tanto del aparato del Estado como de la actividad empresarial desde la independencia, no debiera extrañar que en algunas cancillerías occidentales empiece a dibujarse, junto a la estrategia diplomática antiiraquí, la solución más o menos definitiva de las fronteras de Oriente Próximo.
Aunque ningún medio diplomático occidental niega que sobre el golfo Pérsico se mantiene desde hace semanas una cierta febrilidad negociadora, pero nunca en forma directa con Sadam Husein, a España le llega sobre ello una información limitada. Sin rigor milimétrico, podría decirse que la información que destila Washington a sus aliados está en relación directa tanto a antiguas relaciones preferenciales como a la presencia militar en la actual zona de conflicto. La comunicación Washington-Moscú se desarrolla obviamente sin reservas, y a ella tendría acceso el pequeño grupo de países occidentales, como Francia o el Reino Unido, que no ha regateado su despliegue de fuerzas navales y terrestres junto a las de Estados Unidos. El resto de los 12 países comunitarios recibiría de este grupo una información más restringida, mientras el resto del planeta se vería obligado a enterarse del asunto por los periódicos.
A pesar de las limitaciones informativas, empieza a intuirse en los medios políticos más privilegiados que un esbozo para la solución definitiva al problema palestino, un primer paso, al menos, en la dirección correcta viene alentado ya por la desproporción de poder real que se daba en Kuwait entre la clase kuwaití dominante, alrededor del 10% de la población, y la clase trabajadora, sostenedora del Estado, palestina en una mayoría muy espectacular. Mientras las llamadas 10 familias kuwaitíes firmaban los grandes contratos, la población palestina redactaba sus pequeñas cláusulas, lo que reflejaba la hegemonía de iure de un pequeño colectivo social sobre una multitud operativa que veía cerrada toda posibilidad de ejercer su hegemonía de facto.
Aunque entre las condiciones impuestas a Sadam Husein figura la de retirarse de Kuwait devolviendo el poder a las autoridades legítimas despojadas de él, parece previsible que esas autoridades, cuyo exilio viene a ser un paseo turístico, aunque sentimentalmente doloroso, por el ancho mundo de sus propiedades, regresarán a su país con algunas concesiones aceptadas en favor de la población palestina, hasta ahora muy escasa de derechos políticos en el territorio kuwaití. Kuwait se convertiría así en la patria real de unos palestinos concretos, a los que podrían irse sumando, a la luz de las posibilidades de crecimiento económico del Estado liberado, un número imprevisible aún de palestinos actualmente sin tierra.
No parece haberle salido bien a Sadam Husein su jugada en Kuwait, y en cambio ha manejado perfectamente sus cartas Estados Unidos, en situación de lanzar su definitivo órdago moral y hasta de anunciar ya la contundencia, rapidez y estilo de su hachazo definitivo a Husein. Los últimos brochazos de la decoración jurídica internacional para la guerra de reposición de unas fronteras artificialmente trazadas, pero reales, pasarán a la historia como un ejemplo de la recién estrenada unanimidad política sobre el planeta, mientras al infractor del orden dibujado se le abre el incierto futuro de vivir una agonía política entre la espada desenvainada de la comunidad internacional y la pared de su propio pueblo, dramáticamente enardecido.
En las no desveladas negociaciones en marcha se estarían manejando datos muy concretos sobre las posibilidades financieras, casi ilimitadas, de absorción por Kuwait de una población indeterminada de palestinos, en espera de vivir sobre un territorio sus propios derechos. Sadam Husein ha perdido, y el futuro de Kuwait posiblemente no vuelva a ser lo que era.
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