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"La Scala debe ser un teatro nacional de síntesis"

Cita a este periódico a las doce del mediodía del viernes 7 de septiembre. Faltan apenas ocho horas para que se alce el telón de Idomeneo, primer título de su primera temporada como superintendente de La Scala. Llega tarde -"una entrega de medallas en el Ayuntamiento, lo siento"- y durante la entrevista, que se celebra en su remozado despacho de la calle de Filo drammatici, es interrumpido en numerosas ocasiones por sus colaboradores.Sobre su mesa hay una rosa roja, que alguien coloca en un jarrón. Tras de ella, los retratos imponentes, de Verdi y Arturo Toscanini flanquean un grabado antiguo del teatro. En un determinado momento le anuncian que debe recibir de inmediato a una delegación oficial francesa que acude al estreno. "¿Hay in térprete?", pregunta. "Es que no hablo francés", añade sin inmutarse.

De 43 años, socialista, casado, con una hija de 12 años. Desde 1984 ha dirigido el Teatro Comunale de Bolonia, que ha convertido en uno de los centros líricos más activos del panorama cultural italiano. Con anterioridad fue asistente de Carlo Maria Badini, al que ahora ha sucedido, y de Paolo Grassi, otro antecesor suyo del que conserva, enmarcada, una carta de aliento de cuando Fontana se hizo cargo del Piccolo Teatro, entre 1968 y 1972.

"Lo importante de un sobreintendente es que su trabajo se vea en resultados concretos, y no en discursos. Demasiadas veces, en esta profesión, hablamos de grandes proyectos que luego no se cumplen". Acaso por esto prefiere, por el momento, habla de "ideas" sobre lo que debe ser La Scala y qué papel debe representar en el contexto internacional. "La Scala tiene que ser un teatro nacional, de síntesis del gran repertorio italiano e internacional", reclama. Y no se es conde a la hora de pedir una ley especial que dé cuenta de la especilicidad de su teatro, cosa que levantó duras polémicas en tiempo de Paolo Grassi. "Pedía ya esta ley cuando era superintendente en Bolonia. No creo que se me pueda acusar de tendencioso", comenta.

Abrir las puertas

Su gran objetivo es abrir la puertas de La Scala, conseguir hacer frente a tanta demanda que en la actualidad no puede se satisfecha. De momento ha informatizado las taquillas: un primer paso para acallar las crítica hacia esa sección, objeto de frecuentes sospechas de favoritismos. Segundo objetivo: reformar el escenario. "Quiero convocar un gran concurso arquitectónico a nivel internacional. En las actuales condiciones estamos al máximo de nuestra capacidad: entre 15 y 18 representaciones al mes. Para aumentar esta cifra no hay más remedio que hacer obras. Hacia mitad de la década piienso que será posible".Otro gran proyecto al que deberá dar forma es el del Teatro Puccini, que el Ayuntamiento milanés acaba de comprar para La Scala. Aún no sabe exactamenete qué hará con él -también allí hay que realizar reformas-, pero formula un primer pensamiento: "Lo veo como un espacio para el encuentro entre teatro y música, un lugar para la experimentación, de la que no excluyo la música rock".

Con Riceardo Muti, Fontana está diseñando La Scala de los 90, un teatro que necesita, en su opinión, "una redefinición cultural". "La traviata de la pasada temporada es el buque insignia de lo que quiero que sea esta nueva gestión", dice, refiriéndose precisamente a un título programado durante la anterior gestión. Es decir, un teatro que no tema a los fantasmas que pesan sobre el gran repertorio del melodrama -durante más de 30 años este título no se representó por la pesada herencia dejada por María Callas- y que haga frente al compromiso con rigor, pero también con humildad: la joven Tiziana Fabbricini, que osó encarnar el papel de la gran María, superó airosamente la prueba y a la vez consiguió romper un estúpido prejuicio.

A apenas ocho horas de que empiece su primera temporada en La Scala, confiesa: "Me siento cansado, pero también sereno. Me siento también heredero y continuador de una gran tradición, con una fuerte personalidad propia. Espero estar a la altura de estas particulares circunstancias". In bocca al lupo (En la boca del lobo) es una expresión del argot teatral italiano para desear suerte ante un estreno. Su lobo, en este caso, es el primer teatro lírico del mundo.

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