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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Matar por matar

LA ORGANIZACIÓN ETA siempre consideró que debería aprovechar el efecto multiplicador que cualquier acción terrorista tendría en la Cataluña olímpica y lo está demostrando desde el pasado verano. El múltiple asesinato del sábado responde a esta criminal consigna. La existencia de un comando de gran movilidad, al parecer encabezado por Joan Carles Monteagudo, antiguo dirigente de la organización terrorista catalana Terra Lliure, da a la banda una capacidad de acción superior a la que parece disfrutar en su feudo vasco o incluso en otros lugares de España, periódicamente víctimas de sus fechorías.Tras la matanza de Hipercor, al rechazo general de la sociedad por la bárbara acción se sumaron curiosas consideraciones estratégicas del independentismo violento catalán, que juzgó la presencia de ETA en Cataluña precisamente como una intromisión en el territorio de Terra Lliure. Mientras que en las primeras elecciones al Parlamento Europeo este independentismo se abstuvo de presentar lista para delegar el voto en Herri Batasuna, en la última convocatoria, un sector de este mismo independentismo catalán ya negó su voto a quienes legitimaban el terrorismo etarra. Además, últimamente se han producido indicios suficientes para creer que Terra Lliure ha abandonado la lucha armada, lo que deja a dos corporaciones criminales, GRAPO y ETA, la patente del asesinato con justificaciones supuestamente políticas en Cataluña.

La banda ETA sólo puede demostrar que existe con la sangre de inocentes, y su comando catalán le resuelve esta trágica papeleta en unos momentos difíciles para la organización, acosada en sus fortines franceses y con un mando descabezado por las detenciones. La soledad de ETA en Cataluña es obvia e incluso lo es la de sus avaladores políticos -HB sólo consiguió 15.000 votos en las últimas elecciones europeas-. Nadie quiere sus favores, y eso lo ha dejado claro el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en primer lugar el pasado viernes, cuando lamentó y rechazó el apoyo de HB para obtener el reconocimiento de la lengua catalana en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, y en segundo lugar el sábado mismo, tras el atentado, al hacer un enérgico llamamiento a la colaboración de la población para la detención de los terroristas. El gesto oportunista y envenenado de HB ha tenido así merecida respuesta, pues corresponde al macabro precio de tantos cadáveres recogidos en tierras catalanas.

El País Vasco, Cataluña y toda España han dejado claro desde hace tiempo la repelencia que producen los mesías de ETA. Que persistan en el asesinato no puede explicarse con ningún cálculo político, aunque unos pocos insistan todavía en disfrazar el delito de sangre con letanías ideológicas y nacionalistas. Casi aburre decirlo, porque la indignación de la ciudadanía parece reconfortar a esta exigua mafia de criminales. Pero ante la pertinaz insistencia de los bombistas, nos queda a la mayoría el argumento de la libertad y de la democracia y la persistencia en la más rotunda repulsa. Un argumento que se impone aunque este grupúsculo testarudo lo siembre de cadáveres.

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