Soares o la soledad del corredor de fondo
El presidente portugués prepara su reelección
El 7 de diciembre, el presidente portugués, Mario Soares, entregará a la Fiscalía General del Estado las 5.000 firmas de electores que necesita cualquier portugués mayor de 36 años y en pleno uso de sus derechos civiles para ser legalmente habilitado a optar como candidato a la presidencia de la República.
La entrega de las firmas es una mera formalidad para el ex secretario general del Partido Socialista (PS) y que ya cumplieron el secretario general adjunto del Partido Comunista Portugués (PCP), Carlos Carvalhas, y el número dos de los democristianos del CDS, Basilio Horta.Las 5.000 firmas fueron algo más difíciles de conseguir para el candidato de la extrema izquierda Carlos Marques, independiente apoyado por la Unión Democrática Popular (UDP), sin representación parlamentaria desde 1986. La campaña está, en realidad, en curso desde septiembre, sin que los candidatos hayan conseguido hasta ahora calentar el ambiente y vencer la enorme indiferencia de la calle hacia unos comicios cuyos resultados son demasiado obvios.
Cincuenta puntos de ventaja en los sondeos separan a Soares de sus adversarios, y todos han subrayado que su enemigo principal será la abstención. El candidato comunista desistirá probablemente antes del escrutinio, aconsejando a sus electores votar a Soares o dejándoles libertad de voto. El candidato de la derecha espera obligar al ex secretario general del PS a una segunda vuelta, una ambición aparentemente fuera del alcance de un candidato que recoge actualmente las preferencias de menos del 15% del electorado.
Soares, que cumple el sábado 66 años, se enfrenta a tres adversarios que tienen menos de 50 años, pero cuya relativa juventud no es suficiente para servir de contrapeso a la experiencia, el prestigio y la popularidad de un Político que ascendió todos los peldaños del poder y está instalado desde hace cinco años en el palacio de Belem, donde cultivó, con talante y buen gusto, las simpatías populares y las amistades cultas o influyentes.
La falta de adversarios a su altura es un inconveniente que Soares lamenta desde que anunció, en septiembre, su decisión de presentarse a un segundo mandato. Cedía así a la petición de muchos portugueses de que no les abandonase. A medida que la campaña se aproxima a la recta final, Soares prefiere decir que "no hay candidatos aburridos", y que sus adversarios no dan "argumentos interesantes". Ello le obliga a llevar en solitario todo el peso de un combate, que considera difícil, para convencer a los portugueses de la importancia, de los comicios y de la importancia de los grandes "proyectos nacionales" que, en su opinión, deben ser la función y la razón de ser de la jefatura del Estado.
Servirse de los comicios
Lo primero que Mario Soares reprocha a sus rivales es que pretenden servirse de las elecciones de mero como trampolín para mejorar los resultados de los respectivos partidos en las elecciones legislativas que deben realizarse en 1991, y, eventualmente, para sus ambiciones personales en sus respectivas formaciones.Los socialistas contaban con el efecto Mitterrand: esperaban que el hecho de ser el mayor partido de la "mayoría presidencial" de Soares les permitiría reconquistar el poder después de las legislativas, aunque sea con un Gobierno minoritario, acabando con una larga travesía del desierto que ha desmovilizado una parte considerable del aparato del PS.
En el discurso de presentación de su candidatura, Soares dio alas a los sueños de poder de los socialistas, cuando se reafirmó "republicano, laico y socialista", pero desde entonces el presidente de todos los portugueses ha retomado las distancias en relación a su ex partido.
Soares rechaza la idea de ser líder de la oposición, elogia la cohabitación a la portuguesa -según él, mucho mejor conseguida que la francesa-, y sus críticas implícitas a Cavaco sor tan sutiles que pasan inadvertidas para el gran público, ante Ia evidencia de la presencia de notables del PSID en el estado mayor de la campaña de Soares. El ex secretario general del PS recupera la memoria del fundador del PSI), Francisco Sa Carneiro, fallecido en un accidente de avión el 4 de diciembre de 1980. Asegura que ambos líderes tenían posiciones "muy próximas", que no cuajaron en alianza porque sus partidos no les siguieron, y admite incluso que no se opondría ahora, como lo hizo entonces, a la petición de adhesión del PSID a la Internacional Socialista.
Para algunos dirigentes socialistas, esta Campaña de Soares dejó de servir a los intereses del PS. Antonio Barreto abandonó el estado mayor de la campaña y amenaza ahora con renunciar a su escaño de diputado, acusando a Soares de querer resucitar el bloque central, la alianza PS-PSD que apoyó al último Gobierno de Soares en 1983-1985.
El candidato de derecha Basilio Horta, que se proponía reunir a todo el electorado que no es "ni socialista ni laico", tiene su tarea más dificil con este viraje a la derecha del adversario principal, pero reveló una agresividad que nadie esperaba en el ataque al presidente en ejercicio, la única vía que Soares le deja abierta.
Las pequeñas tempestades, que agitan la prensa y los partidos políticos, dejan indiferente a la mayoría de los electores. Como observa Soares, es natural, aunque lamentable, que en épocas de crecimiento económico, los ciudadanos dejen de interesarse por la cosa pública.
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