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Reportaje:

La oscura muerte de Cándido de la Orden

La policía no ha podido aclarar aún si este taxista jubilado se suicidó o fue asesinado

Un mes después del hallazgo del cadáver de Cándido de la Orden Sanz, de 65 años, la policía no ha logrado aún aclarar si se trata de un suicidio o si fue un asesinato. El asunto tiene múltiples interrogantes sin respuesta y aspectos inexplicables. La autopsia determinó que falleció por inhalación de gases tóxicos. Pero, al margen de ese dato, los investigadores no han sido capaces de desentrañar los restantes enigmas que envuelven el caso.

El reloj marcaba las 21.30 del 22 de octubre cuando el policía de servicio en la consola del 091 atendió una nueva llamada: lo Olga, soy un empleado del hospital Sear, junto al kilómetro 14 de la carretera de Colmenar Viejo... Les llamo porque los familiares de un enfermo me han dicho que han visto un coche con las luces encendidas y que dentro de éI se ha producido una llamarada".Un patrullero se dirigió al punto indicado, pero no localizó el vehículo, debido a que la noche estaba lluviosa y oscura. A la 1.29, la policía recibió una nueva llamada y, al fin, descubrió el turismo -un Wartburg, de fabricación germano-oriental-, en cuyo interior había un hombre muerto, con las manos atadas bajo los muslos y con los pies en la guantera.

La posterior inspección ocular permitió comprobar que el cadáver estaba sentado en el asiento del acompañante y que parte de la tapicería estaba chamuscada. En el piso había un botellón de plástico de Coca-Cola que desprendía un fuerte olor a gasolina y un papel de declaración de accidentes enrollado que, sin duda, había sido utilizado como tea para prender las primeras llamas. Pero no se hallaron ni cerillas ni mechero. Entonces, ¿cómo se inició el fuego? Primer enigma.

Los policías creyeron inicialmente que quien originó el fuego pudo hacerlo provocando un chispazo mediante unos cables que salían del salpicadero del automóvil. Pero estos cables no tenían corriente eléctrica.

Cándido de la Orden, que conservaba puesta una gorrilla de cuadros, tenía las manos atadas con un cordón de zapatilla deportiva, unidas bajo los muslos. La ligadura, compuesta por un nudo corredizo, estaba muy floja y podía desatarse con facilidad. ¿Por qué no lo hizo? Segundo enigma.

Cuando llegaron los hombres del Grupo de Homicidios, el automóvil tenía el motor en marcha, las luces encendidas, los limpiaparabrisas funcionando y todas las puertas cerradas por dentro, excepto la del conductor. Algo ilógico si se hubiera tratado de un crimen, porque lo primero que haría un hombre que se dispone a matar a otro sería apagar las luces del vehículo para no llamar la atención. Tercer enigma.

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En el Wartburg no se apreciaron señales de violencia. En el asiento del conductor estaba perfectamente colocada la cazadora de Cándido de la Orden y, dentro de ella, la cartera, en la que guardaba 877 pesetas otros objetos personales. Cuarto enigma.

A unos dos metros del vehículo, caído en la hierba, fue hallado un puñal. La policía piensa que éste no tiene ninguna relación con la misteriosa muerte del ex taxista, porque el arma estaba ligeramente roñosa y con indicios de llevar bastante tiempo en la tierra. Sin embargo, nadie se atreve a afirmar con rotundidad que este objeto no tenga ninguna relación con el caso. Quinto enigma.

La familia de Cándido de la Orden, casado y, sin hijos, asegura una y otra vez que éste no se suicidó y que no estaba sometido a ningún tipo de tratamiento psiquiátrico. Si no se quitó él la vida, ¿quién prendió el fuego que le hizo morir asfixiado? Y además, ¿qué motivos tenía para matarle?. Sexto enigma.

Policías especializados han pateado las gasolineras de Colmenar Viejo, Fuencarral, El Pardo, el barrio del Pilar y los alrededores de la plaza de Castilla. Pero los empleados no recuerdan que ninguna persona les hiciera llenar con súper el botellón de Coca-Cola hallado dentro del Wartburg.

Desaparecido

La familia del ex taxista, natural del pueblo segoviano de Villaseca, ha declarado que éste salió de su domicilio de la calle de Melchor Fernández Almagro, de Madrid, sobre las 18.45 del día 22 de octubre. "Voy a echar un vistazo al coche", dijo al despedirse. Su esposa no advirtió nada raro en él, pero pasaron las horas y, ante la tardanza en volver a casa, la mujer empezó a buscarle en los hospitales y denunció su desaparición.

"Es el caso más misterioso en que he trabajado durante los 18 años que llevo en la policía", ha manifestado el inspector Esmeraldo Rapino, responsable de las investigaciones. El asunto está tan oscuro que "no se puede decir si se trata de un homicidio o de un suicidio", añade.

El médico forense dictaminó que la víctima murió asfixiada por la inhalación de los gases tóxicos desprendidos de la combustión de la tapicería de su automóvil. No obstante, la policía está a la espera del resultado de los análisis complementarlos solicitados al Instituto de Toxicología. Quizá estas pruebas sirvan para contestar algunos de los interrogantes.

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