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El símbolo de la nueva Europa

Desde el momento en que se firmó el Acta Final de Helsinki, en 1975, los que vivíamos en los países de la Europa Central y del Este atribuímos gran importancia a la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).Por encima de cualquier otra cosa, el proceso de Helsinki -que es como se conoce informalmente a la CSCE- nos permitió medir las actuaciones de los regímenes totalitarios bajo los que vivíamos con los baremos que se habían comprometido a respetar, pero que en realidad jamás tuvieron intención de aplicar.

El Acta de Helsinki suministró un fundamento legal para la defensa de los derechos humanos en la lucha contra el totalitarismo. De hecho, todos los llamados movimientos de disidencia en la Europa Central y del Este, y en la Unión Soviética, estuvieron más o menos relacionados con el proceso de Helsinki.

Empezamos una nueva era en la que los totalitarismos en aquellas áreas se han desmoronado y una nueva generación de acuerdos de Helsinki surgirá a partir de la actual reunión en París de los 34 países firmantes de la CSCE. En una palabra, el proceso de Helsinki se convierte en el telón de fondo de la seguridad europea y suministrará el marco para el progreso de la integración continental.

Naturalmente, el conjunto de la seguridad europea no puede cambiar de la noche a la mañana. Es más bien una cuestión de paulatino desarrollo.

La idea de Checoslovaquia es que muy pronto, probablemente tan pronto como en diciembre del presente año la estructura militar del Pacto de Varsovia será abolida. Quedará reducida a un cuerpo consultivo que, seguramente, desparecerá por completo en un futuro inmediato. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que es una institución de diferente naturaleza y que ha demostrado ser útil, podría muy bien convertirse en uno de los pilares del sistema de seguridad del conjunto de Europa.

Elaborar esta idea y pergeñar sus detalles será una de las misiones principales, aunque no la única, de la Secretaría Permanente de la CSCE, que quedará establecida tras la cumbre de París.

Deseo ardientemente que la Secretaría de esta nueva CSCE tenga su sede en Praga. Ello representaría un paso importante hacia la institucionalización de un proceso de seguridad para el conjunto de Europa, una Europa que ya no está dividida en dos campos, Este y Oeste. Situar este cuartel general en Praga daría nueva vida al proceso de Helsinki y le haría iniciar una nueva fase. Si la cumbre aprueba esta idea, podría empezarse el trabajo preparatorio inmediatamente y la Secretaría de la CSCE empezaría a funcionar a partir de marzo. Preveo que quedarían establecidas en Praga las oficinas del secretario, su estructura administrativa y las de los delegados de cada país miembro.

El régimen anterior fue el culpable de que ninguna organización internacional tenga ahora su sede en Praga, por más que, naturalmente, estemos convenientemente situados en el centro geográfico de Europa. Sin embargo, al hacer esta propuesta, me gustaría evitar el concepto de una Checoslovaquia como puente entre el Este y el Oeste. Esta idea nunca tuvo demasiado éxito en nuestra historia reciente: estuvo relacionada con algunos compromisos políticos bastante poco apetecibles. Preferiríamos más bien actuar coordinamente con Polonia, Hungría y otros países que se han liberado del yugo soviético para convertirnos gradualmente en Estados europeos normales y legítimos, que formen parte de una configuración europea multinacional. Para nosotros, la nueva arquitectura de Europa debe incluir no sólo acuerdos bilaterales que queremos firmar con Alemania, Polonia, Hungría y otras naciones, sino también pactos regionales como el llamado "Pentágono", que prevé la cooperación de cinco países de la Europa Central y Meridional: Italia, Yugoslavia, Austria, Hungría y Checoslovaquia.

Para Checoslovaquia, el objetivo principal es llegar a tener unas relaciones equilibradas y armoniosas con todos y no volver a depender, como hasta hace poco, de la Unión Soviética.

Nuestra creciente imbricación con el resto de Europa a través de la CSCE tendrá una influencia capital y positiva para el establecimiento de la regla de Derecho y para la promulgación de nuevas leyes en Checoslovaquia. Después de todo, la firma de cualquier acuerdo internacional propicia ahora el clima europeo en el que debe prosperar todo nuestro nuevo entramado legal. Es muy importante para nosotros tener puntos de referencia que nos guíen en la elaboración de un sistema jurídico que debemos construir desce cero.

Paralelamente a la creación de este nuevo ambiente político, en Europa se desarrolla un espacio económico de la máxima amplitud, gracias a que los países occidentales empiezan a invertir aquí y a que vamos a recibir ayuda financiera del Banco

Mundial y de otras instituciones multilaterales. Algunos se preocupan de que los países meridionales europeos puedan resultar perjudicados si naciones como la mía se unen a una Europa más integrada, suponiendo que la ayuda y la inversión que podría haberles llegado se quedaría ahora con nosotros. Creo, sin embargo, que tenemos algo que ofrecer a una nueva Europa económicamente integrada: un mercado favorable precisamente para aquellas naciones del cinturón meridional más pobre. Por ejemplo, Portugal y Grecia podrán exportar a Checoslovaquia algunos productos que no pueden vender en el Reino Unido y Alemania. De modo que si mi país está integrado en esta próspera área económica, ello no puede sino ayudar al contienente en su conjunto.

A medida que Europa se integre, Checoslovaquia, al igual que el resto de los países que se han sacudido de encima el sistema totalitario, se enfrentará a graves problemas internos. En el corto lapso de tiempo en el que hemos disfrutado de libertad se ha hecho evidente que es mucho más fácil instalar un régimen totalitario que erradicar sus 40 años de existencia. Naturalmente, toda ayuda y cooperación es bienvenida si nos hace más fácil enfrentarnos con nuestras dificultades interiores. Hablo de asistencia política e intelectual, pero también de inversión financiera, préstamos y otras formas de apoyo económico. Creo que no se trata simplemente de la ayuda del buen samaritano prestada por los países más desarrollados. Yo afirmaría que el Oeste tiene la responsabilidad de tal ayuda. Pero además actúa en su propio interés. Occidente no puede permanecer indiferente a lo que va a ocurrir en esta parte del mundo en los próximos 10 años. Durante mucho tiempo invirtió en conseguir la defenestración del comunismo. Al final ha tenido éxito. Es necesario ahora que contribuya también a la estabilización de todas estas frágiles democracias nuevas de la Europa oriental. Porque la disyuntiva que se plantea es: la desestabilización y la entrada en barrena de una larga crisis o la estabilización con la ayuda de Occidente y el acceso a la familia de Estados europeos como un miembro más.

Vaclav Havel es el presidente de Checoslovaquia. Copy Right 1990, New Perspectives Quarterly. Distribuido por Los Ángeles Times Syndicate.

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