Guatemala elige presidente en un inusitado clima de sosiego
Los indios se pusieron en cola, muy pegaditos uno a otro, desde la siete de la mañana para cumplir en San Miguel Bolaños con el rito de depositar en la urna el voto que decidirá el nombre del próximo presidente de Guatemala. Algunos habían caminado descalzos más de 10 kilómetros desde la aldea en la que viven, otros habían aprovechado el transporte de los partidos políticos, pero todos repetían un desconfiado "a saber" cuando se les preguntaba sobre el beneficiario de su papeleta.
El orden en los centros de votación de los que se tenía noticias hasta el mediodía hacía pensar que Guatemala vive una democracia centenaria. Sólo se registraron pequeños incidentes con campesinos qué se perdían en la mecánica electoral o con personas que no entendían por qué su palabra de honor de ser guatemaltecos no servía tanto como una cédula legalmente registrada.En las zonas de mayor presencia guerrillera se informó de algunos cortes de caminos, reparto de panfletos a favor de la abstención y de la colocación de clavos y tachuelas en varias carreteras.
El Ejército vigiló discretamente los alrededores de los centros de votación, sin una excesiva presencia de armas en torno a las urnas. El último suceso de violencia del que se tuvo noticia fue el asesinato el sábado de un dirigente de la Unión de Centro Nacional (UCN) en la conflictiva región de Quiché. La UCN, cuyo candidato es Jorge Carpio, es el partido que mayor esfuerzo y mayor gasto hizo para trasladar a Ios votantes hasta las urnas pero muchos electores advertían a los observadores y a los periodistas que Carpio es simplemente un ganador de encuestas, y que su triunfo en los comicios de ayer no se puede dar por descontado.
Esfuerzo democristiano
El gubernamental Partido Demócrata Cristiano (PDC) hizo en la jornada de ayer un esfuerzo final para ganarse el voto de la población rural, donde esa fuerza está más implantada, y salvar así la distancia que le llevaban en las encuestas los otros dos candidatos que aspiran a pasar a la segunda vuelta: Álvaro Arzú, del Partido de Avanzada Nacional (PAN), y el evangélico Jorge Serrano), del Movimiento de Acción Solidaria (MAS).San Miguel Bolaños es el pueblo al que acudieron a votar 3.000 personas de las aldeas situadas en las faldas de los volcanes del Agua y del Fuego, que en el siglo XVI obligaron con su erupción a trasladar la sede de la Capitanía General de Centroamérica, la antigua Guatemala, a la ciudad que hoy ejerce como capital de la República.
Allí votaba gente que gana dos dólares diarios por 10 horas de trabajo en el campo. Hace un año, el pueblo fue atacado por la guerrilla, que mató a un muchacho que no se detuvo ante la patrulla de los asaltantes.
Cada fila de votantes era un bloque monolítico de recelo y escepticismo. En pocos lugares del mundo se observará tan escrupulusamente el secreto del voto como en estas atormentadas aldeas.
Los centros de votación, al menos aquellos en los que el acceso era más fácil, garantizaban el ejercicio de un sufragio libre y confidencial. Las cabinas separadas, las urnas de plástico transparente, la tinta indeleble para untar el índice de la mano derecha y la presencia de interventores de todos los partidos garantizaban un desarrollo correcto del proceso electoral.
Algunos de los observadores extranjeros desplazados hasta Guatemala destacaron la grandeza de este fenómeno electoral en medio de las enormes dificultades de este país. Los votantes, menos conscientes del valor de su acción, sólo pedían que el próximo presidente, se ocupe de las necesidades de Guatemala y no robe dinero público. El presidente saliente, el democristiano Vinicio Cerezo, destacó que, "por primera vez en 150 años de vida independiente en Guatemala, un presidente libremente elegido entregará el poder a otro presidente libremente elegido".
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