¿Qué pasa en Cataluña?
Ésta es una pregunta que se hace mucha gente que no nos vio de cerca en nuestra salsa -el romesco, que no la mahonesa- o que hace muchos años que no se acerca aquí, a este Principat sin príncipe, pero sí con un Molt Honorable President (por favor, no confundan el cargo ni la institución de la Generalitat con la persona física o el partido político que ahora están en el poder autonómico: hombre y partido pasan y pasarán, pero el cargo y la institución permanecen); tenemos, eso sí, un conde de Barcelona, don Juan de Borbón, hijo y padre de rey, que será un día enterrado -y ojalá se demore ese día-, y con todo merecimiento, en el bellísimo monasterio de Poblet, en el suelo, ante el altar lateral del lado de la epístola, o sea, a la derecha, junto a los otros condes-reyes de la Corona de Aragón, y al que le pique que se rasque; pero queda flotando la pregunta ¿qué pasa en Cataluña?, y la respuesta es nada, que está en el mismo sitio, entre Francia, Aragón y Valencia y el mar Mediterráneo a 1 a derecha (como irán viendo, aquí todo termina a la derecha, de momento); sí, está donde siempre, aunque unos pocos de mis compatriotas juren que por el Norte salta los Pirineos y llega a Salses o hasta Montpellier, y otros poquitos crean que trepa hasta el Tirol; que por el Oeste muerde Aragón y engulle algún bocado de Huesca, Zaragoza y Teruel; que por el Sur araña el litoral hasta Elche y Orihuela, y que, en fin, por el Este le corresponden, y esto es emocionante, las islas Baleares, y estirando un poquito, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Atenas y Neopatria; Pero lo que estos patriotas catalanes sueñan no nos pone a los otros la etiqueta de absurdo imperialismo, más ridículo aún y más pequeño que el rancio imperialismo castellano; oigan, ya he mentado la bicha; Cataluña ha sido el pasillo obligado o el corredor de gentes de toda época; desde el hombre de Neanderthal y Cromagnon hasta hoy han pasado por aquí, de Norte a Sur y viceversa, los iberos, los celtas, los cartagineses, los griegos y los fenicios -dicen que se nos nota-, y por supuesto, los Judíos -¿se nos nota también?-, que aún perviven aquí -t pesar de los pogromos de los siglos XIV y XV, y los romanos, desde Cneo Escipión, en el 218 antes de Cristo, hasta los bárbaros, los extranjeros del Norte que no hacían turismo todavía, y los francos, y después, el islam desde el año 96 de la hégira hasta el último vali de estas tierras, refugiado en su nido de águila, en Siurana, la de la reina mora, y más recientemente, digamos desde hace más de medio siglo, murcianos, andaluces y extremeños, y hoy moros otra vez, y negros y criadas filipinas; ya somos seis millones, y todos muy mezclados, por fortuna es posible que Cataluña sea el país más mestizo de la Tierra, la mejor raza o cóctel que pueda uno soñar; ya somos seis millones y aquí no pasa nada que no ocurra en lo que ahora se dice el resto del Estado; paro y muy mala leche, y en Madrid no nos quieren; no pueden entender lo que está claro, que autonómicamente manda aquí la derecha, envuelta en la senyera y monopolizando el sentimiento nacional catalán, que es, según parece, patrimonio de los que invocan siempre Cataluña, y muchos nunca en vano, pues defienden así patrimonios más reales: la pesetas, las pelas, sí señor; y que se callen los xarnegos, y la gente de izquierdas, y los intelectuales, y los obreros, y los que se han caído en el pozo del paro y no se han vuelto a sus tierras del Sur; aquí no pasa nada: todo por Cataluña, y a por todas.Los franquistas de antaño, ¿qué se hicieron? Se hicieron trajes nuevos, sus camisas mudaron de color rápidamente, y cuando pasó el susto socialista y psuquero y vieron que esta vez no violaban monjas ni ardían las iglesias ni fusilabaan a los usureros y a la gente de orden, y se dieron cuenta de que seguían teniendo su dinero, olvidaron ponerse cara al sol y caminar como antes al paso alegre de la paz sobre un millón de muertos, y sonrieron democráticamente incluso hasta a los pobres; pero no habían renovado, cuando las vacas gordas, sus fábricas ya viejas, y jugaron fuerte al cierre o al incendio de las mismas, los obreros al paro, y ellos a por la prima del seguro, y aún jugaron más fuerte a la especulación de cualquier tipo y a exprimir a millones de turistas como hace todo el mundo que puede en todo el mundo, y a invertir en terrenos y en los nuevos polígonos para industrias modernas y rentables -o no, la línea blanca fue un desastre- en nombre de la santa plusvalía, y a bailar la sardana que en Burgos olvidaron, y a hacer país, botifarra amb mongetes, pan con tomate y tómalo con calma, y con buen cava, que poco a poco se hace atajo, pues por mucho correr buenas personas creyeron que sabían ser banqueros, y todo acabó mal, peor aún que el rosario de la aurora, y todos a pagar, a rascarse el bolsillo y callandito, y algunos todavía llorando y aplaudiendo, pero es mejor no mentar estas cosas, no es elegante ni de patriota hacerlo, quién sabe si la culpa la tuvieron los de Madrid, no fuera raro, y aquí paz y después gloria, que un resbalón cualquiera da en la banca, y además Cataluña es más que un club de llanto y barretina, mas los que así lo piensan son sólo unos millones de rojazos, ¿cuántos serán de nuestros seis millones?, y el país es monolingüe y es bilingüe, vaya que sí, aunque corre el peligro de ser reabsorbido por tanta andaluzada, y esto es una amenaza para el nacionalismo, de derechas, se entiende, y habrá que convertirlos a la más pura esencia catalana, lo dicen los obispos, pero vengan a vernos las gentes del resto del Estado de las autonomías, vengan acá y nos miren, somos altos y guapos, y simpáticos, no como otros que me callo y que nos llevan a la fuerza por el camino del agravio y del rencor, por la senda de los conservadores que no conservan nada si no son sus pesetas; lleguen, vean, mirar no cuesta nada y Cataluña es muy bella; se lo dice un catalán que no es catalanista, sino tan sólo esto: catalán, un catalán que ama a su país y cree en un futuro mejor para esos seis millones, para todos, y no únicamente para los de derechas.
es escritor y Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.