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Las difíciles relaciones entre el poder y la prensa en Hungría

Considera la autora del artículo que las relaciones entre el Gobierno húngaro y los medios de comunicación son, de hecho, un baremo importante para comprobar y medir la convicción democrática de los nuevos dirigentes. "Es necesario aprender que un Gobierno es democrático sólo cuando no diferencia entre las críticas constructiva y destructiva. Mientras se haga esa diferencia se seguirá pisando el sendero de los Gobiernos semiautoritarios o autoritarios".

Los lectores del prestigioso diario sueco Dagens Nyheter deben haberse sorprendido al saber que su periódico fue la causa de un importante conflicto político en la nueva democracia húngara. Los acontecimientos que provocaron la crisis son fáciles de resumir.Inmediatamente después de la caída del Estado totalitario, se planteó la privatización de la prensa. En una democracia postotalitaria como Hungría, la privatización de la prensa es tanto una cuestión cultural como económica. Como quiera que en el anterior régimen la propiedad estatal y el control ideológico-político del Estado estaban entremezclados, la privatización se ha convertido en una condición previa para la libertad de la prensa en la nueva república.

Negociaciones secretas

Los editores y periodistas del importante diario húngaro Magyar Nemzet se mostraron interesados por la oferta de compra del Dagens Nyheter. Pero entonces, el Gobierno manifestó claramente su desaprobación de la operación, haciendo referencia, entre otras cosas, a ciertas manifestaciones críticas sobre la política del nuevo Gobierno húngaro publicadas en el Dagens Nyheter. Lo cierto es que el Gobierno ya había tenido negociaciones secretas con el grupo francés Hersant (propietario de Le Figaro) y le había prometido disponer para él la operación financiera de adquisición del Magyar Nemzet. Cuando la operación secreta se hizo del dominio público, los editores y periodistas . protestaron, haciendo referencia a la tendencia política del grupo Hersant, discorde con la tradición demócrata-liberal y crítica del Magyar Nenizet, tradición que se remonta a los años treinta. El Magyar Nemzet fue también acusado por el Gobierno de apoyar a los partidos de la oposición, especialmente al demócrata-liberal. Molesto con la postura del periódico, el ministro de Asuntos Exteriores, Geza Jeszenszky, escribió una carta al director del periódico (con el seudónimo de Diurnus) que se publicó el 27 de agosto. En esa carta, el ministro intentaba convencer al periódico de que apoyara al Gobierno, y decía, entre otras cosas, que los valores de la democracia liberal, el compromiso con el país, la sensibilidad social, el espíritu europeo y la moral cristiana estaban encarnados en el Gobierno y en aquel segmento de la población que había votado a los tres partidos de la coalición que ahora compone el Gobierno. Después de una interpelación en el Parlamento, el ministro reafirmó el contenido de su carta y acusó formalmente a los partidos de la oposición de carecer de todos los valores mencionados, además de ateísmo y marxismo. Como protesta, todo el grupo parlamentario de los demócrata-liberales y juventudes demócratas, junto con la mayoría de los diputados socialistas e independientes, abandonó la sesión parlamentaria. El 14 de septiembre, los líderes de la Alianza de Demócratas Liberales pidieron la destitución de Jeszensky en una carta dirigida al primer ministro, Jozsef Antall. Independientemente de si el ministro va a ser destituido o no (me imagino que no), este incidente será recordado como un paso importante en la configuración de la nueva democracia húngara.

Es de todos conocido que nunca hubo democracia en Hungría. Ciertos aspectos de la democracia se pueden aprender con ejemplos, pero otros han de aprenderse con la práctica, con conflictos. La división de poderes en una democracia es distinta que en un Estado semidemocrático o en uno de liberalismo limitado, los dos tipos de sistema parlamentario que ha conocido Hungría en los mejores momentos de su historia. En una democracia, la relación entre el Gobierno y la prensa también ha de ser completamente distinta. Donde el sufragio está limitado, donde quedan excluidos de la vida política grandes sectores de la sociedad y donde la diferencia de clases es fuerte debido a una intensa influencia del pasado feudal, los Gobiernos conservadores suelen identificarse con la nación. En una democracia desarrollada, esa misma postura es totalmente absurda. No está entre las atribuciones de un presidente norteamericano del Partido Republicano afirmar, ni siquiera en su correspondencia privada, que los miembros del Partido Demócrata no son demócratas, que no son cristianos o que carecen de valores básicos. Actualmente, en Europa occidental, solamente Le Pen se atreve a hablar así. Pero el actual Gobierno húngaro no tiene nada que ver con gente como Le Pen. Está sinceramente comprometido con la democracia, simplemente le falta práctica todavía para dar por supuesto lo que todos los Gobiernos democráticos han de dar por supuesto y aceptar (la presencia de una oposición independiente, una prensa independiente y una opinión pública independiente). Y eso tiene que soportarlo; ninguna democracia puede sobrevivir sin una presencia activa de esos tres poderes independientes.

Falsos principios

Típico de todo lo dicho es el caso de April Glaspie, el embajador norteamericano en Irak, uno de los artífices de los actuales problemas del Golfo, que al invitar al dictador a un programa de televisión dijo lo siguiente: "Si el presidente de Estados Unidos tuviera el control de los medios de comunicación, su labor sería mucho más sencilla" (The New York Times, 23 de septiembre). Jeszenszky tiene convicciones similares, pero eso son falsos principios. La labor de un Gobierno semiautoritario es, por supuesto, más fácil si controla los medios de comunicación; la labor de un Gobierno, o presidente, democrático no lo es, por la sencilla razón de que desde el momento en que un Gobierno controle los medios de comunicación dejará de ser democrático.

En los sistemas parlamentarios semiliberal y sermautoritario húngaros del pasado había siempre, al menos, un periódico controlado por el Gobierno, a veces llamado oficial, que actuaba como portavoz del Gobierno. Había otros periódicos favorables a los partidos de la oposición, y había también unos cuantos auténticamente independientes, como, precisamente, el Magyar Nemzel. Pero el Gobierno estaba seguro, porque siempre había al menos un periódico que cantaba sus alabanzas y actuaba como su portavoz. A su vez, ese periódico era considerado como la voz de la nación.

Un hecho interesante es que el régimen comunista de Kadar se ajustó al marco de la tradición húngara. El Partido Socialista de los Trabajadores húngaro, como se llamó entonces el partido comunista, se convirtió, sociológicamente hablando, en el partido de la clase media conservadora húngara. Al mismo tiempo, claro está, esa clase media odiaba el contenido político e ideológico del régimen; también se sentía ofendida por la dependencia húngara de la Unión Soviética. No obstante, el paternalismo le convenía. Después de todo, con Kadar, los tipos listos podían decidir en todo, y el resto estaba reducido al silencio.

En marzo se eligió un nuevo Gobierno; fue elegido democráticamente, e intenta actuar democráticamente. Pero es difícil renunciar a los viejos hábitos. Los miembros de los partidos gobernantes se preguntan porqué la prensa no los alaba, porqué son criticados, a pesar de ser genuinamente demócratas, a diferencia del Gobierno anterior. Pero al Gobierno anterior (comunista) también le gustaba la crítica constructiva, también él rechazaba solamente la crítica destructiva. Con todo lo molesto que pueda resultar, es necesario aprender que un Gobierno es democrático sólo cuando no diferencia entre las críticas constructiva y destructiva. Mientras se haga esa diferencia se seguirá pisando el sendero de los Gobiernos semiautoritarlos o autoritarios.

Los cuatro poderes

Es indudable que la prensa no siempre hace Justicia al nuevo Gobierno húngaro. Los miembros de los partidos del Gobierno tienen a veces razones sobradas para sentirse irritados, y lo mismo sucede con los miembros de los partidos de la oposición, la prensa y la opinión pública. Pero los cuatro poderes de la Hungría actual -el Gobierno, la oposición, la prensa y la opinión pública- son independientes y bastante fuertes, que es lo mejor que le podía suceder a un país que se está calzando los zapatos nuevos de la democracia. El nuevo Gobierno todavía tiene que comprender que hay tres poderes independientes, además del suyo, y que a esos poderes no les puede, pura y simplemente, dar órdenes. Ésa es una medicina amarga, especialmente cuando un Gobierno se enfrenta a unas tareas formidables. Pero precisamente por la dificultad sin precedentes de la tarea a la que se enfrenta, la simple existencia de los otros poderes independientes es la mayor bendición que le pudo haber caído a este Gobierno. Ahora los ministros no se pueden permitir cometer demasiados errores. La paciencia de la población se está agotando. Para encontrar soluciones óptimas en las actuales circunstancias, el Gobierno precisa la opinión, el punto de vista y las proposiciones de todos aquellos que ven, desde una perspectiva distinta, los mismos problemas a los que se enfrenta el Gobierno. Cuanto menos critiquen la prensa y la oposición al Gobierno, más se esforzará éste en vano. Cuanto mayores sean las críticas de la prensa y la oposición, más probabilidades habrá de que el Gobierno entre en los libros de historia como el Gobierno húngaro que llevó a cabo la tarea más difícil de todas: la demolición democrática del totalitarismo.

es profesora de la Nueva Escuela de Investigación Social de Nueva York.

Traducción: Leopoldo R. Regueira.

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