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Tribuna
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Rehenes

Rosa Montero

Hace unos días, una ex rehén envió a los diarios una encendida carta a favor de Cristina Almeida y los demás. Nada más natural: si yo hubiese estado atrapada en Bagdad, guardaría un agradecimiento eterno a los comisionados. Pero, como ése no es el caso, me temo que contemplo las cosas de otro modo.Por ejemplo, me crispa un poco esa euforia nacional triunfante que vivimos, como si con traer a los 15 rehenes nuestros hubiéramos dado un vuelco a la crisis del Golfo, cuando allí quedan aún miles y miles más, a los que, por cierto, considero tan míos como los que han venido; será porque no tengo mucho sentido de las fronteras. Y me temo que nuestra estruendosa cruzada de salvación no ha favorecido mucho a ese ingente tropel de rehenes, ni en lo psicológico ni en lo político. Por que el asunto ha sido la mayor victoria bélica que ha conseguido Sadam en la tórrida guerra fría en que vivimos; una victoria edificada, para mayor repugnancia, sobre la carneblanda e inerme de los rehenes. Para reconstruir la paz es necesario desarmar ética y racionalmente a los dos contendientes, y no participar como un pardillo en la oscura estrategia de uno de ellos. Por cierto, habrá que recordar que este en cantador Sadam Husein es el mismo que, entre otras lindezas, legalizó hace seis meses el asesinato, a manos de sus padres o maridos, de las mujeres supuestamente adúlteras. Porque está bien advertir que Sadam no es el malo de la película, pero desde luego tampoco voy a tragarme que esa best¡a es el bueno. Y una sola cosa más: bienvenidas sean las delegaciones no oficiales para salvar a los rehenes. Pero estas cosas se hacen sin que nadie se entere, sin salir en todos los periódicos aunque antes que comenzar el viaje. Claro que, sin tanta alharaca, Sadam quizá no hubiera dejado salir tan fácilmente a todos. Porque el precio del viaje era esta lección de falta de solidaridad que estamos dando.

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