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Tribunal

Manuel Vicent

El espejo ante el cual uno se afeita o se maquilla cada mañana se ha convertido en el único tribunal que te juzga. Para no tener que enfrentarse con él, muchos intelectuales se han dejado barba. Aquel joven rebelde que quería cambiar el mundo, con el tiempo ha ido aceptando las reglas del juego, se ha acostumbrado a digerir todas las matanzas, pero esta actitud pragmática le ha creado grumos de grasa en los mofletes y cada ideal quebrantado le ha añadido un poco más de pellejo colgando de la mandíbula hasta completar la propia máscara que lo define. Ahora es un realista de pelo gris, un triunfador con bolsas moradas alrededor de los ojos. Su rostro ha sido modelado por las sucesivas deserciones y así el conjunto de arrugas y erosiones constituye un trazado por donde él mismo como un explorador ante el espejo podría remontar el camino hacia aquellas fuentes esplendorosas de la juventud que alimentaron su rebeldía. Sabe muy bien a qué caída moral se deben las distintas lesiones de su piel. Las patas de gallo comenzaron cuando por fin un día reconoció que no todos los hombres eran iguales; después de negarse por primera vez a firmar un manifiesto contra el hambre en el mundo descubrió con angustia que tenía ya un poco de papada; ese lobanillo que hoy le infla la raíz de una oreja coincidió con su conversión a la escuela de Chicago; las primeras canas en las cejas llegaron junto con su creencia en la geopolítica como forma de entender la pobreza planetaria; un párpado se le vino abajo cuando de pronto se vio obligado a justificar un caso de tortura para no perder el cargo; cierta expresión de amargura en los labios bajo la torva nariz que aún le va creciendo responde sin duda al amor que de repente se le ha despertado por los norteamericanos. Al levantarse de la cama cada mañana aquel joven rebelde comparece ante este tribunal y, mientras se afeita o se maquilla, es juzgado. Frente al espejo exhibe la propia máscara labrada por todos los actos de sumisión, por todas sus renuncias. Y sólo por ellas es condenado.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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