En un lugar de La Mancha

Ya comenzó el curso académico 1990-91 en las universidades españolas. Togas, birretes, aulas magnas, clases magistrales... Todo el folclor que rodea a la más alta intelectualidad de este país aparece como noticia en los medios de comunicación. Lo que ocurre es que nunca suelen estar todos los que son. Una universidad de las no mencionadas, no quiero pensar que por non grata, sino más bien por desconocida, pobre o mal administrada, es la de mi tierra, la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).Hay todavía quienes se siguen preguntando si la UCLM existe realmente, si no es sólo un colegio universitario, si los títulos que aquí se obtienen servirán para algo. Pues bien, yo creo que somos una universidad con presente y con mucho futuro.

No pretendo hacer apología de mi universidad, pues sería absurdo defender un centro nacido y criado bajo el signo de intereses partidistas y electorales. Como universitaria y manchega, esto es doloroso. Sólo quiero partir una lanza en defensa de las personas que aquí nos formamos. No me gustaría en el futuro verme relegada de un puesto de trabajo o de una beca a la investigación por el hecho de haber estudiado entre estos muros tan poco conocidos.

Es evidente que no estamos en Harvard, aunque algunos profesores tengan la osadía de hacer estúpidas referencias a la mítica universidad cuando los alumnos pedimos algunas cosas básicas: libros, profesores que empiecen las clases en octubre y no en enero o, simplemente, calefacción. Yo no quiero que esto sea Harvard; sólo pido que se nos den más oportunidades para desarrollarnos, crear y sobrevivir. Puede que de aquí no salga ningún premio Nobel o ningún presidente de Gobierno; sólo queremos que salgan de aquí personas críticas, independientes y libres-

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