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Lo urgente, ahora, es fijarse en Polonia

La forma que toma la crisis del Golfo permite esperar que salga de ella un orden internacional mejor, con una mecánica aceptable para las poblaciones de todos los países afectados.Esta evolución depende de que no se tuerzan las voluntades que importan, a lo largo de un proceso que será largo. Aunque a veces parece que la fantasía de Rambo habita más naturalmente ciertas cancillerías de nuestro continente que su Hollywood natal, lo que sabemos de cómo se toman las decisiones importantes de política exterior en los países clave, y de las sociedades subyacentes, es bastante esperanzador. Con una salvedad crucial, la de la URS S.

La incertidumbre acerca de las intenciones del equipo actual se va esfumando; pero al mismo tiempo se propulsa al proscenio, y nadie puede despejarla, la incógnita de la. evolución política de la URSS en los meses y años venideros. La metamorfosis por la que tiene que pasar la URSS para sobrevivir es comparable, sin frivolidad, a la vivida en la época de las colectivizaciones y de la industrialización estaliniana. Cualesquiera que acaben siendo las fronteras de la URSS o de su sucesor principal, es casi seguro que el heredero lo será universal de sus títulos y rango como potencia militar nuclear. La desproporción entre esta fuerza y una endeblez económica a la que acompañará una desazón institucional, imposibles ambas de subsanar a corto ni medio plazo, deben preocuparnos. Son preocupaciones constructivas, porque, si bien es fácil imaginar situaciones en que una junta militar (presidida o no por un estadista civil hoy conocido), algún partido político, un dictador, caudillos varios, procurarían explotar en provecho propio la posibilidad de polarizar la política interna en torno a disyuntivas de índole prebélica o militar, también podemos, al proceder con prudencia, ayudar indirectamente a los que procuran modernizar la URSS sin pagar un precio excesivo de sangre y libertades. Bastantes tentaciones internas habrá de militarizar soluciones, en los antiguos khanatos tártaros o en materias urgentes que se enconen...

En lo internacional, el primer acervo de soluciones coartadoras de tales veleidades de intimidación es de índole militar. Los principales Gobiernos de la OTAN están ya en ello. Consta de dos elementos inseparables. Por una parte, se .mantiene la propia OTAN, porque Europa occidental (aun con submarinos nucleares) carece de la,suficiente profundidad geográfica, y por ende estratégica, si no puede contar con Estados Unidos. Por otra parte, se hace todo de acuerdo con la URSS para estructurar una eficaz maraña de cooperación entre la OTAN y la URSS: medidas fomentadoras de confianza, verificabilidad institucionalizada, posturas militares defensivas tan poco ambiguas como sea posible, sistemas de gestión de crisis, etcétera.

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Pero podemos hacer más por estabilizar nuestro continente. Por las mismas razones que la fermentación institucio,ñal de una superpotencia nuclear con una economía débil es potencialmente desestabilizadora, debemos preguntarnos si no anidan posibles magnificadores locales de las dificultades internas soviéticas en otros puntos de nuestro continente -y ver qué se puede hacer por remediar el peligro, si lo hay-. Por sus dimensiones y su situación en el mapa, Polonia es un país -el único de entre los ex satélites soviéticos- cuya salud es de gran importancia estratégica. Por desgracia, su salud es precaria. Afortunadamente, se la puede ayudar. Hay que hacerlo; por Polonia, pero también para que no descarrile por ahí la política soviética un día.

La magnitud de la tarea emprendida por los polacos desde la llegada del Gobierno de Solidaridad es hercúlea. A todo lo que se viene diciendo sobre la polución industrial, la falta de estructuras institucionales, las dificultades de una agricultura que el régimen anterior encerró en la lógica del minifundio más inviable, y otros problemas reconducibles sobre todo a la estructura del output industrial, hay que añadir la combustibilidad, indudable aunque menos conocida, del legado de contenciosos nacionalistas con alemanes, lituanos, bielorrusos y ucranios. La falta de recursos dentro puede apalancar las intervenciones forasteras, áún poco cuantiosas; una intervención acarrea la contraria; antes de nada, se enquista la herida; en mal sitio.

Los polacos de hoy, que conocen su historia, saben que tienen que aprovechar la oportunidad, pese a la dificultad. Todos saben que "el plan polaco tiene (y conservará) un sabor amargo". Han optado con'valor por la más dura operación económica. El ya bajo nivel de vida ha bajado entre un 20% y un 30% el output industrial, del 25% al 35%; pero han yugulado una inflación galopante, del tipo llamado latinoamericano. Con ese plan brutal los dirigentes siguen siendo populares, por ahora.

Sin embargo, el país lleva una gigantesca chapa a cuestas: una deuda exterior acumulada por el régimen anterior, y que, según los cálculos, representa hasta la mitad del producto nacional. El descuento de esa deuda en los mercados y su amortización como pérdida en las cuentas de muchos acreedores reflejan que la comunidad financiera no cree que será reembolsada. Pero la economía polaca no puede convalecer con esta deuda.

La solución consiste, pues, en dinero. Hay que comprar la deuda para luego renunciar a cobrarla. Los países de la OTAN, juntos. La mecánica que habría que poner en pie para retirar la deuda polaca sin encarecer al hacerlo esos activos, ahora poco valiosos, no es especialmente complicada. Aunque la cuantía de la deuda sea enorme, el coste de retirarla no lo es; al precio actual del mercado, unos 5.000 o 10.000 millones de dólares -es decir, el monto de la deuda militar de Egipto hacia Estados Unidos, que está siendo anulada, o unos 15 dólares por habitante de los países de la Alianza Atlántica-. Fácil...

Salvo que nos tiene maniatados un tabú, el del precedente financiero. Llevamos años buscando soluciones aplicables a todos, sin éxito. En vista de eso no hacemos nada. Es una situación insólita. Jurídicamente, no hay verdaderos inconvenientes, aspecto éste que tiene importancia, dado que comúnmente la fuerza del precedente es jurídica. Estratégicamente, las asimetrías preexistentes justifican siempre una intransitividad que nadie pone en tela de juicio. Aun reconociendo que levantar la hipoteca de la deuda polaca sería estupendo para los polacos, bueno para nosotros y estabilizador para los soviéticos, nos frena esto del precedente. Se alegan dos tipos de razones: una moral y otra de vaga normativa financiera.

La moral es la más curiosa. Se oye, en el trasfondo, siempre, la pregunta de ¿por qué no los demás? Sorprende que haya que recordar que lo moral, si no se puede ayudar a todos, es ayudar a alguno; y en cosas de esta índole, lo moral y sensato es no disolver en ayuda uniformemente ineficaz lo que podría salvar a uno. Lo tradicional, para justfficar discriminaciones vitales, es buscar argumentos que apuntan a una singularidad del todo excepcional en el, caso atendido. Pues si setuscan argumentos de esta índole, se concluye lo mismo que si no se los busca: hay que volcarse con Polonia.

"No somos cualquiera", dice una canción popular de Cracovia. Y tanto. No hay país europeo que haya sufrido hasta tal punto, y con menos culpa propia, los avatares del siglo y de la historia. Basta recordar que cuando Hitler y Stalin se reparten Polonia, en 1939, hay 35 millones de polacos. Durante la guerra mueren asesinados tres millones de polacos judíos, más otros tres millones de polacos no judíos, aparte de otros cuatro millones de deportados y emigrados. El heroísmo polaco, asociado no sólo a la resistencia en su país, sino a tantos episodios cruciales de esa guerra, desde la batalla de Londres a Montecassino o Arnhem, es prueba bastante de una actitud de beligerancia contra el infortunio histórico. Y lo mismo corrobora, más cerca de nosotros, la epopeya de Solidaridad: Polonia es el único país que ha logrado derrocar una dictadura moderna con un movimiento de masas sostenido. Y para derribar una dictadura comunista, en el glacis soviético, no bastaba con hacer el país ingobernable; hecho eso, fue la disponibilidad colectiva polaca para una hecatombe como la de la insurrección de Varsovia en 1944 la que consiguió la libertad, y el primer Gobierno presidido por un no comunista en un país satélite. ¿Para qué seguir?

En lo que a la moral se refiere, nos podemos aplicar el dicho de Cyprian Norwid de que para tener corazón hay que usarlo. Si de verdad se quiere que el beneficiario de una nación que nos conviene a todos sea un necesitado especial, en el caso de Polonia hasta podemos, sin exageración, hablar de indemnización europea. En cuanto al precedente financiero, no hay que preocuparse, porque Polonia no hay más que una. Basta que los analistas de riesgos incluyan de nuevo en sus análisis la variable estratégica, como ya hacían cuando se prestaban miles de millones de dólares a Gierek alegando que la URSS jamás podría permitir que un país del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y del Pacto de Varsovia dejase impagadas sus deudas exteriores.

Joaquín Romero-Maura es historiador.

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