Centenario con escándalo
La última corrida de la Feria del Centenario de la histórica plaza de Talavera transcurrió en medio de un impresionante escándalo por la bochornosa invalidez de los toros. El pacienzudo público aguantó estoicamente la pantomima hasta el tercero, pero después estalló en justificada cólera. Aquello era una lastimosa estampa sin integridad ni emoción; ni siquiera se acercaba a un espectáculo de tauroballet; simplemente era una vergüenza.Los pobres animalejos se acamaban de continuo mientras los toreros intentaban aplicarles mantazos a diestro y siniestro. Todos los toretes fueron cambiados tras el clásico monopuyazo, a excepción del quinto, que milagrosamente recibió tres. Tres de ellos no fueron muertos a estoque sino que se echaron de aburrimiento. Suerte tienen los que manejan la fiesta de que los santos aficionados aguanten, pero la paciencia llega hasta un límite.
Algarra / Ortega, Mora, Lozano
Cuatro toros de Luis Algarra y 3º y 4º de Manuel Alvarez, el 4º, sobrero, en sustitución de uno del hierro titular devuelto por inválido; terciados, invalidísimos y nobles, excepto 6º, peligroso. Ortega Cano estocada trasera (ovación); pinchazo traserísimo, dos estocadas atravesadas traseras y se echa el toro (ovación). Juan Mora: tres pinchazos y se echa el toro (ovación); media caída (silencio). Fernando Lozano: pinchazo, estocada baja y se echa el toro (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio).Plaza de Talavera de la Reina, 23 de septiembre. Tercera y última corrida de feria. Lleno.
Y a ese límite llegaron los sufridos talaveranos cuando saltó al cenizoso ruedo el insignificante y derrengadísimo cuarto, que fue sustituido por otro de la misma condición. Recreció la protesta y Ortega Cano, descentrado ante esos gritos, requería con aspavientos explicaciones a los tendidos. Desde allí le contestaron lo que tenía que hacer: matar al bicho. En su lugar, Ortega Cano tiró de prosopopeya e intentó molerlo a derechazos. Hasta que por fin conectó con el público y se decidió a despenarlo. Volvió a desconectar cuando salió a saludar a las regodeantes ovaciones que proferían los espectadores con gritos de sorna de "torero, torero".
También se descentró en el escurridillo que abrió el nefasto festejo de efemérides. En vista de lo cual acabó de hinojos en actitud desafiante, lo que al respetable le importó un bledo.
Juan Mora, que sustituyó al enfermo de última hora Espartaco, al menos toreó de salón y con regusto a su primer enemiguete. Ribeteó el arte con el percal al acariciarlo con las manos bajas, mientras que con la flámula mezcló estos arreboles con feas trapacinas. Lo único destacable que ocurrió mientras lidiaba el quinto fue la bronca que se llevó la banda de música por iniciar un pasodoble sin razón aparente.
Lozano arrancó palmas de compromiso tras acabar mediocremente con el tercero. El último arrolló a Gregorio Lalanda y su nobleza devino en bronquedad. Lozano le echó arrestos y le retó con escalofriante valor y profesionalidad suma, aunque volvió a fallar con la tizona.
Babelia
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