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Los Agapitos del PRI mexicano

Antonio Caño

El abandono del Partido Revolucionario Institucional (PRI) la pasada semana por parte de uno de sus más antiguos y respetados dirigentes, Rodolfo González Guevara, confirmó en México la crisis que afecta a un sistema político que Mario Vargas Llosa definió recientemente como una dictadura perfecta". Pero nadie simboliza mejor lo lejos que está este país de una verdadera democracia que un turbio y semidesconocido personaje cuyo nombre es Agapito González.Agapito González ha sido durante 50 años el indiscutible líder sindical de la ciudad de Matamoros, uno de los principales puntos de la región fronteriza con Estados Unidos. Allí ejercía un poder caciquil que se reía -¿o se aliaba?- de gobernadores y empresarios, jueces y policías.

Todo el que quisiera sumarse al acelerado desarrollo económico de esa zona por medio de las prósperas empresas manufactureras, desde la General Motors a Benetton, tenía que pasar por las manos de Agapito, que, como secretario de la federación de la Central de Trabajadores Mexicanos (CTM), controlaba todos los puestos de trabajo de la ciudad.

Hace pocas semanas, el presidente Carlos Salinas hizo una visita a esa región del Este fronterizo y conoció las actividades de Agapito, que había conseguido llevar a las arcas del sindicato cerca de 2.000 millones de pesetas, y nadie sabe cuánto a sus cuentas particulares, por medio de infinidad de corrupciones y chantajes.

Salinas ordenó entonces su destitución, y el jefe supremo de la CTM, Fidel Velázquez, de 90 años de edad, la aceptó con el fin de proteger al hombre que "dio todo lo que pudo en beneficio del país y de las trabajadoras de las maquiladoras".

Agapito es ya, como lo es La Quina, un lejano recuerdo del México profundo del que hacen mofa los jóvenes dirigentes económicos de Harvard en sus reuniones ministeriales, pero las insistentes denuncias sobre la falta de estructuras y de voluntad democráticas en este país hacen temer que Agapito González no sea un personaje tan arcaico.

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Obedecer sin rechistar

¿Cuántos Agapitos quedan en todo el país? ¿Cuántos Agapitos llevan su influencia hasta la puerta misma de la presidencia? ¿Puede y quiere este sistema prescindir de la lealtad de esos Agapitos que obedecen órdenes sin rechistar y ganan elecciones para el PRI por las buenas o por las malas?

Las prácticas antidemocráticas subsisten, y la reforma política prometida por el presidente Salinas de Gortari camina a paso de tortuga. El congreso celebrado por el PRI los primeros días, de septiembre causó una profunda decepción entre las personas que apostaban por su democratización desde el interior.

En opinión de Rodolfo González Guevara, militante del PRIdesde 1946 y antiguo embajador de México en España, ese congreso fue "la-peor mascarada de la historia del partido". La asamblea incluyó reformas que favorecen la designación por las bases de determinados candidatos a elección popular, pero dejan en manos de un Consejo Político Nacional (nuevo órgano de dirección) la designación del candidato a la presidencia, lo que permite en realidad la supervivencia del tradicional sistema de dedazo para que cada presidente elija a su sucesor.

El ex presidente Luis Echeverria, sumándose a la oleada de críticas iniciada por Vargas Llosa y seguida por buena parte de los intelectuales mexicanos, reconoció la pasada semana que es práctica habitual en México que el jefe del Estado elija personalmente a su sucesor, como en el antiguo imperio azteca, y que él mismo designó a José López Portillo para que ocupase la presidencia.

Frustrado por los resultados de la asamblea del PRI y desencantado por las escasas reformas democráticas aplicadas después de dos años de la llamada revolución salinista, González Guevara decidió a los 72 años de edad seguir los pasos de Cuauhtémoc Cárdenas y abandonar el partido para formar uno nuevo con el que plantear batalla al PRI en el terreno electoral.

La salida de González Guevara puede arrastrar a todos los militantes de lo que se conocía como Corriente Crítica y, sobre todo, ha puesto públicamente en evidencia las lacras de un partido que, como cualquier ministerio, vive íntegramente del presupuesto del Estado, que no tiene padrón de miembros y que es utilizado en la práctica como una correa de transmisión del Gobierno.

"El único que manda en el partido es el presidente de turno, que quita y pone gente a su entera voluntad", ha denunciado González Guevara, que se ha sumado también a las críticas por las tibias reformas introducidas en las leyes electorales para seguir dejando en manos del Gobierno el control de los procesos de elección popular,

-La estructura del PRI sigue basada en gente como Agapito González, que impone candidatos en sus estados y, finalmente, impone su criterio en el partido a través de los sectores que representan; en el caso de Agapito, la CTM.

El historiador Enrique Krauze ha advertido que México se ha quedado a la zaga de los cambios experimentados en todo el mundo, y ha propuesto la autoabolición del PRI para acabar con lo que el famoso intelectual próximo a Octavio Paz llama "un porfiriato colectivizado".

Pero Carlos Salinas, cuya sinceridad democrática nadie quiere poner en duda, se encuentra con esta misión transformadora en un momento en que la popularidad del PRI está por los suelos y su mayoría estaría seriamente amenazada en unas elecciones limpias.

En un país que, entre tantos pensamientos célebres aportados a la historia política mundial, inventó aquel de que se puede ganar perdiendo y perder ganando, Salinas se encuentra ahora, probablemente, en la disyuntiva de perder las próximas elecciones ganando la democracia para México o mantener a su partido en el poder perdiendo la oportunidad histórica del cambio que nunca llega.

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