Don Quijote, en el palacio de Baaba
En un país donde desde hace tres lustros las milicias locales, los movimientos terroristas y los ejércitos extranjeros campan por sus respetos, el general Michel Aún es el único que merece el calificativo de "rebelde" por parte de la prensa del Beirut controlado por las tropas sirias.
Y eso porque se empeña en mantenerse en el palacio de Baabda, sede de la presidencia de la República. Para completar su triunfo en Líbano, a Hafez el Asad le hace falta todavía instalar en Baabda al presidente que apadrina, el cristiano maronita Elías Haraui.
Aún también es maronita, pero, desde comienzos de este año, la milicia de sus correligionarios, las ultraderechistas y proisraelíes Fuerzas Libanesas, se suman con ferocidad al cerco al palacio Baabda.
La explicación a este hecho y a la alianza indirecta entre el Estado de Israel y Siria es que Michel Aún actúa, más que como cristiano, como un nacionalista libanés.
Casi todos sus compatriotas cristianos y musulmanes le llaman respetuosamente "el general". En el propio Beirut Oeste bajo control sirio hay práctica unanimidad en reconocerle a Aún una bravura, una honestidad y una fe en su país insólitas en un dirigente líbanés.
Pero "el general", se dice, está "loco", es un "Don Quijote": ha emprendido una guerra contra Siria que no podía ganar y se ha revelado un pésimo político. Y en esta tierra de puñaladas por la espalda que es Oriente Próximo eso se termina pagando con la propia cabeza.
Si hay "batalla final", ésta será espantosa. Atrincherado en las ruinas del palacio de Baabda, dueño de un territorio de apenas 600 kilómetros cuadrados, sometido a un bloqueo económico, condenado por la comunidad internacional, enfrentado a todas las facciones libanesas, Aún apenas cuenta con sus 10.000 soldados.
Son profesionales cristianos y shiíes que suplen su falta de armas y municiones con un buen entrenamiento, una aceptable disciplina y una convicción absoluta en la causa del general Michel Aún.
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