Instrumentos del olvido
Durante el verano se leen con retraso muchas revistas. Tuve en las manos un número atrasado de una revista ilustrada y encontré muchas cosas hermosas. Tiene poca importancia el nombre de la revista porque reflejaba la tendencia general de todas ellas. Daba prioridad -como todas- a los escándalos que recientemente han involucrado a escritores célebres y desaparecidos, desde Pavese, Montale y Vittorini, llegando a rozar a Calvino. El autor del artículo se asombraba de por qué los famosos son exaltados y después humillados. Excelente forma de sinceridad, con lo que el principio de los medios informativos podría resumirse, de acuerdo a una expresión popular de mi época, en: "Hacen y deshacen todo ellos mismos".Parece la historia de aquel fulano que iba a pedirle la bicicleta prestada a un amigo y fantaseaba irritado sobre la avaricia de éste, convenciéndose poco a poco de que le diría que no. Por tanto, una vez que estuvo debajo de la ventana del amigo le llamó dando grandes voces, y al asomarse éste, sin darle ni siquiera tiempo a abrir la boca, le gritó: "Te puedes meter tu bicicleta en el culo, pedazo de imbécil".
Del mismo modo actúan los medios informativos. Muere el autor, y por exigencias de difusión lo endiosan, y a veces por encima de sus propios méritos, pero siempre por encima de lo que, si viviera, su natural modestia le habría aconsejado. Más adelante -siempre por exigencias de difusión- no encuentran nada mejor que destruirlo, porque el endiosamiento ya no es noticia, mientras la destrucción, sí. Montale, Pavese y Vittorini han sido maná para los procesos de endiosamiento de los medios informativos incluso porque alguna virtud tenían, y ahora les caen encima. ¡Vittorini porque imita, en un giro postal, la firma de otra persona para poder cobrar (y además lo dice)! Pero si se examina el epistolario de la firma Bompiani, Vittorini escribía diciendo que no podía recibir los pagos del editor porque por las noches iba de una casa a otra perseguido por la Gestapo. Si estoy perseguido por la Gestapo y tengo que firmar el giro a nombre de otro para poder comer, lo hago sin pensarlo dos veces, después arreglaré las cuentas.
Sin embargo, hay una ventaja en estas prácticas de los medios de masas. Éstos destruyen, pero la destrucción dura muy poco. El semanario que leí observaba que el único escritor que hasta ahora se ha salvado de la destrucción es Moravia. ¿Es que nos hemos olvidado del Moravia desnudo de Sergio Saviane y de las bajezas dichas sobre su último matrimonio? Hemos olvidado. Por tanto, durante algunas semanas Vittorini seguirá siendo un delincuente porque la señora Rodocanachi le hacía un primer esbozo de traducción, pero sólo por unas semanas.
En los ambientes literarios era por todos sabido que Vittorini traducía sin saber el inglés, y esto explica por qué sus Saroyan y John Fante fueran mejores que los originales; pero en los ambientes literarios también se sabía que Vincenzo Monti, gran traductor de los traductores de Homero, no sabía griego. Dentro de pocos meses, los medios informativos (habiendo olvidado todo) podrán permitirse utilizar la redención de Vittorini: un gran incomprendido. Titularán: Novedades culturales. El redescubrimiento de Vittorini. He leído recientemente sobre la existencia de una nueva moda cultural: el redescubrimiento de Ludwig Wittgenstein. ¿Pero quién lo había olvidado?
Recuerdo que en los años sesenta Lietta Tornabuoni ironizaba a Carrol Baker. En cuanto a todas las demás, desde Brigitte Bardot hasta Marilyn Monroe, bastaba con que se tirasen un pedo para que estallara el griterío de los medios de masas. Carrol Baker no corría desnuda por la playa, copulaba dando gemidos, se hacía sodomizar por elefantes, y era como si no hubiera sucedido nada. ¡Pobrecita! Pero por suerte, los medios informativos son como Carrol Baker.
Hablan, hacen y deshacen todo ellos mismos, y la gente, nada, olvida. Es el triunfo de la inocencia, la masificación del complejo de Gaspar Hauser, tendre orphelin, el modelo de la información se convierte en el desmemoriado de Collegno. El exceso de información (que debe producirse a cualquier precio) hace que todas las cosas pasen como el agua de la ducha, después se seca.
Y esto es lo que en el fondo han comprendido los grandes padres de la política. El poder desgasta sólo si la gente recuerda. Pero, por suerte, están los medios de masas, instrumentos del olvido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.