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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después de Helsinki

DE LA relajada conferencia de prensa posterior a la cumbre de Helsinki del pasado domingo se deduce que el acuerdo entre Bush y Gorbachov va más allá de los puntos específicos plasmados en el comunicado oficial. Varias consideraciones merecen ser destacadas al respecto. En primer lugar, que no es cierto que la disposición de Gorbachov a colaborar con Estados Unidos pueda interpretarse de manera simplista como el precio a pagar por las eventuales ayudas económicas que necesita para mejorar su precaria situación en política interior. Por una parte, esa ayuda no podrá ser muy sustanciosa a la vista de las dificultades de la economía norteamericana, y por otra, Gorbachov no ignora las implicaciones de un fracaso de las medidas de presión orientadas a evitar un desenlace abiertamente bélico.Sadam finge que tales presiones no le afectan, pero su gesto insólito de restablecer relaciones con Irán -pasando por encima de nueve años de guerra y de los cientos de miles de muertos por ella provocados- el mismo día en que se celebraba la cumbre indica que el embargo está minando seriamente su posición y necesita abrir una brecha en la solidaridad internacional. De ahí que siga siendo fundamental mantener la unidad de los aliados contra Sadam Husein, para lo cual es imprescindible supeditar cualquier iniciativa al acuerdo previo de la ONU.

Esa unanimidad exige precisar los términos del embargo, a fin de evitar efectos que pudieran ser aprovechados por la propaganda de Sadam Husein para quebrar, en particular, el compromiso de la mayoría de los países árabes contrarios a la anexión de Kuwait. Lo decisivo del embargo, aquello que de verdad puede obligar a ceder a Sadam, es la prohibición ,de la salida del petróleo y de la entrada de armas (y repuestos para las mismas).

Por una parte, si el objetivo del saqueo de Kuwait era financiar con la venta de más petróleo, y a precio más alto, la reconstrucción del país, el embargo hace imposible tal fin. Por otra, si fue el poderío de su ejército lo que le permitió lanzar el desaflio, es evidente que, sin posibilidad de reponer el material destruido en una eventual guerra (incluida la munición), no podría ganarla. Entonces, la presión adicional del embargo de alimentos es secundaria, especialmente para alguien como Sadam, cuya preocupación por el bienestar de su pueblo no es precisamente desmesurada. Bush y Gorbachov lo han reconocido así al admitir la posibilidad de permitir la importación de alimentos y medicinas, siempre que su distribución sea controlada por organismos humanitarios.

También merece ser destacado el hecho de que la crisis ha servido de catalizador para el progreso de las conversaciones de desarme. Tanto Bush como Gorbachov aseguraron que daban instrucciones específicas a sus delegaciones en Viena y en Ginebra para que aceleraran la redacción de acuerdos de desarme estratégico y convencional, de forma que los textos definitivos estén listos antes de finalizar el año.

Finalmente, es también interesante que, 48 horas después de que la CE recordara que la crisis de Irak no debe hacer sombra al otro grave problema de Oriente Próximo, Bush hiciera especial hincapié en que las cuestiones kuwaití y palestina deben quedar totalmente desvinculadas para que el esfuerzo que se está realizando por doblegar a Sadam Husein, al favorecer al agresor, no resultara debilitado. No quería que se olvidara que, aunque el enfrentamiento palestino-israelí es grave y merece solución urgente ("Estados Unidos ha apoyado de forma continuada el cumplimiento de la resolución 242 sobre la retirada del Ejército israelí a fronteras seguras y reconocidas", dijo), es fruto de causas diferentes y no ha producido anexión jurídica de los territorios ocupados.

Tal vez olvidaba con ello que no se trata de equiparar ambos conflictos, sino de recordar que el cumplimiento de las resoluciones de la ONU es exigible en todos los casos; sus colaboradores deberían hacerle ver que recordando a Israel el cumplimiento de sus obligaciones, Bush reforzaría la credibilidad y liderazgo que ha adquirido con su firme tratamiento de la crisis kuwaití.

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