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47º FESTIVAL DE VENECIA

Scorsese logra en ‘Goodfellas’ un documento audaz y ‘negro’

Ayer, domingo, la Mostra veneciana giró alrededor de Martin Scorsese, uno de los grandes independientes del cine estadounidense. Intervino en el homenaje al legendario cineasta británico Michael Powell, anunció su documento sobre el diseñador Giorgio Armani y presentó en concurso su último filme, Goodfellas, que fue recibido con división de opiniones, pero en ningún caso con indiferencia. Es una obra larga, tumultuosa, violentísima, en la que el cineasta afronta las líneas de mayor resistencia, combinando con audacia el documento verista y las convenciones tradicionales del género negro. Junto a algunas arritmias y excesos de metraje, logra instantes de cine insuperable.

Había expectación ante Goodfellas. Se le consideraba de antemano (a causa de algunas filtraciones sobre una posible agresión contra el filme por parte de la censura puritana de la MPAA, esta tristemente famosa Motion Pictures Association que sigue las huellas del terrible Código Hays, que destrozó infinidad de filmes en la edad dorada de Hollywood) un filme conflictivo.Lo es efectivamente y corre el riesgo, debido a su tumultuosa violencia, de ser pasto de la tijera censorial o de la infamante X alternativa, que lo condenaría a las humillantes estrecheces de las salas porno o similares. Los tremendos cortes sufridos por Corazón salvaje, la sorprendente película de David Lynch que arrolló en Cannes hace unos meses y que ha perdido, por indicación censorial, su mejor escena (la del atraco a un banco por Willem DaFoe), son hoy un mal augurio para este terrible y a ratos magnífico filme de Scorsese.

Goodfellas puede traducirse como compadres y también como buenos chicos, o, a la italiana, bravi ragazzi. Es, y su título ya lo indica, la historia de un gang, de una piña de mafiosos de poca monta que un día de hace unos años se embarcó en un golpe de gran envergadura, que superó su maquinaria delictiva casi casera y, a través de sangrientos azares, hizo añicos al compacto y sin fisuras grupo inicial. Un asunto, por ello, rigurosamente verídico, todo un documento histórico, pero muy cercano a algunas de las constantes más personales del cine de Scorsese y en concreto a su Malas calles.

Viendo Goodfellas se tiene un permanente sentimiento de inminencia, de que el horror absoluto está ahí cerca, a la vuelta de cada recodo del tortuoso discurrir de los sucesos. Y hay talento en la representación de la piña humana del grupúsculo mafioso embarcado en una aventura que lo desborda y finalmente lo desmembra, sometiendo a su autosuficiencia a las leyes de la cárcel, de la muerte y de la domesticidad social.

Duración desmesurada

Sin embargo, pese a llevar dentro cine de primera calidad, a ráfagas extraordinario, Goodfellas hace agua por el agujero de su desmesurada duración: dos horas y media, que podrían, sin distorsión, reducirse a dos horas e incluso menos. La combinación entre documento social y ficción negra, entre tiempos de ritmo frenético y tiempos de reposo para el espectador, obedecen a una brillantísima y arriesgada intuición de Scorsese, pero la excesiva reiteración de este endemoniado vaivén abruma, fatiga al espectador, que se ve frecuentemente desbordado por la velocidad (seguida por repentinos frenazos) de la secuencia de los acontecimientos y acaba rezagándose respecto de ellos.Hay unanimidad en los comentaristas en aconsejar a Scorsese que peine las aristas de esta galerna visual y aplaque un poco el furioso ritmo dentro del que se pierden algunas calidades de la formidable interpretación colectiva, en la que Robert de Niro hace un ejemplar ejercicio de humildad: es un personaje secundario, que ocupa siempre un lugar de fondo, hasta que en un par de escenas, hacia el final, se adueña inesperadamente del proscenio e inunda con su presencia la pantalla. Es el signo del actor de genio, como el de otro secundario llamado Tommy de Vito. Franquearon a la de Scorsese dos películas de menor entidad: la chilena La luna en el espejo, de Silvio Caiozzi, sobre un relato de José Donoso, y la francesa Hay días y lunes, del veterano e incorregible enamorado de lo cursi Claude Lelouch, que desde Un hombre y una mujer sigue erre que erre haciendo la misma película de siempre, sean cuales sean las variantes argumentales. Por su parte, el filme chileno es de factura sencilla, de presupuesto muy pobre, un meritorio trabajo de aprendiz que da lugar a un relato lúgubre, de atroz pesimismo, del que saltan indicios de un futuro gran cineasta.

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