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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oposición dosificada

EL PLENO parlamentario del próximo martes sobre la posición española en relación al conflicto del golfo Pérsico marcará el inicio del nuevo curso político. En el pleno se abordará también, previsiblemente, la discusión sobre las duras medidas de austeridad anunciadas por el Gobierno. Ambos asuntos serán el eje del debate político en los próximos meses, durante los cuales las diferentes formaciones tomarán posiciones con vistas a las elecciones municipales y autonómicas (en 13 comunidades) de la próxima primavera.En función de esa cita electoral, cada partido de la oposición dosificará sus gestos de coincidencia o desacuerdo con el Gobierno. Una llamativa novedad respecto a anteriores periodos electorales es que ahora no resulta evidente que la proximidad de las urnas haya de traducirse necesariamente en una acentuación de los perfiles agresivos en la crítica al Ejecutivo. Al menos eso se deduce de la autocrítica explícita de IU tras las elecciones andaluzas y de la implícita del PP en los últimos pronunciamientos de Aznar sobre su disposición a una mayor colaboración con el Gobierno. Y lo mismo cabe deducir del continuismo de nacionalistas y centristas respecto a la política de consenso inaugurada tras las elecciones de octubre. De momento, están avanzadas las conversaciones para consensuar la nueva ley electoral y el Estatuto de RTVE. En conjunto, el panorama es un reflejo del estrechamiento del campo de debate, lo que está ocurriendo también en otros países.

En el caso del PP, el acuerdo genérico con las iniciativas gubernamentales con respecto a la crisis del Golfo ha favorecido esa receptividad al diálogo de Estado mostrada por Aznar. Por otra parte, las reticencias expresadas sobre las medidas de ajuste difícilmente llevarán, como en vísperas de la huelga general del 14-D, a un alineamiento de los conservadores españoles con los sindicatos e Izquierda Unida. Fue Miguel Herrero quien, en un pleno parlamentario posterior a dicha huelga, contuvo esa deriva a la griega. Desde entonces no ha dejado de argumentar a favor de una actitud menos agresiva de la oposición conservadora respecto a la moderada política del Gabinete de Felipe González. Primero, porque considera que un partido que aspira a gobernar -y, para ello, a ganarse el apoyo del electorado moderado- ha de acreditar un talante constructivo, de colaboración; segundo, porque, en las condiciones actuales, una imagen de alianza implícita con la oposición de izquierda sólo puede favorecer a esta última.

Pudiera ocurrir, sin embargo, que Aznar acabase aplicando las ideas de Herrero a la vez que prescinde de él. La renovación de la cúpula del PP (inevitable tras las implicaciones del escándalo Naseiro) se ha producido mediante el recurso, una vez más, a la vieja guardia fraguista. Si a ello se añade el desdén con que Aznar se ha referido a la posibilidad de que Herrero deje el partido, bien pudiera ser que nos encontrásemos ante la vieja táctica de dejar pasar el balón, pero no al delantero.

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Los dirigentes de Izquierda Unida, por su parte, parecen haber tomado conciencia del gigantesco equívoco en que se enredaron a lo largo del mes de julio con su propuesta de los 25 puntos a negociar con el PSOE. Mezclaron el reconocimiento de que la agresividad excesiva contra el PSOE había restado credibilidad a su mensaje en Andalucía con una iniciativa que nada tenía que ver con esa cuestión, sino, en todo caso, con la búsqueda de identidad tras el derrumbe de los regímenes comunistas. Esta última cuestión sigue abierta. Anguita no ha extraído todavía las consecuencias que se derivan de ese derrumbe, y sus fórmulas sobre el porcentaje de actividad que los comunistas dedicarán a IU y al PC no resuelven la cuestión central: si sigue teniendo sentido la existencia de partidos comunistas una vez que el objetivo para el que fueron creados -la revolución que destruya el sistema socioeconómico capitalista- parece imposible.

En lo inmediato, sin embargo, la crisis del Golfo servirá probablemente a IU para recuperar la bandera del heterogéneo movimiento anti-OTAN que capitalizó hace cuatro años, y tal vez para ofrecerse como expresión política de la resistencia sindical al ajuste, como intentó hacer en vísperas del 14-D. Ello podría suponer un respiro para IU y otorgar a esa coalición un campo de intervención que aleje los riesgos de un debate puramente ideológico en la decisiva Asamblea Federal prevista para el mes de noviembre. El ejemplo de los comunistas italianos indica que ni siquiera con un debate bien organizado y propuestas razonables de alternativa al modelo tradicional pueden superarse los efectos de la perplejidad que paraliza a los comunistas desde hace un año.

Todo ello, naturalmente, suponiendo con optimismo que el conflicto del Golfo no degenere en una guerra abierta.

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