La flotilla española cruza el canal de Suez junto al portaaviones norteamericano "Nassau"
La flota española del Golfo cruzó ayer el canal de Suez encabezando un largo convoy del que también formaban parte el portaaviones norteamericano Nassau y dos de sus buques de apoyo. " fragata Santa María y las corbetas Cazadora y Descubierta hicieron las veces de escolta del barco de EE UU durante una tranquila travesía de 15 horas. Una vez en Suez se adentraron en el mar Rojo con rumbo al puerto egipcio de Hurghada.
Allí esperarán al ministro de Defensa, Narcís Serra, que llegará en los próximos días con nuevas órdenes. La travesía del canal de Suez fue especialmente tranquila, y todo transcurrió según los planes prefijados en Port Said. Tan sólo hubo Una novedad para los comandantes de las tres embarcaciones españolas: tendrían como compañero de viaje al portaaviones norteamericano Nassau, una de las joyas de la flota de Estados Unidos. Y además, durante el último tramo del largo viaje, servirían de escolta del portaaviones que abriría camino al convoy. A lo mejor por eso, el embajador español en El Cairo había puesto tanto interés en viajar en la fragata española por el canal.Pasada la una de la madrugada, la Santa María, la Cazadora y la Descubierta iniciaban la maniobra en el puerto egipcio de Port Said y se unían a un cargo convoy de buques mercantes y de guerra, con rumbo a Suez. Aunque muy de noche, la luna llena iluminaba la entrada ,del canal, por el que iban entrando, uno a uno, las decenas de embarcaciones que componían el convoy. Con las luces y los focos encendidos, todos fueron avanzando lentamente (la velocidad era de nueve nudos) camino del mar Rojo.
Barcos mercantes y militares
En pleno amanecer (eran las 6.30), la comitiva pasaba junto a la ciudad de Ismailia (mitad de camino) y continuaba su marcha, esta vez sin luces. Los barcos mercantes y militares se mezclaban en una larga fila de varios kilómetros de extensión, guardando las distancias entre uno y otro para evitar accidentes. Todos ellos iban en estado de alerta, ante posibles eventualidades en un canal estrecho por el que los grandes barcos tan sólo pueden circular de uno en uno.
La llegada a los Lagos Amargos, aunque suponía más de tres cuartas partes del recorrido total del canal, iba a marcar apenas la mitad de la travesía. Eran las ocho de la mañana, y todavía faltaban cerca de ocho horas hasta llegar a Suez, puerta del mar Rojo. Y es que todas las embarcaciones del convoy tuvieron que fondear y esperar cuatro horas y media a que los barcos que circulaban en sentido contrario (Suez-Port Said) llegaran allí.
Eran las 12.30 cuando se dio la orden de partir. De inmediato, la fragata Santa María encabezó la comitiva, seguida de las corbetas Descubierta y Cazadora. Entre ellas, tan sólo un pequeño remolcador egipcio que acompaña a todos los convoyes. Y detrás, la figura deslumbrante del portaaviones Nassau y dos de sus escoltas.
Siempre con la Santa María a la cabeza, la caravana siguió su camino hacia Suez, entrando en la parte más estrecha del canal, que ya habían vaciado los barcos que venían del mar Rojo. Desde la margen occidental del canal, se podía ver avanzar lentamente a los seis barcos de guerra, guardando perfectamente las distancias, con parte de las tripulaciones en sus cubiertas. Unos, de vigilancia; otros, mirando el desierto que tenían a ambos lados, o a sus poderosos aliados que les seguían en la formación.
A uno y otro lado del canal, todavía se pueden encontrar los restos de la guerra egipcio-israelí de 1973, junto a las posiciones defensivas que todavía mantiene el Ejército de Egipto, a pesar de haber recuperado la península del Sinaí. En la orilla oeste hay múltiples puestos de vigilancia, con nidos de ametralladoras, antiaéreos, grandes cañones, carros de combate y camiones del Ejército egipcio, mezclados con alambre de espino y sacos terreros enterrados bajo la arena del desierto. El paso de tropas es continuo, y los pontoneros hacen práctica de instalación de sus puentes, aprovechando los ratos en los que no pasan convoyes. Algo dificil, teniendo en cuenta que, cada año, más de 22.000 barcos cruzan el canal.
Hacía un calor asfixiante en este último tramo (eran las 14.00) que el viento caliente del Norte no podía calmar. Sin embargo, buena parte de las tripulaciones de los tres barcos españoles preferían observar la travesía desde la cubierta, en vez de permanecer en el interior, con el aire acondicionado que les aliviase el sofocón. También los marinos del Nassau se mantuvieron en cubierta, junto a los aviones y helicópteros desplegados en perfecto orden sobre la pista de aterrizaje.
Está previsto que la flota llegue al puerto de Hurghada a lo largo de mañana sábado y atraque allí a la espera de recibir las nuevas órdenes decididas el miércoles en París por la Unión Europea Occidental (UEO). Serra llegará el do mingo a El Cairo para entrevistarse con su homólogo egipcio, Yusef Abu Taleb, y al día siguiente visitará los buques españoles.
"La guerra de los pillos'
Las tripulaciones de los tres barcos españoles saben que van en misión de paz a la zona del golfo Pérsico. Pero lo que no sabían, hasta que atracaron en Port Said, es que por esas tierras hay que andar con mucho cuidado para no perder muchas batallas. Y es que en Egipto, como en otros muchos países árabes, es muy fácil ser engañado. Algunos oficiales, cabos y marineros lo han podido comprobar en su leve estancia en Port Said.El primero en sufrir esta guerra de los pillos fue precisamente uno de los oficiales de la fragata Santa María. Nada más llegar a la entrada del canal de Suez, en plena maniobra de atraque a puerto, le robaron 200 metros de cabo como el que no quiere la cosa. "Era de noche", cuenta uno de sus compañeros, "y teníamos que amarrar el barco por proa. a una gran boya que estaba relativamente cerca. Desde una barca nos pidieron, como es habitual, que les lanzáramos un cabo mensajero, y cuando lo recibieron pidieron que soltáramos más y más.... hasta que de repente, en plena oscuridad, cortaron el cabo y se fueron con él".
Varias docenas de miembros de la tripulación fueron también engañados de una u otra forma mientras cambiaban dinero para comer o llamar por teléfono.
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