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El cadáver de Allende recorrió entre vítores las alamedas chilenas

Las grandes alamedas se abrieron ayer de nuevo en Santiago, tras 17 años de espera en una tumba que no llevaba su nombre, para dejar pasar los restos del ex presidente constitucional de Chile el socialista Salvador Allende, que fue enterrado con solemnidad después de un funeral celebrado en la catedral. El actual presidente de Chile, el democristiano Patricio Aylwin, pronunció un discurso en las cercanías de la que será tumba definitiva de Allende, que el 11 de septiembre de 1973 prefirió quitarse la vida en el palacio de la Moneda antes que rendirse a los militares golpistas.

Aylwin reconoció sus diferencias con Allende. En medio de los silbidos de parte de la gente congregada en las cercanías del cementerio, Aylwin, de forma categórica, afirmó: "Debo decirlo con franqueza. Si se repitieran las mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor, pero los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han enseñado que esas circunstancias no deben ni pueden repetirse por motivo alguno".La jornada comenzó a las 7.30, hora local (13.30, hora peninsular española), en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, donde Allende fue enterrado, de forma clandestina, al día siguiente de su muerte, en 1973. Estuvieron presentes unas 50 personas, familiares, amigos, políticos, periodistas y dos ministros del Gabinete, que asistieron a la exhumación del féretro metálico de color gris, que fue cubierto por una bandera chilena. Hablaron en ese acto en Viña del MarIsabel Allende, hija del presidente, y Jorge Arrate, secretario general del partido socialista, que insistieron en la idea de reconciliación nacional de la celebración.

Una caravana de automóviles acompañó los restos de Allende desde Viña del Mar hasta Santiago. El féretro con la bandera nacional iba en la baca de uno de los coches. Al borde del recorrido entre el balneario del Pacífico y la capital, de unos 125 kilómetros, grupos de personas saludaban al paso de la comitiva. Había puños en alto y gritos de "¡Adiós, compañero!", "¡Venceremos!, y hasta "¡Te queremos, Chicho!". El féretro de Allende entró por la alameda en el centro de Santiago y giró hacia la catedral, bordeando el palacio de la Moneda. Grupos numerosos se habían congregado en Morandé 80, el flanco de La Moneda donde estaba la puerta por la que entraban los presidentes a sus oficinas y por la que, envueltos en un poncho, sacaron los restos de Allende el día del golpe. La famosa puerta ya no existe" porque el Gobierno militar decidió tapiarla y debajo se construyó el bunker de Pinochet. Al volver al mismo lugar donde casi 17 años atrás se quitó la vida, el coche con los restos de Allende bajó la velocidad, pero siguió sin detenerse hasta la catedral y allí se celebró un solemne funeral. El arzobispo de Santiago, Carlos Oviedo, recordó el trato correcto que Allende dio a la Iglesia católica y la piedad de la madre del presidente, que iba a misa todos los días. Oviedo dijo que corresponde a la historia emitir el juicio definitivo sobre Allende.

De la catedral, el féretro fue conducido al cementerio, donde construyeron un monumento en recuerdo de Allende. Era la parte más delicada del programa y la más difícil para el actual presidente, Aylwin, que había sido un fuerte opositor al gobierno de Allende y la Unidad Popular y justificó durante bastante tiempo la intervención de los militares.

El funeral de Allende desencadenó en Chile las iras de la derecha, que acusó a los organizadores del acto y a la izquierda de tratar de sacar partido político. La Fundación Salvador Allende había convocado a las ceremonias con un pasquín que llevaba como lema "Por la paz de Chile". El día de ayer era de trabajo en Chile y el Gobierno no decretó luto oficial, que habría obligado a las guarniciones militares a poner sus banderas a media asta.

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