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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enterrar a Pinochet

QUIEN ENTONCES no debió morir recibe hoy sepultura digna. Casi 17 años después del golpe de Estado que le costó la vida, Salvador Allende gana, después de muerto, una aplazada batalla simbólica: la de ser enterrado con los honores que corresponden a un presidente democrático. Este último viaje de Allende significa borrar el interregno de los más de tres lustros que constituyen la etapa más negra de la historia de Chile. Puede que así el pueblo chileno haya empezado a enterrar un pasado que nunca debió ser. Puede que así empiece también a difuminarse la sombra de un dictador, Augusto Pinochet, que sigue impertérrito agarrado a su innoble pasado y sin dejar de pretender tutelar el futuro. El país le ha tratado considerablemente mejor de lo que él trató al presidente contra el que se rebeló y al que hasta quiso negar la tumba. Es hora de que Pinochet deje en paz a su nación y de que él también entre en el olvido.

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