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FESTIVAL DE SANTANDER

Adiós a la plaza Porticada

Con la doble actuación del violonchelista Rostropovich y la Orquesta de Cámara Noruega en Chaikovsky y Shostakovich, se clausura esta noche la plaza Porticada de Santander como espacio musical. El festival de 1991 tendrá ya como centro moderno y adecuado el gran auditorio de Sainz de Oíza.A la hora del adiós a la Porticada cabe hacerse dos preguntas de distinto y hasta opuesto signo: ¿cómo es posible que se haya tardado tanto en la elección de una casa para la cultura y el espectáculo santanderinos?, ¿cómo se consiguió hacer de un espacio en principio frío, ruidoso e inadecuado un ámbito propicio para escuchar música y seguir exigentes representaciones de ópera, drama y ballet? Cosas de España, dirán quienes se enorgullecen no sólo de nuestros méritos, sino también de nuestras carencias. Lo cierto es que en la Porticada actuaron las mejores compañías de danza, se representó teatro desde Cervantes a Brecht, tocaron las grandes orquestas, repitió su siempre esperada visita el Orfeón Donostiarra, triunfador hace unos días como intérprete de Mahler, y nos dieron su arte las grandes estrellas: Rubinstein, Iturbi, Cassadó, Larrocha, Menuhin, Watts, Oístrakh, Rostropovich; cantaron la Schwarzkopf, Victoria de los Ángeles, Seefried, Horne, Caballé, Berganza, Lorengar, Domingo, Carreras; vino en bloque la formación de Aix-en-Provence, que interpretó Atlántida de Falla, y se estrenaron los Gozos de Ernesto Halfter.

Un día se escribirá la sorprendente crónica de la Porticada, a partir del momento en que Argenta y la Orquesta Nacional iniciaron la tarea musical veraniega en 1952, venciendo no escasas resistencias ministeriales, pues la burocracia tiene paso más lento que el arte y la cultura. Mucho se espera del nuevo baluarte, situado a la orilla de la mar, pero con todo lo que tiene de positivo y necesario, la plaza Porticada será recordada como algo entrañable por quienes la habitaron tantas noches. Gracias a ella ha sido, posible crear y mantener una obra perdurable de la que queda algo más sustancial que unas placas conmemorativas o el comentario pasajero que se hará en el futuro: "Aquí se celebraban los festivales".

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