El fantasma de la guerra planea en el desierto
Sensación generalizada en Arabia Saudí de que el conflicto armado es inevitable
Una sensación de incredulidad ante el fantasma inevitable de la guerra parece haberse adueñado de la población de Arabia Saudí. Ni el aislamiento ni la censura impuestos en este reino al invadir y saquear Irak el diminuto Estado de Kuwait han podido mantenerse. La tragedia se ve demasiado cerca y amenazadora como para negarla. Los corresponsales de prensa extranjeros nos hemos apresurado en saltar de Riad, la capital, a esta ciudad de Dahran, cerca de la denominada zona de guerra, y ello ha provocado el lleno total de los seis hoteles que ya estaban casi saturados de refugiados kuwaitíes. Pero el Gobierno saudí, alentado por el de Washington, hace un esfuerzo hasta ahora inaudito de apertura y comprensión.
Esto no quiere decir que la infor mación militar se sirva como un aromático café de Arabia, una taza diminuta detrás de otra. Las normas son estrictas: no se fácilita el número de tropas llegadas desde los Estados Unidos, ni el de aviones, ni el de los equipos de artillería. Tampoco se revelan las operaciones futuras de este poderoso Ejército que, en breve, podría sobrepasar, los 100.000 hombres."Se huele que algo va a pasar", dijo un oficial norteamericano a este corresponsal; "esperemos que lo que pase no sea demasiado malo". Siguiendo esta cautelosa política informativa, el mando estadounidense notificó haber perdido un helicóptero Kiowa Scout en la noche del pasado 20.
El aparato, dice el comunicado, "se estrelló en una zona despoblada a 35 kilómetros al noroeste de Daliran, sin que resultaran heridos sus ocupantes". Añade que las causas están siendo investigadas.
Los saudíes han querido imitar a sus protectores permitiendo que la Prensa hiciera una visita a la base aérea de Ben Nasser, donde comparecieron algunos mandos y pilotos de guerra para probar no sólo su existencia sino también su alta moral en el momento en que todo el mundo habla aquí del horror de un ataque con armas químicas.
Este ataque fue anunciado por el líder iraquí, Sadam Husein, y el pánico se ha generalizado, tanto como la confusión. "Han repartido papeles diciendo lo que deberíamos hacer si Irak nos ataca con armamento químico", confía Raúl Carmelo, un filipino de 26 años que trabaja en esta ciudad desde hace más de tres, "pero al día siguiente cambian esas instrucciones y ya no sabe uno cómo habríamos de protegernos".
Este mismo obrero -y como él hay casi medio millón en todo el país- desearía echar a correr cuanto antes. Pero no puede. "Para lograr permiso de trabajo aquí tuve que entregar a la em presa mi pasaporte, y ahora se niegan a devolvérmelo. Me gustaría ir a Japón. Aquí va a haber guerra. Pero ni siquiera puedo conseguir plaza en los aviones", añadió Carmelo, que teme no ver a sus dos hijos que dejó en Baguio (Filipinas), imaginando que la guerra va a ser pronto una realidad.
Mejor que en casa
Para otros es mucho mejor permanecer aquí que regresar a su punto de partida. "Llevo dos semanas en este hotel por cuenta del Gobierno de Arabia Saudí, y mi intención es no moverme hasta que los norteamericanos expulsen a los iraquíes de Kuwait, que es mi país", explicó recostado en un sofá del lujoso hotel International el joven de 17 años Abdulah al Hery, quien logró escapar a las pocas horas de que, se iniciara la invasión de Kuwait.
Tanto él como sus amigos refugiados en el mismo lugar creen que la guerra es inminente, y que si no se resuelve el problema de los rehenes "el Ejército americano debe golpear sin misericordia". Siguen llegando a Dahran aviones B-52 con material pesado. Rugen sobre la pista del aeropuerto, y la visión de su negra y gigantesca silueta es la imagen perfecta de la operación escudo del desierto, que tan sólo ha comenzado.
Observando a los nativos y a los norteamericanos, se diría que aquí nadie tiene prisa. Parece como si ya se hubiera decidido en secreto el momento preciso de atacar, bajo este calor asfixiante que alcanza los 45 grados.
La sensación que le gana a uno aquí es la de que la vida se ha detenido y todo está en suspenso.
Nadie hace proyectos más que a corto plazo. Nadie es propenso a hablar del gran tema que es, para muchos, como esas enfermedades mortales tan absurdas e injustas. Desde luego, la gente parece de acuerdo cuando se refiere a Sadam Husein: "Es un demente, es un loco muy peligroso y un malvado al que lo mejor que puede pasarle es que lo liquide alguno de sus colaboradores".
La presencia de los efectivos militares norteamericanos extranjeros suscita estos días en Arabia Saudí choques difíciles de asimilar por una sociedad aferrada a sus tradiciones islámicas.
Como muestra, un botón: la policía religiosa, que depende de la Sociedad para la Proteccion de la Virtud y Persecución del Vicio, interceptó ayer en Riad el paso de un jeep estadounidense conducido por una sargento. Los agentes exigieron que la suboficial dejara el volante, ya que está prohibido que las mujeres conduzcan. Pero la sargento, sin inmutarse, les dijo literalmente: "Move your ass" (Moved el culo). Metió la primera y apretó el acelerador.
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